sábado, 30 de junio de 2012

San Salvador, 30 de junio de 2012.

Los pecados capitales.
La ira. (Ira)

La ira es el pecado de los violentos, de los irreflexivos, de los abusadores, de los que violan todas las normas de la vida; la ira es una debilidad humana que refleja la impotencia del pensamiento del que es poseído por ella. En el quinto círculo del Inferno de Dante, los iracundos se golpean y empujan en las pantanosas aguas del río Estigia, se destrozan entre ellos mismos, mordiéndose y desgarrándose. La ira hace sufrir al que la padece, nubla su inteligencia y lo despeña por el abismo sin fin de la crueldad. La ira es la peor enemiga de la coexistencia pacífica.

La ira en realidad, es falta de madurez, de control sobre nosotros mismos, es frustración e impotencia por que a través de nuestro pensamiento somos incapaces de resolver las circunstancias de nuestra existencia; es también producto de la incapacidad de las instituciones para imponer sus condiciones sean estas justas o no.

Hay muchas maneras de expresar ira, con el silencio obstinado, cuando nos recluimos en el mutismo porque detestamos el contacto con un mundo que no nos comprende, cuando nos comportamos exigiendo la perfección de todos los que nos rodean, pecado de jefes irascibles; cuando evitamos encarar los grandes problemas de la vida, lo hacemos con una ira evasiva, que se hunda el mundo, yo, estoy bien; ésta es una ira perniciosa y autodestructiva. La ira se produce cuando encontramos obstáculo a la satisfacción de nuestros deseos, cuando los gobiernos encuentran que no todo es aceptado, cuando en las empresas hay ciertas medidas que no son bien vistas, en fin, la ira surge en los iracundos, cuando hay oposición a sus planes, a su manera de pensar, a sus ansias de dominio a sus planes de expansión, a su perpetuación en una posición determinada. Como vemos soberbia e ira van de la mano, son demonios poderosos pero nefastos para convivencia pacífica y la armonía social.

Las religiones han añadido a la ira el calificativo de divina, lo cual es un absurdo, porque Dios es puro amor, eso se dice, es magnánimo, eso se dice, entonces eso de ira divina suena a falacia. Adosar a Dios uno de los más odiosos y vergonzosos pecados como la ira es un disparate.

Esa fue la ira de la nada santa Inquisición, cuya existencia y letanía de horrores, es uno de los pecados capitales de la iglesia católica. Si voy a hablar de ellos, tenía que mencionar ese inmenso pecado, derivado de una de las grandes debilidades humanas, la ira divina, creada falsamente por el poder mundano de la iglesia y las desmesuradas ansias de riqueza para crear el reino de este mundo haciendo exactamente lo contrario de su supuesto fundador, un pecado capital institucional, como o peor que el holocausto. La ira divina apoyada por el papado arrasó a Europa y en menor medida a América. La ira es destructiva, destruye a los que se encuentran alrededor de la fuente, pero también al iracundo. La ira conduce inevitablemente al odio aniquilador, insano, irreflexivo y malévolo.

El éxito y el fracaso, como dice el Dalai Lama, dependen de la sabiduría y la inteligencia, que nunca pueden funcionar apropiadamente bajo la influencia de la ira. Algo que deberían escribir, como frase rectora sobre la pared de enfrente, todos los gobernantes de la tierra.

LSR.

lunes, 25 de junio de 2012

San Salvador, 24 de junio de 2012.

La soberbia.(Superbia)

Es un pecado de gran moda, la soberbia u orgullo, aunque hay discrepancias sobre ambos, es una debilidad humana muy peligrosa y muy destructiva, porque pasa por encima de los demás y no sólo no se disculpa sino que se vanagloria de ello. Los malos banqueros, los más elegantes ladrones de la historia, gobernantes absolutistas, dictadores pequeños y grandes, esos que creen estar sobre el bien y el mal y poseedores de la única verdad, y que ejercen poder sobre la vida y la muerte de sus ciudadanos, son soberbios.

