martes, 22 de mayo de 2012

San Salvador, 20 de mayo de 2012.

Ahora, no después.

En la vida hay cosas que se nos otorgan sin ser solicitadas; las disfrutamos las más de las veces sin estar conscientes de que son dones, regalos que Dios nos ha dado y nos olvidamos de dar gracias por ellos; algunas otras cosas las despreciamos, no las protegemos de nuestro olvido o las sumergimos en la desidia de nuestras rutinas y sólo las valoramos cuando las hemos perdido. Somos humanos y solemos ser desagradecidos. Pero no debería ser así, precisamente en ese olvido, en esa desidia, está el origen de tantos males, personales y universales.

En el amor es la causa de tantos errores, dicen que la felicidad es como un tren que viaja de noche y debemos tomarlo en el momento y la estación precisos. A veces ni siquiera vemos el tren, y cuando lo vemos ya sus luces se desvanecen en la negrura de la noche, de

La primera vez no vi el tren, me subí en él, años después, cuando por un acto de magia insuperable, pasó de nuevo frente a mí una noche de lluvia y tristezas, y por una de esas fintas del destino, que sólo Dios permite de vez en cuando, pude sentarme de nuevo a lado de mi felicidad. Ya en este largo ocaso de mi vida, hermoso como ocaso marino, brillante, luminoso, colorido, lleno de esperanzas, sentí tus manos y las alas de la felicidad apoyadas sobre mis hombros ahora que estoy vivo, qué bien, porque quizás mañana sería tarde y no quiero que me llores sino que me hables mientras puedo escuchar, que sonrías conmigo viendo el cielo azul y nuestro verde, maravilloso volcán, que me mires mientras puedo contemplar tus ojos, en los que me pierdo en la armonía y en la paz. Ahora es cuando necesito oírte decir que me amas, que caiga sobre mi mano una gota de la flor que cortaste bajo lluvia y no que pongas una flor sobre mi tumba.

Porque a veces, sin sentirlo, vamos atrasando los proyectos de nuestra vida, sobre todo los proyectos que involucran nuestros sentimientos, retrasamos decir que amamos, que necesitamos de alguien, que seríamos felices con esa persona tan especial, tan necesaria en nuestra vida. Lo cierto es que dejamos escapar las oportunidades de decir lo que piensa nuestra mente, lo que siente nuestro corazón, como si la existencia fuera eterna y tuviéramos el tiempo del Universo para declarar nuestro amor o compartir una caricia.

No me busques en la otra vida porque no me encontrarás, búscame en esta, quiero sentir que me llamas porque me necesitas, que me tocas la frente para saber si tengo fiebre, que me digas después que tus manos han acariciado mi cara, que no me he rasurado; quiero sentir tu aliento cada día, saber que vives a mi lado, saber que ríes con mis cosas, que te alegras de mi buena salud; quiero que me llames para decirme que me amas, que necesitabas oír mi voz y yo, en donde me encuentre, pensaré en tu sonrisa y en la luz de tus ojos, en tus suaves cabellos y te diré que también te amo, quiero que todo lo hagas hoy, no después, porque mañana… puede ser que sea tarde.

LSR

lunes, 14 de mayo de 2012

San Salvador, 5 de mayo de 2012.

Los amores tardíos.

¡Quién pudiera evocar sólo las etapas hermosas de la existencia!, exclamó Manfredo, quisiera al menos, tener un acceso selectivo a la memoria de mi vida, recordar las viejas canciones que cantaba acompañado de mi guitarra sostenida por una banda de tela chapina, en las noches en que flotando sobre la arena de la playa del Obispo, cortejaba mis primeros amores, como Laura, que me encontré años más tarde, reflejada en aquel soneto que retrataba mi pasión juvenil, eterna como todas las de abajo de los veinte años, y de la que pensaba sería incapaz de vivir sin ella, sin embargo los años, las lunas e infinitos oleajes del mar que todo lo borran, que todo pulverizan, me demostraron que todo pasa, que todo se olvida. Al final la olvidé claro, y con facilidad, porque después vinieron, las Beatrice y las Isoldas, las Ginebras, amores puros y no tanto que se me confunden en los recuerdos, a esa edad en que uno puede casarse con quien quiera, es el momento propicio, pero no lo hice.

