martes, 31 de diciembre de 2013

San Salvador, 31 de diciembre de 2013.

Ars longa, vita brevis.

Quizás lo que me conmueve del fin de año, es que no dejo de escribir sabiendo que estos mismos años que pasan me olvidarán, me borrarán de sus memorias y se perderán mis letras, mis palabras y frases, como se pierden en el mar los frágiles barcos. Pero hay una necia necesidad de deshacerme de ideas que se agolpan en mi mente, una imperiosa orden que surge de lo más hondo de mi ser, que me impele a escribir sin descanso. Pues si descansara, dejaría de escribir y si dejara de escribir moriría. Así es esta pasión irrenunciable y voluptuosa, este amor posesivo que acaba sólo con la vida, porque escribir, más que una necesidad, es una razón para vivir, es una forma de plantarse en la vida, para producir espejismos, sombras pasajeras y olas en el agua, de llover sobre los ríos, una forma de vivir en otros y de morir sólo en uno mismo.

Mi reino no es de este mundo. Está oculto en los meandros de mi mente, en los rincones ocultos de la fantasía. Como dijo aquel gran sabio que fue Nicolás de Cusa, el Universo y yo añado la mente, es una esfera cuyo centro está en todas partes y su circunferencia en ninguna. Porque ¿dónde están las ideas, dónde los pensamientos, donde los historias que se tejen en mi fantasía? Sí, les damos un hipotético lugar, la mente, el corazón, antes fueron otros órganos, pero ¿quién puede asegurar su verdadero asiento?

Escribir es asombrarse siempre. Es despertar continuamente a la realidad. Verla desde mil perspectivas diferentes, aprehenderla en su esencia. Es admirarse de la genialidad humana o de su estupidez, de nuestros aciertos y de nuestros fracasos, de aquí surgen las tragedias. De la felicidad compartida, no creo que exista otra, aunque se dice que la felicidad está dentro de nosotros, pero si no la compartimos no se materializa, no se disfruta, no se sabe de su existencia, de ahí el optimismo, la poesía romántica, la mística y las apologías. Aunque todo depende del carácter del escritor. Creo que estoy hablando de mi mismo, que suele ser un tema recurrente, creo que de todos los que escribimos. Toda historia tiene algo de autobiográfico, la literatura sólo deforma, traduce y por supuesto, engaña.

Pero ¿acaso no es la vida sueño? Ya Calderón presentía esa dicotomía existencial. Y si es sueño pues es engaño, al menos no es realidad, no substancial, pero difícil de negar. Sobre todo cuando como Séneca nos asombramos y lamentamos de la brevedad de la vida, y entonces sí que parece sueño. A mi, los setenta años me tomaron por sorpresa. La vida infinita que quedaba entre los quince años y los setenta, lo recuerdo muy bien, se agotó en un instante. El prolongado viaje a Ítaca se convirtió en una obra de un solo y exiguo acto, que se diluyó en el tiempo sin que tuviera tiempo de ser consciente de ello y sin alternativa para hacerlo más lento o prolongar su duración, los años implacables se sucedieron y se suceden cada vez a mayor velocidad, como se dice vamos en bajada y pedaleando.

Sólo los recuerdos nos permiten vivir un instante miles de veces. Esa es quizás la solución a la brevedad de nuestra existencia, recordar es volver a vivir y si tenemos fantasía mejoramos de mil maneras esa miserable realidad transitoria y efímera, cuando escribimos la adornamos, la transformamos, la volvemos infinita en sus formas y eterna en su obstinada repetición, ahí está la clave de escribir. Nos volvemos eternos, al menos para nosotros mismos y para aquel amable lector que nos lee.

Sí, me olvidarán los años, pero en el recuerdo de alguna persona, alguna frase de mis escritos quedará colgada de las ramas del árbol de su memoria, a esa o esos, gracias por siempre, porque viviré hasta que desaparezca de sus viejos recuerdos y de su desconocida compañía.

LSR.

lunes, 30 de diciembre de 2013

EL VERANO OLVIDADO

¿Quién lee diez siglos en la historia
y no la cierra al ver las mismas cosas de siempre
con distinta fecha?
León Felipe

A los tecleños de corazón.