Es además una debilidad personal muy arraigada en nuestro universo salvajemente competitivo, en donde como las fieras, sacamos nuestras garras para sobresalir y sentirnos superior a los demás, a veces sin importar a quien atropellamos, los políticos, a nivel universal, son especialistas en éste y casi todos los demás pecados capitales, la soberbia los hace amar, adorar como un dios el poder, en razón de los beneficios económicos que obtienen y de la superioridad, falsa pero se da, sobre los demás, la opulencia que en muchos países acarrea, por causa de la corrupción y el estatus de persona protegida que el poder les confiere. Soberbia son los guardaespaldas, los autos de lujo, el atropello, cuyo único fin es demostrar superioridad, las más de las veces física, porque moralmente y a veces intelectualmente son unos verdaderos y despreciables enanos. El demonio que los acompaña es Lucifer. Vaya compañía.

La soberbia la manejamos mucho a nivel personal, propiedades, posición laboral privada o pública, el auto, la ropa que usamos, nuestra inteligencia, nuestra belleza física, aun cuando no existan, son causa de soberbia, que disimulamos de maneras varias y sorprendentes. La soberbia causa placer, nos hace sentir mejores, superiores, atractivos, poderosos pero sobre todo nos hace sentir geniales, aptos para cualquier tarea, no importa cual sea nuestra preparación profesional o que sencillamente no exista. Ello es sumamente peligroso, sobre todo cuando se tiene poder, porque es un engaño masivo, es una estafa intelectual que crea una realidad dislocada de la verdad y los resultados están a la vista en muchos países, la incompetencia, la corrupción, la ayuda innecesaria que crea burocracias infinitas para paliar la ignorancia del o de los que dirigen.

La soberbia, es la más poderosa de todas las debilidades humanas, es cabeza de múltiples comportamientos perniciosos; no nos deja amar, impide al amor verdadero, nos lleva a la avaricia para ser más y más ricos, a la lujuria para demostrar nuestras habilidades de seductor, a desear la mujer ajena para demostrar nuestro poder, a la gula de toda clase de cosas materiales, comida, bebidas entre más caras mejor, a malversar el dinero en objetos materiales para mantener nuestra soberbia, nuestro orgullo en lo más alto, menos, sería perder el glamour. En ocasiones, los dictadores, ebrios de poder no sólo roban descaradamente, sino que incluso llegan por la ira descontrolada, otra debilidad capital, al genocidio, el asesinato llevado a su más execrable expresión, como hemos visto en la llamada Primavera árabe y a través de la historia, luego volveré sobre estos crímenes masivos, provocados por la soberbia y la ira supuestamente divina.

La soberbia intelectual es de las más odiosas, el que es dominado por ella se siente superior porque así lo dicta él mismo o los aduladores que nunca faltan, se cree único, insustituible, atormenta a los que le rodean, a veces con exquisita cortesía, se ríe de las ideas y actos de los demás, no oye consejos, sólo sus ideas son válidas, en cualquier organización son nefastos y han contribuido enormemente al deterioro del mundo. Los soberbios son una peste que contamina el ambiente, la soberbia ciertamente es odiosa.

LSR


San Salvador, 23 de junio de 2012.

Los pecados capitales.
La tristeza.(Tristia)

Debo inicialmente aclarar que nada tengo que ver con la religión y me refiero a ellos, no porque crea que sean pecados, sino porque se refieren, en alguna medida, a las grandes debilidades humanas que son las mismas desde el principio del tiempo, que tampoco sé cuando ocurrió. Existe un orden establecido por Gregorio Magno, pero no pienso seguirlo, quizás siga el de Tomás de Aquino o quizás ninguno.

No siempre fueron siete, por ello ese extraño subtítulo del inicio, hubo uno que, aunque no encaja en la categoría de abuso de los demás, puede, si se crece, llegar a convertirse en uno por lo que genera, ese antiguo pecado capital era la tristeza. Pero si analizamos con calma, ahora y en los tiempos en que lo fue, sin sicólogos y antidepresivos, podía llegar a evolucionar en algo verdaderamente peligroso, la depresión y luego en desesperación, que finalmente pudiera conducir al suicidio, que los hay variadas formas, acción que en épocas pretéritas gozaba de pésima fama en la cristiandad, mientras que en otras culturas como la oriental, era y es cuestión de honor y dignidad. Aún los romanos y otros pueblos europeos lo practicaban en este sentido.

