domingo, 25 de septiembre de 2011

La eternidad.

San Salvador 25 de septiembre de 2011.

La eternidad.

La muerte es sólo otra fase de la vida, la final. A veces he pensado que debería celebrarse de acuerdo a la persona. Hoy, en estos instantes, un amigo mío está certeramente llegando a las puertas de la disolución. Me alegro por él, ha llevado una vida espectacular, dinero, mujeres, incontables días felices, satisfecho de lo que ha hecho, de la forma como ha vivido. Yo celebro su muerte y con ella su extraordinaria vida.

Podemos especular sobre lo que sigue, es bueno si tú ansías la eternidad, si crees en esa palabra que inventó el hombre para referirse a un tiempo que no tiene ni principio ni fin, absolutamente incomprensible, irracional, pues podrías alegrarte, pero yo siempre me he preguntado ¿será sensato desear la eternidad? ,¿será sensato pensar que podemos utilizar la eternidad para algo?, ¿alabar a Dios?, ¿por setenta o cien años de vida merecer la eternidad? Por otro lado sería un orgullo, vanidad, infinita de su parte, al menos desde la perspectiva, mi visión de Dios, amor absoluto, bondad ilimitada, todopoderoso, clemente, misericordioso, que no necesita halagos, reconocimientos, cantos, porque sencillamente es Dios, desear esa mísera admiración del hombre, minúsculo sobre la Tierra, casi inimaginable por imperceptible a escala planetaria y nada prácticamente a nivel galáctico.

Nosotros somos los que deseamos todo eso, triunfos, reconocimientos, halagos, cánticos de los serviles que nunca faltan, más bien abundan.

La eternidad es algo que no cabe en las ambiciones humanas. Los árabes cuentan una parábola que nos muestra lo incomprensible que puede ser la eternidad. Dicen que en el espacio, en un lugar ignorado del Universo existe una esfera de acero del tamaño de la Tierra. Un águila pasa cada millón de años, ¡cada millón de años!, rozando con la punta de su ala esa esfera del tamaño de la Tierra. Y dicen de forma que te descorazona, te destroza en tu empeño de comprender semejante parábola, que cuando la esfera se haya desgastado por completo por el roce del ala del águila que pasa cada millón de años ¡ todavía no ha comenzado la eternidad!

Puede ser que sea posible, la física no está seguro de ello, el Big Bang nos dice que hubo un principio y Alexander Friedman nos dice que es muy posible que exista un final es decir, la eternidad no existe. Sin embargo ya desde los griegos se manejaba la posibilidad que si el Universo es eterno e infinito, especulación por supuesto, cualquier fenómeno, por improbable que parezca, por absurdo que se nos muestra a la luz de nuestra limitada razón, puede ocurrir, dentro de esas posibilidades está la eternidad humana, el demonio, la burra de Balán, la ballena de Jonás, el Nirvana de Buda o que El Salvador pueda ser campeón mundial de fútbol y así hasta la…eternidad. Vuelvo a girar la tuerca, estoy pensando en el día de los muertos. Como todo lo anterior tiene visos de absurdo, de incredulidad, en ese día celebremos la vida de los muertos, puede ser, es muy posible que del otro lado de la vida no exista más que la oscuridad, la eternidad es muy pero muy improbable para el ser humano, desde todo punto de vista y sobre todo porque no veo ninguna utilidad en ello, ni para nosotros… ni para Dios.

LSR.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Las cosas que nunca te dije.

San Salvador, 17 de septiembre de 2011.

Las cosas que nunca te dije.

Siempre me he preguntado por qué naufragamos, hoy sé que la culpa es sólo mía por las cosas que nunca te dije. Para comenzar, no recuerdo haberte dicho que te amaba, quizás lo dije, pero no lo recuerdo y jamás lo expresé con mis acciones o actitudes. Olvidé hablarte de mis sueños contigo, de las cosas que haríamos cuando estuvieses a mi lado. Así, me perdí de ver nuestro amor realizado, me perdí de ver crecerlo, perdimos nuestro futuro cuando la lluvia del olvido lavó los espacios en los que no supiste que te amaba y quedamos suspendidos en la nada.