Recuerdo casi todos mis veranos que son muchos. Ha arribado uno nuevo. Veranos que traen aromas de nostalgia, de vacaciones escolares, de piscuchas y barriletes, lunas les decía mi padre, de montañas verdes, ronrones, chiltotas y cielos furiosamente azules; cielos de algodones estirados por el viento que hace vibrar el aire y revitaliza los corazones. En Santa Tecla, mi segunda ciudad, adoptiva de corazón, la ciudad de mi inconsciente infancia y mi más inconsciente juventud, los recuerdos quedaron colgados de las ramas de los árboles del parque Daniel Hernández, coloreados por las jacarandas que Enrique Averle pintaba para el futuro, utilizando palmeras por pinceles.

Ayer pasé por el viejo parque y lo encontré remozado, juvenil y diríase que hasta coqueto, mas no íntimo. Me senté a contemplar el nuevo quiosco que recuerda bastante bien aquel de mi recuerdos y una gota de agua del viejo pozo de mis memorias creó ondas en el tranquilo lago de mi realidad. Recordé de pronto a aquella que había olvidado, la que bailaba conmigo alrededor del viejo quiosco, mientras las ráfagas del viento de octubre despeinaban la luna. Aquella vieja amiga que se perdió en el olvido oscuro de los amores profanos. De las pasiones juveniles que guardamos con un poco de pena y un mucho de alegría.

La de aquel verano fue una pasión explosiva, primaveral, como dicen los poetas, turbadora pero sin las impurezas del tiempo. De esas que dejan aristas vivas en el alma, que nos muestran por vez primera la potencia ilimitada y desconcertante del amor y que generan momentos fulgurantes en la vida, instantes quizás de minutos u horas, pero que se graban en lo más profundo del alma.

Después de las cervezas en el desaparecido Memo´s, donde aprendimos a beber multitud de amigos, algunos ya idos. Ya entrada la noche, entre neblinas y vientos, entre tríos y solistas de tangos, terminábamos siempre sentados alrededor del antiguo quiosco, comentando los secretos de la vida. Ahí llegaba siempre, furtiva y coqueta Carmen, tenía entonces la florida edad de catorce años y una experiencia de siglos, no necesariamente mala, entendámonos.

Las ciudades eran la esencia misma del provincialismo, cerradas al exterior, cotos privados de emociones, amoríos y escándalos de íntima propiedad; sólo los habitantes de cada una tenían derecho a conocer los detalles, las circunstancias y el desenlace de las tragedias o festividades. Las noches concentraban dicha intimidad provinciana y entonces éramos como duendes poderosos, conocedores de los más arcanos secretos de la ciudad que desvelábamos por conducto de los policías municipales, músicos y vendedoras de billetes como Carmen y otros enterados de la ciudad que no dormían y le sacaban el jugo a la vida hasta que el sol salía.

Las noches en la vieja ciudad eran realmente noches de frío, el boscoso y neblinoso parque era una especie de santuario, en donde oficiábamos los más extraños ritos, en los cuales, la más pura democracia afloraba y no había pobres ni ricos y la condición social era una categoría inexistente, absolutamente desconocida.

Carmen fue la luz brillante, el faro, de una efímera parte de mi vida, un soplo fresco, una ráfaga de viento acariciadora, una guía de luces navideñas intermitente, alegre, llena de significados y a la vez sencilla y espontánea como las mejores y más puras verdades.

Fue una de esas noches entre místicas y fantasmagóricas, de luna y vientos de los cuatro puntos cardinales, que arremolinaban la neblina creando pequeños e hirientes tornados, los cuales se escapaban entre las ramas de las jacarandas y las peinetas de las palmeras, creando figuras dibujadas con nubes diluidas y rayos de luna.

Se sentó a mi lado mientras el choco Daniel tocaba Nostalgias, el viejo, así lo veía yo, pero ignoro cuantos años tenía en ese entonces, destrozaba el tango con un sentimiento que más que la de la música denotaba la inmensa soledad del trovador. Quiero por los dos mi copa alzar, cantó de pronto, esa fue la frase de la iluminación, el Nirvana de la noche. ¡Copas!, exclamé de pronto, ¡copas!, necesitamos copas y vino. Carmen se levantó y con una sonrisa de kore griega iluminándole el rostro dijo: yo sé dónde encontrar copas. ¡Mi corazón por una copa Carmen!, le dije. Ella se acercó desafiante, me dio un beso y exclamó dirigiéndose a todos: trato hecho.