La tristeza fue dejada de lado, y de acuerdo a mi saber, de forma irresponsable, porque la tristeza es un mal de este siglo, un gran mal, poco entendido y peor estudiado, sí, por supuesto, están los sicólogos y siquiatras, las drogas antidepresivas y las doctrinas orientales. Pero a pesar de todo ello, para la máxima expresión de la tristeza, la desesperación, la depresión profunda que inmoviliza y hace sufrir en extremo, poco existe que pueda aliviarla y la tristeza, dígase lo que se diga, por las más variadas razones, va en ascenso en este mundo.

La tristeza es un detonante, pues nos vuelve infelices, nos hace ver el mundo de forma pesimista, y sufrimos por lo que no tenemos, por lo que perdemos, por lo que nos abandona, dinero, amores, sueños; entramos en desarmonía con los demás, los envidiamos, los odiamos porque son felices, tratamos de robarles su felicidad para que estén igual que nosotros, mal de muchos consuelo de tontos, dice acertadamente el viejo proverbio español y caemos en los otros, deseamos el mal ajeno, insultamos a causa de nuestra tristeza y nos volvemos extremadamente sensibles por causa de la misma, llegamos incluso a matarnos ante la impotencia de poder superarla. En fin, genera otras debilidades que es la exacta definición de pecado capital: cabeza de otros males.

El suicidio, producido por una extrema tristeza, hacía que no se pudiera enterrar los restos de una persona en tierra bendita, es decir en los cementerios o camposantos, que generalmente estaba adjuntos a las iglesias, mientras brutales hombres de la iglesia, los inquisidores, que literalmente asesinaron a miles de inocentes, dormían en compañía de los " justos", en el interior de las iglesias y catedrales, qué vergüenza.

Desde las anteriores perspectivas, la tristeza es un pecado capital, una debilidad humana mortal, porque mata no sólo nuestra apetencia por la vida, sino que destruye también la de los que nos rodean, nos envuelve en el manto gris de la desesperación, y potencia el deseo de acabar con nuestra existencia, yo, la hubiera mantenido como tal, es una de las más peligrosas e insufribles debilidades humanas.

LSR.





viernes, 22 de junio de 2012

San Salvador, 22 de junio de 2012.

La princesa está triste.

Para Léia.

La princesa está triste..., ¿qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
Rubén Darío.

No sé cuando la conocí, no recuerdo el año, ni si fue en primavera o en otoño, era una niña, al menos esa fue mi primera sensación, una jovencita inocente, llena de vida, alegre, con un maravilloso sentido del humor, que sonreía sin cesar, yo, tengo que decirlo, apenas le puse atención y ella creo que tampoco me la puso a mi, incluso he llegado a pensar que esa primera vez ni me vio, no sé, no recuerdo como empezó todo. Ignorando ambos muchas cosas, en el inmenso, complejo espacio y tiempo del Universo, se desarrolló entre los dos una extraña, irregular pero suave amistad, aunque sólo nos vimos en un par de ocasiones.

Ella era en realidad una princesa, pero eso no era lo esencial, lo trágico fue que, a pesar de su perenne sonrisa, yo ignoraba que estaba triste, que añoraba la felicidad perdida y que lejos de su tierra, en el frío mundo del sur, buscaba su reencuentro con la vida, con la paz, con la armonía. Buscaba recuperar la alegría y se refugiaba en la esperanza con todas las fuerzas de su alma. Es un alma blanca e inocente.