Se me olvidó decirte que me hubiera gustado recorrer el mundo a tu lado, perdernos juntos en las arenas del desierto mágico, o en alguna isla griega de casas blancas y ventanas azules, como el color de mis años de aventuras y contemplar el color esmeralda del mar de mis griegos amados. Nunca te dije que allá, en esa tierra para mi sagrada, me hubiera gustado contemplar el mar desde un viejo templo dórico, ruinoso, solitario, sentados ambos en sus gradas sobre las que quizás alguna joven griega, de esas que pintaba Alma-Tadema, de cabellos rojos como el fuego, esperó ver a lo lejos, el velamen del barco de su amado.

Cierta vez, ¿te recuerdas?, en un viejo convento, de claustro lúgubre y oscuro, se me olvidó decirte que me hubiera gustado morir a tu a lado, quizás te hubieses asustado; siempre lo pensé pero nunca te dije que hubiera sido por siempre feliz si hubiera envejecido en tu compañía, compartiendo nuestra vida en las horas oscuras y en la suave claridad de las mañanas con lluvia. Tampoco te dije que me hacías falta y tú, pensando en mi silencio obstinado, dejaste que el tiempo borrara tus anhelos, tus fantasías, nos diluimos en la rutina de los años y renunciamos a los sueños que se perdieron en el olvido. Olvidé decirte que te amaba, sí, pero nunca preguntaste si deseaba acompañarte por el verde laberinto de tu vida que florecía airosa, vibrante y musical, mientras yo en silencio, ¡maldito silencio!, sin decirte nada, oficiaba la sagrada liturgia del amor en el altar de tu cuerpo durante tus años dorados.

Hablamos del sol y las estrellas, de la luna serena testigo de nuestras noches sin tiempo, de los cañaverales floridos de tu infancia, de tus briosos caballos de amazona, pero nunca mencioné que por esas simples cosas yo te amaba.

¿Recuerdas el día en que juntos contemplamos desde el verde encendido de la montaña, el mar que bordaba encajes de vestido de novia en playa?, ese día se me olvidó decirte que mi amor podía ser tan poderoso y tan extenso como el agua de aquel mar que divisaba. Y quizás entonces habrías preguntado si era cierto que te amaba. Pero creo que nunca quisiste hacerlo, la respuesta tal vez te asustaba, niña inocente, salvaje aún, pero bella, juvenil, que me recordaba aquella Venus que Botticcelli pintó para mostrarme desde el pasado donde mi amor debía haber recalado.

Ya ves, nunca lo hice, nunca te dije que te amaba. Pero quiero decirte algo, hoy que de nuevo estás mi lado, ¡ya me he perdonado! y puedo, quiero decirte, asegurarte que te amo, que desde siempre te he amado.

LSR

jueves, 15 de septiembre de 2011

Transformación

15 de septiembre de 2011.

Transformación.

Toda modernidad sobre Dios es herejía.

En la vida nos perdemos de hacer muchas cosas. Cuando has estado a las puertas del ingreso a la Nada, sabes que más te arrepientes de lo que no hiciste que de lo que hiciste, aunque te alegras de lo hecho. Porque vida sólo hay una, me refiero a la vida real, ésta que Calderón decía que sólo es sueño y que otros pretenden sea sólo un lugar de paso, que es la mejor manera de dilapidar la esencia de esta vida que al menos es real, que me permite escribir sobre ella, sufrir y amar en ella porque las demás, sean cuales sean, son nada más que especulación. Creo que la gran confusión viene de las religiones que nos orientan, preparan, programan diría hoy en esta posmodernidad tecnológica, a creer en lo que no existe, en el absurdo, en lo imposible y a ponernos trabas de todo tipo que impiden ser libre y feliz a quien cae en sus enmarañadas redes, o a convertirnos en asesinos en su nombre.

Realmente somos poco evolucionados, desde los griegos eternos que “inventaron” la razón y que nos sacaron del mito, poco hemos avanzado y quizás la undécima tesis de Feuerbach sea de lo más cierto que haya escrito Marx. Hemos interpretado el mundo pero no lo hemos transformado. Seguimos creyendo que estamos de paso a otro lugar que se llama cielo o infierno establecidos por dioses que en cuanto son infinitamente amorosos y el colmo de la bondad, por una nimiedad nos envían a un infierno eterno, no puede ser. Tengo una fe inconmovible en Dios, pero no en esos dioses y menos en sus pretenciosas religiones que saben cuáles son sus designios y que se arrogan el derecho de perdonarnos, de premiarnos si nos atenemos a los lineamientos que sólo provienen de sus caducas estructuras, carentes de lógica y lo más triste, de Amor, que alimentan el narcisismo, la soberbia, la marginación, convirtiendo sus palabras en absolutos carentes de solidaridad y de bondad.