Se fue con sus pies bailando sobre el piso de las sendas diagonales del parque, era una niña; desapareció por un túnel de niebla mientras Daniel desgranaba notas de la guitarra y reventaba las cuerdas de la emoción. La marea baja de la noche llegó con el término de las canciones, mientras Carlos en su Hillman conseguía el vino y esperábamos a Carmen.

El viejo reloj de números romanos de Concepción dio las doce, mientras los ángeles daban la vuelta a la página del día. Escuchamos en silencio reverente las doce campanadas, aún resuenan en mis oídos en las noche frías de diciembre, y luego comenzamos de nuevo a platicar para atemperar la espera de los utensilios del ritual maravilloso que todos, policías y amigos, esperábamos con tensa expectación.

Imposible saber de dónde habían salido, ni quise preguntarle, Carmen regresaba con una caja pequeña en la que venían seis primorosas copas. Las colocó sobre una de las bancas y nos sentamos juntos a esperar a Carlos que aún no llegaba. Ella, junto a mí, contemplaba con ojos de alegría contenida el grupo. Estaba bella y fresca como un durazno, sus vellos rubios brillaban con las luces mortecinas, rojizas de los viejos faroles del parque y sus ojos color de claras esmeraldas, devoraban la vida con fruición. Por su rostro circulaba la savia luminosa de los primeros amores que nunca envejecen, en ese instante éramos eternos, la noche nunca acabaría y el día jamás llegaría, estábamos domando los caballos que arrastran el carro del sol. Las estrellas lograron apartar por un instante la niebla y dibujaron en cielo, fugazmente, un sembrado de diminutos girasoles.

El vino, cinco botellas, llegó y con él, la alegría. Quisieron entristecer el ambiente de nuevo los tangos, pero nuestra felicidad fue más poderosa y el verano feliz se apoderó de nuestros espíritus. Bailé con Carmen alrededor del quiosco, mientras Daniel nos perseguía. Con las copas en la mano, parecíamos la imagen de la felicidad, derviches infieles que entrábamos en el éxtasis del amor, de la inconsciencia feliz de la juventud, que no tiene límites.

El parque giraba, no nosotros, que envueltos por una nube de emociones nos volvía invisibles y absorbíamos las más puras esencias del Universo; la ternura nos envolvía como un capullo de seda y en los doce espacios de la medianoche transitamos todas la emociones y los afectos de la vida, hablamos como si nos conociéramos de siempre, mientras bajos nuestros pies crujían la hojas y en el aire, el rumor del viento, volvía secreta nuestra plática.

El vino corrió de prisa y nuestras mentes se desbordaron; se agregaron otros amigos y otras mujeres y la reunión se convirtió en carnaval. La madrugada nos tomó de sorpresa y la luna se ahogó por el lado de los chorros mientras el sol se presentía rosado y dorado por el parque San Martín.

El ritmo decreció con la hora y entre mis brazos, aterida de frío, Carmen dormía mientras un zapato colgaba de su pie y yo con la última copa de vino, brindaba como Omar Kheyamm por las doncellas del Universo, las flores y los árboles, las estrellas del cielo y el amor; deseé como él, ser enterrado bajo un árbol en flor, quizás un carao o un mirto cuyo aroma es el aroma de mi infancia, de mi abuela, de mi ciudad natal.

La desperté con cariño, con dulzura, no sin antes haber contemplado su rostro de niña, luminoso, puro, perdido en las ciudades del sueño, donde nada es mortal, donde se vive capítulos perdidos de la eternidad. Abrió sus ojos y estiró sus brazos sobre su cabeza mientras sonreía. La besé con toda la ternura que encierra el alma adolescente, contemplé su rostro dorado, sus ojos cerrados y di gracias a Dios, como siempre lo he hecho, cuando me encuentro con Él.