Sin embargo ahora amigos, en el otoño o invierno de mi vida, creo comprender que conforme los años pasan, en el amor, la ciencia más difícil es la de olvidar. Quizás por que visualizamos ya el final y siempre creemos que ese, precisamente ese, es el último puerto de amor. Por ello mis queridos contertulios, debo prevenirles que los de la edad madura, son, si no, los más apasionados, los que nos aprisionan de manera más doliente y por eso, hoy que leía el viejo poema de Petrarca a Laura, sentí que a pesar de mi larga experiencia, aunque creo que el amor no la promueve, sentí que el poeta había pasado ya por ese río oscuro y tumultuoso:


"Quien me tiene en prisión, ni abre ni cierra,
ni me retiene ni me suelta el lazo
y no me mata Amor ni me deshierra,
ni me quiere ni quita mi embarazo."


Manfredo levantó su vodka y como pensando en su pasado y su presente dijo: hay mujeres amigos que ni quieren entrar en nuestras vidas, ni quieren estar fuera de ella, y lo peor es que se instalan en las puertas de nuestro corazón y ni dejan entrar ni salir a nadie, se levantó súbitamente y ceremonioso brindó:


Brindo por las que amamos y nos dejan, por las que nos aman y dejamos, brindo por las que dejan nuestro corazón solitario pero listo de nuevo para el amor, para el amor definitivo.

Nos volvimos a ver en silencio y casi al unísono gritamos

¡Estás enamorado Manfredo!

El sonrió misteriosamente y levantando de nuevo su vodka, se quitó su sombrero negro y colocándolo sobre la mesa y señalándolo añadió, juro por ese sombrero que me ha acompañado toda la vida, que es la mujer de mi vida, sí amigos, la he encontrado.

¿Te casarás al fin? Preguntamos a una sola voz.

Dije que son los más apasionados, no dije que nos volvieran estúpidos…ni a nosotros, ni a ellas.

LSR


San Salvador, 3 de mayo de 2012.

Siempre a la misma hora.

Las horas contigo son extrañas, a veces largas como las sombras del atardecer, a veces cortas como el brillo de un relámpago. A veces como suaves nubes que se disuelven lentamente en el cielo azul de mi conciencia, como la lluvia de esta noche se diluye en el verde césped de mi jardín querido. No sé sin son largas o cortas: es simplemente tu hora, que conforma un ritual que mantiene un ritmo en mi corazón y en mi vida la sensación ondulante de la felicidad, porque ésta no es un estado, es una iluminación pasajera que hace la vida digna de vivirse, para disfrutar de vez en cuando, esa sensación de atisbar el paraíso, en donde todo se resuelve, en donde todo se explica. Sí, esa eres tú.

Así es nuestra hora, siempre puntual como la salida del sol, siempre luminosa como las mañanas de verano. Hablamos de cosas quizás intrascendentes, no importa, nos escuchamos, eso es lo importante. El placer está en saber que disfrutamos nuestro mundo de aristas únicas, un mundo cuyas avenidas y plazas, callejuelas y pasadizos conocemos a la perfección. Un mundo que se expande desde los días de nuestra infancia situada a kilómetros y años de distancia, hasta el día en que las espirales del tiempo nos pusieron frente a frente y forjamos un mundo de fantasías y realidades que un día, en la encrucijada fatal de nuestras vidas, superó nuestra propia realidad. El imprevisible viaje de nuestras vidas, de matices y circunstancias sorprendentes.

Sobrevivió sólo esta hora, tensa en sus inicios, nerviosa, de escrutinios discretos y de suaves y acariciadores descubrimientos. Fueron al principio, horas de ansiedad y de prudencia, tratando de averiguar en los mínimos gestos, qué tanto de aquellas fantasías y realidades destrozadas habían sobrevivido; aún no sé que cosas olvidaste y que guardaste en el fondo de tu corazón, quizás esa es la magia de nuestra hora, algo sobrevivió en los dos, pero mantenemos en secreto los más íntimos sentimientos y seguimos mostrando hasta donde tus circunstancias y las mías nos permiten, el paisaje externo de nuestra extraña relación.