Pero la búsqueda terminó, no porque Princess - así le llamo- había encontrado al fin lo que buscaba, sino todo lo contrario; un día su mundo estalló en miles, millones de pedazos y de pronto se vio inerme, destrozada, desesperada, en el centro de la más fría soledad. Yo quizás ya me había olvidado de ella, lo digo con sinceridad, no la recordaba, es más, yo estaba muriendo mientras la princesa empezaba a estar muy triste. Quizás esas trágicas circunstancias hicieron brotar la amistad, a ella la consumía el dolor secreto, mientras yo me encontraba conmigo mismo al borde del abismo en el que caemos al final de nuestras vidas.

Ni ella ni yo sabíamos en realidad dónde estábamos, ni a dónde habíamos llegado. De pronto me di cuenta que estaba a salvo, no sé por cuanto tiempo, pero descubrí que el mundo es un lugar maravilloso y que la bondad es la más hermosa virtud y de nuevo nos encontramos, ella parecía feliz y yo muy sano, pero ambas cosas eran aparentes.

Una noche la princesa, triste, me despertó con un grito de auxilio, que provenía desde lo más profundo de su corazón y desde la más trágica soledad, el desengaño había tocado a su puerta de cristal y la había roto en mil pedazos. Yo, al principio no supe que hacer, no tenía confianza con ella para opinar sobre su drama, ni conocía lo profundo, ni la intensidad de su dolor, pero ella entre sollozos y lágrimas me lo hizo saber y así, entablamos una triste, pero sentida amistad, amistad surgida del dolor, de la desesperación; en ese instante comencé a escuchar música religiosa que tanto me gusta, que llega al fondo de mi alma, buscaba inspiración, buscaba respuestas a ese grito de auxilio en lo más auténtico de mi ser, no puedo decir si lo logré, sólo la princesa lo sabe.

El tiempo que todo lo cura ha pasado, no la volví a ver más, he tenido una irregular comunicación con ella, la princesa es así, me olvida y la olvido, creo que sigue buscando, sin prisas, como debe ser. Me ha contado que empieza a disfrutar de la vida, que ha encontrado los espacios que ella nos ofrece para la alegría compartida, yo espero que sea así, estoy profundamente convencido -es muy inteligente- que encontrará lo que siempre ha deseado, amor, paz y felicidad.

Ese es mi deseo y en lo más íntimo creo que así será, pero sobre todo, lo que más me alegra, es que pienso que la princesa... ya no está triste.

LSR

jueves, 21 de junio de 2012

Por qué te amo

San Salvador, 12 de junio de 2012.

Por qué te amo.

Tú ya lo sabes, pero necesito que sepas cómo te amo y por qué me gusta amarte; quiero decírtelo para que no tengas duda de ello y creo que no la tienes, para que sepas por qué he estado en las buenas y en las malas a tu lado; me sentiría incompleto sin tu continua presencia, sin tu certero juicio que me ha guiado en tantas ocasiones y por  la secreta e íntima armonía que provoca en mi espíritu tu ya larga compañía, años de conjurar espectros, fantasmas invisibles que jamás existieron pero que asustaban tu espíritu, de abrazar las amables circunstancias de nuestro peregrinar, que eso es lo que hemos hecho y hacemos; viajamos a un sitio que queda en ningún lugar y que jamás tendrá un sitio real, como aquel Universo cuyo centro, nosotros, está en todas partes y su circunferencia en ninguno. Estas palabras son un intento de definirnos, una aproximación, una lucubración que busca, quiere descubrir, lo que pasa dentro de mi cuando pienso en ti.

Son tantas cosas, que necesitaría un tiempo igual al que hemos compartido para decirte las múltiples, casi infinitas facetas de  nuestra singladura juntos a través de este océano, a veces tranquilo, a veces tormentoso, de nuestras vidas. Un universo de una complicada arquitectura, a veces paradójica, que conforma espacios imaginarios que no sirven para ser habitados, al menos por nosotros como unidad.

No ha sido fácil, pero  sí, inmensamente gratificante. En ocasiones, algunos instantes, los he creído de ruptura total, pero mi amor sobrepasó las más grandes tormentas y es lo que hace que, en cada ocasión de crisis, el camino empiece a tomar formas armoniosas, en donde la compañía, el compartir un mundo que sólo es nuestro, le da una belleza, un encanto y un misterio especial a nuestra vida.