Caminamos tomados de la mano, ateridos de frío; el viento había ya hecho limpieza en el cielo y las estrellas brillaban juguetonas en el firmamento, antes que la Aurora de rosados dedos, aquella que ya había contemplado Homero y sus héroes, las engullese sin piedad. Contemplando las estrellas se nos hizo de día. Bella, auténtica, sin complicaciones, todavía inocente, Carmen reía conmigo, nos reíamos del Universo, de las guerras y desastres, de la pobreza del mundo, porque en ese instante maravilloso de coros celestiales, de algarabía de pájaros madrugadores, el amor, nuestro amor era realmente nuestro y único, éramos la felicidad en medio de la nada.

¡Amor mío!, exclamó mirando con temor mis ojos. Fue la primera vez que oí esas dos palabras; por gracia de Dios las escuché desde lo profundo de la inocencia y la ingenuidad; inicié así mi ascensión privada y me diluí en sus pensamientos, en su boca, en su mundo de pobrezas y me sentí, por primera vez en la vida, un ser humano real, hermano de todos mis hermanos. Abrazados, tomados del alma, recorrimos las cinco cuadras a su casa, a su mesón, la noche perdía su batalla con la luz, pero nosotros habíamos ganado la más excelsa de todas.

En una semana sería Navidad, el viento entonaba villancicos y nosotros, como Mendelssohn, cantábamos canciones sin palabras. Canciones que sólo el alma escucha, que sólo es posible cantarlas cuando se tiene quince años, antes de la pérdida de la inocencia, antes que el alma abra sus puertas al universo, o que el mundo descubra su fragilidad.

jueves, 26 de diciembre de 2013

San Salvador, 26 de diciembre de 2013.


Elegía de fin de año.

No me resta más que llorar por mi pueblo. Me insisten, incluso he leído, que estamos en una época maravillosa, en general es cierto, a nivel global. El mundo ha recorrido una distancia asombrosa, desde los albores de la civilización, supersticiosos, crueles, sanguinarios, hasta nuestros días de tecnologías increíbles y adelantos fantásticos, que nos hacen la vida más fácil y llevadera. En general, la justicia y el respeto a los derechos humanos, son infinitamente mayores hoy en día en ciertas partes privilegiadas del mundo, aun en nuestro país el progreso es notable, aunque muy imperfecto todavía.

Pero sí se puede llorar sobre algunos aspectos importantes de nuestra vida nacional. Llorar en el sentido figurado y aun en el literal. Yo sé perfectamente, lo tengo muy claro, que las cimas de perfección que aspiramos cada vez con más vehemencia mientras acercamos a nuestro final, son lugares inhabitables, no por que lo sean en sí, sino por su inalcanzabilidad.

Siempre soñé con un país de gente feliz. Lo quise desde mi infancia, en la plácida inocencia de mis primeros años, pero que era imposible, también lo vi desde mi niñez; mi padre poseía fincas y eso me permitió, no sentir en carne propia, pero si observar las distancias galácticas de los adinerados con respecto a los miserables de este país. Esas fueron mis primeras lágrimas. jamás se me ocurrió ni se me ha ocurrido tomar las armas por ellos. No soy hombre de violencias, ni físicas ni emocionales, aunque en ocasiones, mea culpa, he caído en tentación.

En la juventud me di cuenta que todo se debía a la existencia de estructuras obsoletas, injustas y crueles, que provocaban una dolorosa, odiosa y asimétrica distribución de la riqueza; fui consciente pero no hice nada, no había sufrido. Fueron los años, los tercos años, los que poco a poco, me hicieron rebelarme, intelectualmente, contra una situación que superaba nítidamente mi paciencia. Pudiendo haberlo hecho, nunca hice uso de las propiedades que heredé. No podía hacerlo. No estaba en mi seguir el juego de un Estado sostenido por una burguesía, no infame, como se quiere presentar en ocasiones -papá y muchísimos otros de su época, eran buenos hombres, productos genéricos, de un mundo que era así- avalada por una iglesia aristocrática, que despertó de su letargo milenario hace unos cincuenta años, aunque algunos todavía duermen.

