jueves, 22 de marzo de 2012

David Poeta.

San Salvador, 7 de enero de 2012.

David poeta.
Primera parte.
A David Escobar Galindo.
Ganador del Premio Mundial de poesía mística.

Los poetas son seres que fundamentalmente conversan, al menos eso se puede suponer del pensamiento de Heidegger, el propone, muy categóricamente, que “ser humano es ser una conversación”,

“Voy a hacerte en silencio la pregunta de siempre:
Dios, ¿te importa que tu luz se me vuelva desvelo?”

Debo confesar, aturdido, que es una definición sorprendente, si la usamos para gentes normales que transitan por las calles, se rasuran día a día y leen el periódico sentados en sus escritorios o en el tibio lecho matinal. Pero francamente, no me sorprende proviniendo del hombre que dio un empuje intelectual magistral al “giro lingüístico”, al denunciar, esa creo que es la palabra correcta, “que el problema de la filosofía no es la verdad sino el lenguaje”, frase oscura casi mística como era el pensador, no me sorprende tampoco que un poeta como David, sea capaz de conversar con Dios y la forma del lenguaje su más alta aspiración. Pero esto siempre fue una verdad para los poetas, el problema no es la verdad, la justicia, el amor, sino, como se enuncia; el lenguaje que se utiliza para la verdad, para el amor, la ternura, el desengaño. Lo saben, lo sabían desde hace siglos desde los magníficos poemas sagrados hindúes, pasando por los sufíes, esos místicos islámicos que vislumbraron en sus danzas y cantos el apacible rostro de Dios, hasta los modernos poetas, como David, que con sus versos escarban el muro de humo de los secretos humanos

“No me asombro de ser:
me asombro de ignorar.” …
“Qué pleno es no importar si Dios existe
porque está aquí de todos modos”

El lenguaje es la clave para hablar, enunciar, vislumbrar, no para comprender, las grandes verdades. Pero… ¿cuáles son las grandes verdades?, creo comprender en las postrimerías de mi vida que son sólo tres: el nacimiento, la muerte, vislumbrar a Dios, verdades irrefutables, rotundas, estelares; verdades unidas por una fuerza invisible que va desde el primer llanto hasta el último estertor, y la fuerza de esas verdades es el Amor y la bondad humanas, el amor de Dios o el difícil, desesperante amor por nuestro prójimo, que cuando se logra nos conduce al Paraíso perdido. Crea ese amor terrenal que diviniza nuestros actos y nos sumerge, con su fuerza avasalladora, en el mundo secreto, místico de la creación literaria, en el mundo metafísico con sus grandes arcanos, sus incógnitas, sus paradojas espirituales, que han sumido en la perplejidad a poetas y santos, a místicos y profetas.

“Titi ha vuelto esta mañana del supermercado
con las manos llenas de legumbres felices”.

Visión terrenal divinizada, digna de Botticelli, unión perfecta entre este y el otro mundo divino que se divisa y se descubre en el centro mismo del amor, del verdadero Amor.

domingo, 11 de marzo de 2012

Sorprendido.

San Salvador, 11 de marzo de 2012.

Sorprendido.

Pienso en ti y escucho músicas desconocidas.

Si tu supieras cómo me sorprendo cada mañana cuando abro mis ojos y veo la luz del día y siento el fresco suave de las brisas mañaneras; me sorprendo de estar de nuevo en la vida, realmente agradecido y ciertamente feliz, por este regalo que son estos años que Dios me ha concedido para muchas, muchas cosas que debo hacer, o que Él quiere que haga: favores que corresponder, hacer el bien a algunos de mis prójimos que había olvidado, amar una vez en la vida como debe ser, total e incondicionalmente, amor de servicio, de protección, amistoso, solidario, ¿me entiendes verdad?, en fin, realizar algunas cosas que debes de hacer bien, muy bien para que tu vida tenga sentido.

Es decir, vivir apasionadamente, disfrutar al máximo este obsequio inmenso que es la vida y sus, nuestras, circunstancias.

Y aunque te parezca extraño, entre las cosas que debo hacer es escuchar alguna música que aún no conozco, debo decirte que he redescubierto, ya lo conocía en realidad, el filón sublime de la música religiosa, aunque como sabes no soy nada religioso, pero debo agradecer a ellas esa inspiración increíble que hizo descender sobre los más grandes músicos de la historia, esas sublimes y celestiales melodías que deben de sonar en esos Paraísos y cielos que han inventado las religiones, creo que es lo que más nos acerca a la divinidad.

Debo también contemplar algunas bellezas que a pesar de mis más de cuarenta años de búsqueda de la belleza perfecta e inalcanzable, en los infinitos campos del arte, aún desconozco y sé que están en algún lugar de este mundo esperando que las contemple, como la Santa Cecilia de Stefano Maderno, que me espera desde hace muchos, años en la Iglesia homónima, del pintoresco barrio Trastevere en Roma y que ha sido un misterio, por qué cada vez que he ido, la iglesia se encuentra cerrada, frustrando esa visión que ya es un capricho.

Debo además confesarte, que mi sentido de la belleza, de la comprensión de cierto de tipo de arte, ha alcanzado después de mi frustrada cita con la muerte – puedo decir que los designios de Dios son claros-, la contemplación de los fenómenos estéticos me lleva a éxtasis sorprendentes, supremamente ligados a la belleza, arrebatadores, y esto en la música, en la poesía, que ignoré por años, en la literatura mi pasión de toda la vida, actividades del espíritu que ahora contemplo desde una perspectiva diferente, clara, abarcadora, como si el Universo, tuviera límites que puedo alcanzar con facilidad, un espejismo quizás, pero que me hace inmensamente feliz y seguro.

Como puedes ver, he cambiado quizás poco, tal vez sólo ha aumentado la intensidad y agudeza de mi percepción, lo único que sigue igual y es prueba de su autenticidad y perfección, es mi amor por ti. Así tenía que ser.

LSR