Puede parecer extraño, pero creo que todas las vidas, todas las relaciones, todos los amores, tienen ese componente paradójico que crea geometrías que confunden la comprensión de los verdaderos sentimientos y oscurecen los senderos de la vida armoniosa. Lo realmente importante es la habilidad para descifrar los códigos ocultos de cualquier relación y tratar de interactuar con ellos, aunque siempre he dicho que la sinceridad es fundamental para la armonía y ésta no esconde códigos de ningún tipo. Pero ninguna regla del amor está escrita en piedra y todos construimos universos diferentes, unos más complejos que otros y de formas simples o complicadas.

La vida, creo que lo has notado, es como una partida de ajedrez, gobernada por fórmulas, movidas y estrategias que conducen, cuando hay amor, no a ganar sino a empatar, a cooperar, a compartir los recursos intelectuales de cada quien, algo en lo que tú has sido pródiga, generosa e ilimitada en tu bondad.



Como dije, tengo múltiples razones para amarte, tantas que este ejercicio es un juego de palabras simple, se queda muy corto, pero como dije al inicio, es un testimonio para una sola persona, para ti, para que comprendas la dimensión exacta de mis sueños y mi infinita esperanza en tu cariño.

Qué simple es, ¿Verdad?, tan simple que todo se encierra en dos palabras: te amo.

LSR.

sábado, 16 de junio de 2012

San Salvador, 15 de junio de 2012.

La gente que me gusta y la que no.

Me gusta la gente que mira a los ojos para dejar al descubierto la transparencia de su amistad y sinceridad, me gustan los que hablan en voz baja porque su fuerza está en sus ideas y en sus argumentos, me gusta la gente que sonríe porque comparte su alegría y derrota en cada instante de su vida la tristeza y el egoísmo, me gusta la gente sin dobleces, directa, que cuando dice sí, es sí, y cuando dice no, es no. Me enamora la gente inteligente, me alucina cuando además posee un  brillante sentido del humor. Me gusta la gente que habla de sus problemas y sufrimientos, como mero desahogo, sin trasladarlos a los demás, me gusta el amigo que es capaz de llorar y entristecerse por una pena genuina, son magnánimos y además fuertes.
Me impresiona la gente que puede pedir perdón cuando es necesario hacerlo, me gusta la gente que pide disculpas cuando comete un error y cuando,  a pesar de recibir indiferencia, continúa siendo cortés. Me gusta la gente que sonríe cuando ve cometer un error, es muestra de que se ve en un espejo antes de criticar  a los demás, me agrada la gente indulgente que tolera los errores de los demás, sus faltas , porque sabe que somos humanos y errar es nuestro destino si somos propositivos, si actuamos, si hacemos algo en este mundo.
Me seduce la gente que corrige sus errores, que no se vanagloria de ellos, que admite sus faltas y se disculpa por ellas. Me encanta la gente que quiere cada día ser mejor, más bondadosa, más solidaria y aunque poco, avanza siempre por el camino de la armonía familiar y social.
Me fortalece saber que todo esto es difícil, pero es que todo lo que vale es cosa de dedicación, sacrificio, esfuerzo continuo, responsabilidad y disciplina. Porque esto es lo que necesita El Salvador, sobre todo en aquellas áreas en que trabajan los que dirigen, que no sólo tienen, sino que deben ser ejemplares. Las cosas que valen cuestan, crear un nuevo país, justo, libre, solidario, cuesta, cuesta tanto, que nadie quiere tomarse el trabajo de empezar y cada día es más tarde, cada día nos acercamos más y más al precipicio de la desolación, del juicio final, de nuestro propio, auténtico y nacional Juicio Final, que nos juzgará con dureza por lo que hicimos mal y por lo que dejamos de hacer por este desangrado país.
Me gusta pensar que como Sodoma y Gomorra, habrá una persona justa, una sola, que cumpla con lo que me gusta, de mirada clara, honrada, sensata, centrada en la realidad y que tomará algún día las riendas de este desbocado y secuestrado país por la maldad, para llevarlo al sendero del Bien y crear así la nación que deseamos todos: justa, digna, libre en donde todos vivamos en armonía y dignidad, quizás no en ausencia completa del mal que es poderoso, pero un mundo en que la balanza, al menos, se incline al lado del bien
Porque me gusta la gente que hace el bien, que vive de su esfuerzo, no de el de los demás, me gusta la gente que tiene porque puede, que puede hacerlo con sus propios medios, con su propio esfuerzo, porque esa es la gente valiosa que se esfuerza y en su esfuerzo no atropella a los demás, reconozco el mérito del trabajo, repudio el que para tener se apropia de lo ajeno, de lo que otros, en las peores circunstancias hacen para que otros vivamos mejor. Me repugna el corrupto y la corrupción porque es la más malvada forma de empobrecer y de engañar.