De ese fallo estructural, cruel e infinitamente injusto surgió el caos. Ese oscuro período del cual aún no salimos y que destruyó, a veces muy injustamente y sin hacer reparos de ninguna clase, un mundo del cual no rescatamos ninguna de sus partes amables, de sus esquemas funcionales, ninguno de sus valores y nos perdimos en el marasmo de la pos modernidad brutal, despiadada e irreverente. A eso debemos agregar, que naufragamos en el gran tsunami de la globalización, caímos en el consumismo aberrante y decadente que lanzó nuestro pueblo ignorante por la senda del desenfreno hedonista que ahora nos ahoga en una perpleja pobreza, a veces inconscientemente.

Lloro por lo que hemos sufrido y por lo poco que hemos avanzado, en algunos aspectos retrocedido, lloro por las virtudes perdidas, por la paz masacrada, por la miseria infinita, por la falta de educación, hemos perdido medio siglo de vida y de alegría, casi para nada.

Baruch de Espinosa se pasó la vida hablando de Dios, pero no era el Dios del lenguaje ordinario. Hablaba de su Dios, lo que nos falta. Dijo además, algo muy interesante: " el deseo es la esencia misma del hombre". No es la razón, aunque parezca que es lo más inteligente, pero ésta después de siglos, al menos desde el punto de vista de la humanidad, no nos está llevando a ningún lado. Au contraire. Quizás en lugar de la razón, lo que nos saque de este brutal estancamiento, sea el deseo de ser felices, de ser justos, de ser libres, de ser seres de paz y amor...quizás.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

San Salvador, 17 de diciembre de 2013.

Feliz futuro.

2013 no ha sido un buen año, tampoco malo; los salvadoreños tenemos recuerdos encontrados de un año frustrante y confuso, un año que difícilmente nos permite atisbar en nuestro futuro, pero creo en la bondad y el amor y eso es bastante para confiar. Cuando enfermé me deslumbró una Iluminación que no esperaba, mi Dios me dio tiempo extra, he hecho y haré lo que tengo que hacer y escribir para corresponderle. Ese Dios que a algunos les parece extraño, pero que a mi me reconforta y me impulsa a ser mejor.

Mis amores, mi familia están conmigo, sobre todo su esencia; mi espíritu está fuerte y mi alma en paz, Dios me ha dado en esta vida todo, bienes materiales, espirituales, intelectuales, quizás más de lo que merezco, Él sabrá por qué; me ha librado de los apegos, esto es una bendición invaluable, pues las posesiones nos atan a las circunstancias de la vida creando vínculos que distorsionan nuestra visión de la realidad y nos roban la libertad, hoy, que de ciudadanos nos hemos convertido en consumidores, liberarse de los apegos es fundamental para encontrar la felicidad y la libertad. Mi vida es ahora hermosa, no importa la enfermedad, todo lo que amo está a mi alrededor, mis libros, mi arte, me hacen compañía, mi esposa está siempre a mi lado y mis hijos están bien, ¡qué más puedo pedir a la vida!

Esta tierra que tanto he amado, amo y amaré, por el contrario, viaja a la deriva, mal dirigida y peor cuidada, perdida, sin rumbo fijo, viajamos sin sentido de nación, no somos ni izquierda ni derecha, ni socialistas ni capitalistas, ni cultos ni ignorantes, mediocridad en todos lados, pero especialmente en el gobierno, no sólo en éste. El Salvador es un negocio de pocos en detrimento de muchos. Y lo más trágico es que desperdiciamos nuestra inteligencia, porque !vaya que hay talento entre nosotros!, mucho talento. Jóvenes de gran creatividad que no tienen oportunidad de expresarse, de demostrar su frescas ideas necesarias para transformar este desangrado país, víctima de la injusticia, del crimen organizado, del mal en toda su perversidad. En ellos, en la conciencia nueva de ciudadanos vigorosos que no comprenden por qué este país no puede cambiar. En ellos deposito mi esperanza y con Stéphane Hessel, los insto a indignarse y empezar acciones para cambiar este país hundido en la miseria, en el desorden, en la desgracia de los partidos políticos. Hacer brillar las ideas de justicia real, real libertad, de progreso humano. Los invito a rebelarse contra el consumismo, volver a la cordura; años difíciles nos esperan, pero el sacrificio y el esfuerzo valdrán la pena, si al final eliminamos esta corrupta clase política y creamos un proyecto de nación justo y viable.