Agreguemos a lo anterior a los políticos y mercaderes y tendremos un cóctel infernal, que ha provocado el caos en el cual ahora vivimos; no hay fuerza, entereza moral por ningún lado. Existen las leyes, pero parece ser que escritas en un idioma que los humanos no entendemos, y así, el mundo entero está en crisis, el terror, la violencia, la corrupción, se han adueñado del planeta, porque no lo hemos transformado, sencillamente hemos interpretado su estado en cada época, si hacemos eso con esta en que vivimos, vamos a estudiar, demostrar, la confusión, el desorden, lo podredumbre que nos abate y nos lanza a una carrera en donde los poderosos viven de los débiles y los sistemas bancarios, la más elegante y sistemática manera de robar inventado por los hombres, nos compran la vida, nuestras esperanzas y anhelos y llenan el Universo de desesperación. Crean un mundo oscuro, incomprensible para la mayoría de los mortales, que nos deja indefensos ante el monstruo voraz de las economías planetarias. Creo, como dice Stéphane Hessel, que debemos indignarnos contra tanta ignominia, pero también transformarnos para alcanzar la libertad, la paz y la felicidad que nos merecemos…en esta vida, en este mundo.

LSR

sábado, 3 de septiembre de 2011

El libro de tu alma

3 de septiembre de 2011.
El libro de tu alma.

Imaginé la carátula del libro de tu alma un día que contemplaba desde la playa el nítido perfil del horizonte, guardián de todos los secretos del Universo. Sería quizás una línea luminosa en el centro de una página en blanco. Pero ya no estabas a mi lado. Las portadas ciertamente engañan. Empecé a conocer tu alma, que aún desconozco, una tarde de invierno y abandoné mi empeño cuando tu te alejaste en una mañana de verano. Entre esos dos suspiros de la vida, uno leve y aromático como hierbas de la montaña, el otro oscuro con humedades de cavernas, transcurrieron muchas páginas.

Tarde de otoño
“¿No es hora ya, pregunta ella
de encender el fanal?”
Ochi Etsujin.
Eso fue el primer día, viajamos de regreso perdidos casi en la noche, pero guiados por la luz de la alegría de nuestro amor que nacía.

Pretil del puente.
Y mientras brilla el sol,
Bruma en la tarde.
Tachibana Hokushi.
Brillaba el sol en las mañanas, se ocultaba en las tardes…te veía partir siempre…te alejabas en el túnel oscuro del olvido innecesario.

Mientras lo corto
Veo que el árbol tiene
Serenidad
Ritsurin Issekiro.
No entendí el sueño que albergaba tu mente, soñabas mientras yo despierto cortaba el frondoso árbol de tus anhelos, y tú…serena.

Bajo las aguas
Descansan en la roca
Las hojas muertas
Naito Joso
Luego llegó el día en que la madera del puente se rompió, caí durantes meses en la nada, entre las hojas muertas de tu libro, observé el cielo desde las profundidades del arroyo.

Algunos días
No viene el ruiseñor
Otros, dos veces
Takai Kito
Ahora, en la severa distancia de la separación vienes a verme; tu sola presencia me conforta, pero ya no hay amor…no hay nada…

El sonido que hace la mariposa
Cuando come…
¡Es el puro silencio!
Takahama Kyoshi
Cuando te interrogo sobre el amor que fue…sólo hay silencio…!el puro silencio…!
LSR

viernes, 2 de septiembre de 2011

Tus quizás...tus talvez.

2 de septiembre de 2011.
Tus quizás...tus talvez.

Escribo simplemente sobre tí o sobre mí, puede parecer aburrido pero aunque suene absurdo, a veces, una sola vida da para escribir varias; creo que podría escribir algunas a partir de la mía; disfrazado de héroe trágico, a veces, a veces de bufón, en donde la tragedia empieza sigilosa cuando terminan mis risas, esas risas forzadas que esconden el dolor y mi incapacidad de no haber podido hacerte feliz, que es la más grande tragedia que pude escenificar en esta vida aunque...quizás…talvez… Todo lo que cuento tiene un dejo de verdad, en lo más profundo de mi mente se debate la realidad en un tenso combate con la fantasía, con los adornos que en ocasiones queremos colgar de nuestra vida, pero tu amor supera todas las falacias, todos los atajos, todos los olvidos, de él podrían surgir innumerables vidas mías.