Debo confesarte que ahora entiendo a cabalidad lo de los ciclos de la vida; siempre me has escuchado decir que todas las épocas de la vida tienen su encanto, tú eres el encanto de esta época, en ti descansa el fulcro de mi interna armonía, eres el eje de mi extraño mundo en el que al lado de tormentas y borrascas, encuentro remansos de paz y serenidad. Eres el episodio interminable de la gran aventura de mi vida.

Todo eso parece suceder en una hora todos los días, a la misma hora, digo parece porque no sé si es una hora o es un tiempo inacabable, que dura ya años, pero para que me entiendas le llamo hora, debe ser de esas de la Creación, al menos de la Creación de la paz en mi espíritu, en donde somos dueños de nuestros destinos que viajan separados por una línea que tiene el espesor de un cabello. De uno de los tuyos, por supuesto.

LSR.

San Salvador, 12 de mayo de 2012.

Los verdaderos códigos.

Ayer se cumplieron cincuenta años de la desaparición de Renato Stradivarius, hace ocho lo volví a encontrar en Sicilia, como les conté hace algún tiempo, y este 2012 debo verlo en Estanbul; debo decirles, como lo expresé con asombro, cuando sorpresivamente lo encontré en la puerta de una sastrería de lujo en Palermo, que cuando lo conocí hace cincuenta años en su casa de San Jacinto, el tenía unos treinta y yo dieciocho, ahora yo soy un viejo y él, tan joven y lozano, como en aquellos tiempos. Luego de las preguntas sobre cómo estaba sucediendo esa situación tan fuera de la normalidad y sus respuestas increíbles, le pregunté sobre mi futuro, me dijo que yo aún tenía cosas que hacer, "cumplir" fue su palabra exacta, le creí con toda la fe de un hombre de edad aferrado a la vida y, cuando me enfermé de cáncer hace un par de años, pensé que se había equivocado, pero a los pocos días recibí de él la siguiente frase, "sólo Dios sabe cuando hemos de morir", le creí firmemente, dejé de creerle a los médicos, me encomendé a Dios y aquí estoy.

Voy a verlo estoy seguro aunque no tengo su dirección; en Sicilia ni siquiera sabía que iba a encontrarlo, ni nada cómo ubicarlo en esa exótica y bella ciudad turca, pero estoy seguro que el me encontrará. Cómo hace esas cosas de saber qué sucede en cualquier parte y cómo comunicarse con quien quiere, es uno de sus múltiples misterios, pero lo hace, de un manera que parece natural aunque debo decirlo, de una forma que causa escalofríos.

Qué Código da Vinci ni que ocho cuartos, Renato sí conoce un código secreto, no sé si el de la eternidad o el de la eterna juventud, que es casi lo mismo, aunque hay diferencias y no sé si siempre está aquí o en el futuro o en el pasado, sabe tantas cosas...

El caso es que vive una vida muy discreta, bajo perfil, creo por ello que sí es alguien importante en la cofradía, -no me gusta el nombre pero no dispongo de otro mejor-, por las características de la misma, que controla este mundo induciendo mínimos desvíos de algún ciudadano cualquiera, o en alguna organización internacional, pero debo decir, que según las palabras de Stradivarius, todos formamos parte del engranaje universal que mueve la historia y sobre todo las civilizaciones, nadie es superfluo, nadie es insignificante.

En estos años de crisis he visto caer tantos líderes que no me cabe duda que “ellos” están muy activos y no dudo que otros caerán, porque trabajan para ordenar el Universo, y en estos momentos, al menos en este mundo, lo que menos existe es orden.

No se necesita guerrear Luis, me dijo en una ocasión, ni disparar cohetes con cabezas nucleares; una idea, Buda, Jesús, Gandhi son ejemplos, nos muestran como se puede cambiar, para bien, una buena parte de la humanidad, que sus mensajes han sido prostituidos, es otra cosa. Por ello personas, no sé si pueda aplicar ese nombre tan simple a caballeros como Renato Stradivarius, mueven sutiles piezas en el gran tablero del ajedrez universal, yo soy una pequeña pieza y no sé que juego juego en el oscuro universo de este desgarrado país.


LSR