Por ellos pienso también que hay esperanzas, pero debemos de actuar con la conciencia clara de que además de resolver nuestros problemas personales, debemos de servir al país, no servirnos de él como los actuales gobernantes, que despilfarran nuestro dinero en lujos y banalidades. No podemos reclamar a la patria si no aportamos nada, no podemos ser mejores como sociedad, como nación, si cada uno de nosotros no es mejor y contribuye con su grano de arena haciendo cada quien lo que le corresponde, de la mejor y más honrada manera posible, para la consecución de un país transparente y justo en donde podamos vivir con Dignidad y con Libertad, para ello es necesario luchar contra el sistema caduco que nos mantiene esclavizados a unos gobiernos, que han demostrado hasta la saciedad, su absoluta ineficacia.

Sólo así nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos, vivirán plenamente y alcanzarán el éxito que les deseamos con todo nuestro amor y con el éxito, la felicidad que es lo que todos buscamos y que es también lo que le deseo a mi pueblo, a mis amigos, desde el fondo de mi corazón. Que mi Dios nos bendiga a todos.

Luis Salazar Retana.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

San Salvador, 5 de noviembre de 2013.

Ignorancia y Libertad.

Es imposible considerar que en la ignorancia encontremos la Libertad. Quien no piensa como yo es un imbécil, esto dice una mitad del mundo y la otra mitad responde de la misma manera. Las dos son formas químicamente puras de la ignorancia. Después de la Segunda Guerra Mundial y de las atrocidades de ambos bandos, aunque parece que sólo los alemanes las cometieron, cosa en la que no coincido, se trató de crear una conciencia clara de lo que deberíamos hacer para no caer en ese mismo error. Las palabras del escritor, poeta y ensayista mexicano Torres Bodet, entonces delegado de México para la creación de la organización de la comisión para la cultura y las ciencias, son un ejemplo de lo que se predicaba y no se cumplió, decía él: «abordar en la historia humana una era distinta de la que acababa de terminar». Un orden del mundo en el que ningún Estado pudiera colocar un telón en torno a su población ni «adoctrinarla sistemáticamente con ayuda de unas pocas ideas angostas y rígidas». Una época en la que reinaría «un auténtico espíritu de paz» porque las ideas circularían libremente de una nación a otra, y porque, en lugar de ser amaestrados, idiotizados y manipulados por las ideologías totalitarias, los individuos serían educados para servirse de su razón.” Lo cito del libro de Alain Finkelkraut, “La Derrota Del Pensamiento."

Pero es que hemos hecho exactamente lo contrario en los últimos setenta años. Hemos negado la educación a nuestros pueblos, indoctrinado de acuerdo a las ideas imperantes, por exóticas que estas sean, por injustas que sean, por totalitarias que sean y hemos llevado ignorancia a través de la manipulación social y política a nuestros pueblos y, desde finales del siglo pasado no sólo los gobiernos sino las grandes transnacionales, imperios económicos voraces, sedientos de dinero y absolutamente sin escrúpulos, deshumanizados y perversos en su accionar, que comercian a nivel global con el dolor y la miseria humana. Venden consumismo, armamentos, crean guerras y confusión sobre el planeta. En el Medio Oriente, Asia, África y en América Latina, las dictaduras manipulan e idiotizan a buena parte de los ciudadanos, de otra manera es inexplicable que países con recursos casi ilimitados vivan en las condiciones que viven. No hemos desarrollado un auténtico espíritu de paz, mucho me temo que las guerras del siglo XX y XXI son más odiosas, crueles y abusivas que las de cualquier siglo anterior, veamos sino la guerra de Irak, fundamentada en una burda mentira, que dio lugar a la mal llamada "Primavera Árabe", de resultados más que dudosos, de trágico y desconocido final.

Todo esto debido a que las grandes grandes naciones dejan caer subrepticiamente sobre la conciencia de los ciudadanos del mundo un velo de ignorancia, ocultando la realidad económica, social y política que oscurece la verdad en todas partes y somete a los pueblos, incluidos a los más "civilizados", a penurias sin fin y a una pérdida de ganancias sociales duramente conseguidas a través de siglos.