Ya te dije en una ocasión que esperar es parte de la felicidad, en ocasiones eso tiene tono de ingenuidad, otras de estupidez, pero algunas veces y este es mi caso, tiene el encanto de la poesía, una dimensión poética que me redime, sí, una concepción idílica de la vida que me lleva a vivirla de forma gozosa, aun envuelto en las brumas de la inseguridad, de la distancia que pone el amor no resuelto, pero que está al borde de la verdad y que mantiene la felicidad en el borde de la esperanza. Porque con futuro o sin él, necesito soñar.

Nunca he comprendido a cabalidad qué ocultas detrás de tu cara sonriente, de tus silencios que gritan ideas que desconciertan, de tus promesas que sugieren el Paraíso y que me alejan del Infierno, no creo en ninguno de los dos pero quiero que me entiendas. A veces te percibo como guardián angélico que con la espada ardiente de tus enigmas, no me rechazas, pero guardas incorruptible el Edén en donde quizás encontraríamos el árbol de la ciencia del Bien y del Mal. Déjame decirte que el Mal está años luz de mi vida, tú me has hecho comprender, paradójicamente, que lo que nos hace a los hombres superiores es la bondad aunque no sé si crees en ella…creo que sí, pero de forma oscura, porque no permites que te haga cómplice de mis deseos, que tú sabes son más puros e inocentes que los del inicio de nuestra ya casi eterna, interminable, inextinguible relación. Y sin embargo…

Tú sabes casi al instante o quizás antes de él, lo que deseo y tus respuestas son tan rápidas como el tiempo entre el trueno y el relámpago; debo decir que aunque a veces mientes, estás poco dotada para ello. Pero tus respuestas no aclaran el firmamento, ni crean un arco iris de esperanza. Sin embargo la poesía de mi vida contiene estrofas largas y cortas como los sonetos; las combinaciones métricas son a veces difíciles de encontrar, pero en ellas, en su interminable longitud e intensidad, en su desmesurada complicación, se encierra el Amor que te profeso. Y así, entre tus enigmas y los míos, tus provocaciones, tus fintas dentro de otras fintas, consumo, bebo de tu boca el destilado sufrimiento de tu espera, de tu regreso, que aguardo, día tras día, semana tras semana, mes tras mes, colgado de tus quizás… de tus talvez…