Me siento agradecido con la gente amorosa, educada, honesta, solidaria que contribuye a la armonía del Universo, que hace tener esperanzas a aquellos que amamos, deseamos, el bien para todos.

LSR

domingo, 3 de junio de 2012

San Salvador, 3 de junio de 2012.

Húmedos recuerdos

Al norte, sobre el volcán, huecos azules interrumpían el blanco manto de nubes que descansaba sobre San Salvador, el sol tímido de la tarde alumbraba con su luz amarilla, una lluvia ligera, fina, obstinada que caía sobre el jardín y en las plantas, jugueteaban brillantes gotas de agua, que con los rayos del sol, convertían las hojas en joyeros.

El tiempo de lluvias, la lluvia en sí, es para mi el tiempo perfecto, desde pequeño la lluvia que me impedía ir al colegio era una bendición, pues siempre he padecido de las amígdalas, y en aquella época lejana, hablo de hace casi sesenta años, había que cuidarse pues la medicina no era tan avanzada y la cura era que te las quitaran, lo cual significaba operación, gastos, en una palabra: problemas.

Pero sobre todo es un tiempo íntimo, cuando llueve el mundo se apacigua, pareciera que nos comunicamos con la naturaleza de forma más amistosa, más armónica, hay una especie de comunión con ella, que se acentúa con el murmullo de las gotas y el viento que nos habla de la fertilidad de la tierra, de la perpetua renovación del Universo. Los aromas de la tierra y las plantas nos envuelven en un aura de sensaciones y percepciones que nos transportan en el tiempo y el espacio,  nos recuerdan los temores de la niñez, que hoy nos hacen sonreír, cuando escapábamos de los rugidos de la tormenta cerrando fuertemente los ojos y escondiéndonos debajo de las sábanas, o con nuestra almohada preferida refugiarnos entre papá y mamá, que a veces  ni cuenta se daban de nuestra cobarde invasión.

La lluvia me trae tantos recuerdos, como cuando caminaba en las corrientes de las calles empedradas de la vieja Santa Tecla, que no existe más, un disfrute sin igual de libertad, a pesar de las amígdalas, que me me hacía alcanzar las puertas del Paraíso y el País de Nunca Jamás. Viniera después lo que viniera, cuando llegaba a casa con los zapatos despegados y mojado hasta los huesos, los contratiempos de la infancia duran segundos.

Más adelante vinieron las novias, que caminaban tomadas de la mano, mientras se empapaban y sus formas se percibían nítidas en esa semi transparencia, que agitaba con furor las hormonas que producía "in illo tempore" a raudales, como la lluvia. Buenas épocas como se dice.

Así fue transcurriendo mi vida entre la lluvia acariciadora, dejando huellas indelebles en mi alma, su frescura, su suave música que adormece en los días libres, lluvia de recuerdos y vivencias que siguen alegrando y arrullando mi espíritu.  ¿Te acuerdas cuando bajo la lluvia te cortaba flores silvestres para colocarlas en tu cabello?, o ¿cuando bajo una fuerte tormenta te compré una rosa y la cortaste por el tallo cuando cerraste apresuradamente la puerta del auto?, la lluvia convierte en alegría las torpezas y sé también que flagela a nuestros pobres en sus precarias casas. Nunca me he olvidado de ello, ni he sido insensible a esas circunstancias, pero en lo personal, la lluvia ha sido compañera divertida, romántica, acariciadora, un disfrute sencillo pero maravilloso, que ha hecho mi vida más disfrutable y no me ha costado un centavo. Los grandes placeres de la vida son así, sencillos, como el amor verdadero, sin complicaciones, una relación amigable, auténtica, solidaria de apoyo mutuo, suave y fresco... como mi lluvia.

LSR.

viernes, 1 de junio de 2012

San Salvador, 25 de mayo de 2012.

La complicada geometría de la vida.

Las noticias que tuve de Helena en su ausencia fueron muy confusas, que si se había ido del país, que si estaba en Guatemala, en la Antigua; en Florencia, en Italia en fin, nada seguro, pero siendo como es, un alma sensible, amante de la belleza, esos lugares son muy posibles; recibo sus correos y mensajes con cierta irregular frecuencia en los que jamás se asoma la mínima pista de su residencia, no he querido preguntarle dónde se encuentra porque sé que no obtendré ninguna respuesta. La complicada geometría de su vida ha sido para mi un teorema irresuelto. Nunca estuve seguro de sus sentimientos, ni de los míos con respecto a ella, pero de que había algo entre nosotros, lo había. 

Lo cierto es que es una mujer estupenda, inteligente, serena, guapa, no bella, pero con clase.  Escribo sobre ella porque ha sido siempre un enigma para mi y porque hoy he recibido uno de sus típicos mensajes y la he recordado con ternura.  

Las líneas de su pensamiento crean  estructuras mentales que jamás he podido resolver; los esquemas de su mente son muy complicados y encima de ello, junto a los míos, las complicaciones se vuelven infinitas, conversar con ella bajo esas circunstancias, aunque era fascinante y enriquecedor, me perturbaba y me agotaba, un cierto dolor se apoderaba de mi y una tristeza por ella me desgarraba el corazón, porque creía que nunca podría ser feliz.

Dije que había algo entre los dos, sí y no, tal vez pueda explicarme; después del amor lloraba con una furia contenida pero densa, profunda; se daba vuelta y en silencio, sollozaba sin quejas, sin sobresaltos, odiaba ese brutal e indigno ritual posesivo -eran sus exactas palabras- y en ese instante creo, me odiaba con toda su alma. Yo, por el contrario, pensaba y actuaba de la más tierna manera, algo sublime pasaba por mi mente cuando estaba con ella y después que su furia amainaba, se lo explicaba de forma natural y  sincera. Me escuchaba mirándome a los ojos desde sus profundas esmeraldas, veladas por un absoluto escepticismo. Era y no era una relación.

Siempre prefirió las caricias periféricas, el roce de mis manos sobre su rostro, en sus brazos y aún en sus senos, pero en este último caso enmudecía, cerraba los ojos y permanecía como si su mente estuviera fuera de este mundo, luego tomaba mi mano entre las suyas y me besaba las puntas de los dedos. ¿Sientes?, me preguntaba varias veces y nunca supe qué responder. Pero eso me hizo comprender, tiempo después,  que una sensibilidad exacerbada dominaba su cuerpo y su alma, comprendí lo del "brutal e indigno ritual", hay mujeres así, de extremas sensaciones y percepciones.

El mensaje que recibí este día reza así: "creo que al fin te he comprendido, el acto de amor es un acto de ternura, tú sabes cómo explicarlo, llego la próxima semana para que lo intentes de nuevo". La he recordado con profunda alegría, porque sé que ahora puede llegar a ser feliz, quizás no conmigo, pero por lo que fue, he escrito este pequeño recuerdo, en homenaje a nuestros desencuentros y al verdadero amor: tierno, sincero, profundo, total, creo que al fin las formas geométricas de su mente se superpusieron exactamente sobre las mías...como en el amor.

LSR.