LSR

El pintor

EL PINTOR.
Wang-Kei-Lin, había colocado sus pinceles sobre la mesa de trabajo, un paisaje de invierno estaba a medio terminar ante sus ojos, los retorcidos troncos de los árboles agarrados firmemente a la escarpada montaña, reflejaban, con toda seguridad, la tenacidad y, el cielo casi gris, sólo adornado con unos cuantos algodones blancos, denotaba la fría atmósfera del conjunto invernal. El espacio se percibía paradójico y en la distancia las montañas de recortados perfiles, se diluían en una dimensión que parecía proceder de un universo distante y misterioso.
Tomó su jarro de vino y se sirvió una copa del blanco néctar que, sonoro y divertido, cayó sobre la fina porcelana de su copa fabricada hacía tantos años por el maestro Huen-Chen-Ja, gran esmaltador de la dinastía Ming; beber en ella era no sólo un placer del paladar sino un placer del espíritu, colocar los sedientos labios sobre ese borde que un día el genio de Huen había modelado y pintado con exquisita sensibilidad era un extraño placer que jamás dejaba de conmover el alma del eximio pintor. El esteticismo exacerbado del artista alcanzaba su clímax, cuando con sus manos delicadas de hombre de exquisita sensibilidad, tomaba la delicada copa y bebía con extasiado embeleso sus licores aromatizados con finas hierbas.
Salió a su jardín en el que los ciruelos florecían y, se dispuso a meditar sentado en el antiguo banco de madera en el que su padre había abandonado este mundo. El frío no parecía agraviarle y los cuervos de la noche, a lo lejos, llenaban de estallidos la sombreada penumbra que presagiaba la oscura parte del universo. Cruzó sus piernas adoptando suavemente, producto de una larga disciplina, la posición de loto y entrecerró sus ojos para concentrar su mente volátil en el punto exacto de su conciencia sobre el que meditaba siempre.
Casi sin sentirla, Ma-Huang se le acercó; respetuosa quedó de pie como a tres pasos del amado esposo y suavemente preguntó:
¿Qué desea mi señor?
El artista tardó un instante en volver de sus pensamientos y haciéndole una reverencia respetuosa a su esposa adorada contestó:
La paz del espíritu, mi rosada flor de duraznero, se me hace difícil conciliar este día. Los negros cuervos de la noche golpean en mi alma como tambores de tormenta y, mi espíritu, se hunde en las sombras del mundo de los dragones.
¿Puedo hacer algo por Usted mi señor?, insistió Ma-Huang.
Continúa amándome mi dulce flor de ciruelo, siéntate a mi lado, contempla el rojo atardecer que las sombras de la noche intentan destruir... Los dos permanecieron sentados uno junto al otro, hasta que después de un largo y doliente suspiro Wang declamó una estrofa de un bello y antiguo poema:
“¡Lo efímero, sus alas!..
Tan bello su hábito...,
¡tanta tristeza en mi corazón!,
¡vuelves a mí para siempre!”
¡Cuanto sufres mi amado pintor!, suspiró Ma-Huang, ¿Acaso los espíritus del arte han abandonado tu mano, han secado la fuente de tu inspiración o acaso has dejado de amar la naturaleza, sus flores en las tiernas ramas de los árboles, los pájaros que manchan con sus colores los verdes abigarrados de los árboles que nos dan la sombra?.¿Acaso ya no escuchas el suave y susurrante murmullo de la acequia cristalina que fluye bajo nuestro puente de madera?... ¿Ya no ves como los juncos se doblegan dóciles ante el suave viento que hace rielar el agua de los lagos?
Más que eso amada, más que eso.
He dejado de escuchar en mi alma las palabras guías de toda mi vida. Yo, que siempre he desdeñado los honores, el boato del orden establecido, que he vivido en íntimo contacto con la Naturaleza, que le ha dado alma a mi obra y a mi vida, hoy, he tenido una última tentación: he deseado que mi fama se perpetúe en la eternidad, he fallado a mi vida y a mis principios, quizás se deba a que practiqué, aun sabiéndolo, como bien dicen los antiguos libros, uno de las cinco grandes perversiones: la pintura.
Mi amado pintor, has hecho feliz a muchas personas, has dado la luz de la Naturaleza a los ciegos que no la comprenden, la has defendido con la belleza evidente de tus árboles de otoño, de tus aldeas entre rocas; has hecho ver a los ciegos del alma y oír a los sordos del espíritu, en tus cuadros cantan las ranas y los grillos, las aguas danzarinas y los pequeños guijarros que entrechocan en sus limosos fondos y que sirven de escenario a soberbios peces de oro; has propalado la música de los planetas y de las nubes que ejecutan conciertos celestiales para solaz de aquellos que buscan la divinidad... haz hecho eso y más... haz hecho nuestro amor infinito...
Pero lo hice, alguna vez, porque sabía que alguien lo iba a disfrutar y me sentí vanidoso por ello, me sentí superior y el orgullo me duele, me destruye en mi vejez. Quisiera haberlo hecho en honor de los dioses y que ellos en la eternidad me concedieran la dicha de seguir pintando. Soy pintor, he sido pintor, quiero ser pintor a tu lado y al lado de mis tintas y mis pinceles, sin orgullo, para los dioses, para ti y para mi.
No es orgullo, amado árbol en cuyas ramas me sostengo, es la satisfacción interna que se siente ante la presencia de los dioses que están a tu lado, creando contigo, llevando con tu mano y tu sensibilidad parte de su mensaje de amor a los hombres, de la paz que fluye de tus paisajes invernales y de tus primaveras con ramas llenas de capullos que presagian la resurrección eterna. Es virtud de la vejez que nos cerca, ser más sensibles a la verdad eterna; pero el fuego de la pasada juventud redime tus simples faltas humanas. No te aflijas amado esposo y sigue pintando.
Wang-Kei-Li calló por un instante, cerró sus ojos con lenta solemnidad y declamó el bello poema de Wei Yin Yu:
“¿ A dónde fue la luz del día?
¿De dónde vienen las tinieblas?
Me voy debilitando de año en año.
Esta angustia del tiempo fugacísimo
hace más prematura mi vejez.”
El sol perdió su eterna batalla con las sombras y sólo un par de viejos abrazados se recortaba bajo la florecida rama del ciruelo, adornados por el recuerdo del día al final del incendiado horizonte. El perfume de la noche y el canto de los grillos y la luz de las luciérnagas ponían disonancias y pálidos reflejos a la noche.
LSR