Desde esa negra perspectiva comprendo con claridad que El Salvador está perfectamente inmerso en la vorágine de la ignorancia provocada y de la endémica ignorancia de un pueblo poco educado. Los adoctrinamientos políticos y sociales extremos de la derecha y la izquierda y de todo el espectro político nacional, ayudados por quinta columnistas y plumíferos en ambos bandos, no sólo causan confusión sobre el pueblo ignorante, sino una auténtica catástrofe intelectual que nubla la razón y desata las más bajas pasiones. Esto recrudece la confrontación y aumenta la incomprensión de la verdad con el consiguiente aumento de la ignorancia, que mantiene a los pueblos en campo de la más salvaje manipulación. Realmente pienso que sólo la verdad y la educación nos hace libres, y ella se encuentra en la reflexión y en la virtud, no hay otra alternativa, ni otro camino. Los extremos nos llevan al despeñadero, a la miseria y la esclavitud. Nosotros elegimos.

martes, 3 de diciembre de 2013


San Salvador, 28 de noviembre de 2013.


Estoy harto, estoy cansado.
A la manera de Bill Cosby.

Porque a él le escuché algo como esto, que a mi me sucede. Tengo setenta años y estoy cansado de los religiosos estridentes, gritones, escandalosos, estoy cansado de tanto traficante de Dios que engaña y manipula a la gente con el cielo y el infierno; cansado de que se tenga que dar explicaciones a los homosexuales, lesbianas y transexuales como si fueran ellos lo mejor del mundo, en todo caso, iguales a cualquier grupo, sin privilegios especiales, como cualquier minoría. Cansado de la falsa gramática de género y otros absurdos idiomáticos. De que la izquierda es virginal y celestial que nunca ha hecho nada y que la derecha es una mierda y que todos son unos corruptos, conozco gente buena y decente en ambos lados, gentes que creen en lo que hacen sin distingos políticos, que piensan en El Salvador.

Harto de oír que la medicina cubana es extraordinaria, no cabrían los enfermos del mundo en la isla, miren lo que le pasó Chávez, quizás aquí le hubiera ido mejor, sé lo que digo, padezco de cáncer desde hace casi cinco años y me han mantenido aquí excelentes médicos salvadoreños y he visto en el hospital que me atiende, gente de Centroamérica, México y Suramérica. Estoy cansado de la prepotencia del presidente, de los políticos, de los que se reeligen, de los dictadores y presidentes populistas y crueles del mundo; estoy harto de la asamblea constituyente, así con minúscula, estoy cansado de los diputados y sus turbiedades, de su falta de ética y de sus sinvergüenzadas, de sus salarios, de sus guardaespaldas, de sus carros de lujo, de sus bonos, de su falta de real compromiso con el pueblo necesitado de este país, de la corrupción de este país; cansado de las maras criminales, de los buses y sus eternos abusos que nadie detiene ni tiene intención de hacerlo; de las trabazones de los trabajos de propaganda Estoy cansado de Roque Dalton y sus leyendas, algo bueno hizo, pero genio, ni de lejos. Estoy cansado de los que andan de partido en partido, donde mejor les pagan, personas de alquiler, baratas y desechables; estoy harto de la traición, de la falta de seriedad, compromiso, de los políticos y partidos políticos.

Cansado de todos de los bancos y comercios leoninos y ladrones, de los que venden armas, de los que venden drogas, de los violadores, de los asesinos; estoy harto de la derecha sin escrúpulos, ofensiva, insensible e insolidaria. Estoy cansado de que se violen las leyes a cada instante y decepcionado de que no se haga nada al respecto. Estoy cansado de ver que los hospitales no tienen medicinas, que no hay médicos amables, que en el Seguro tratan a los pacientes con negligencia y hasta ofensivamente.Y cansado de ver que no se hace nada. Estoy hastiado de todo este desorden, incompetencia y falta de virtud.

Estoy realmente agotado. Harto, decepcionado que un medio extraordinario como Internet, se haya convertido en un instrumento de espionaje de las grandes potencias que violan cada segundo la privacidad del Universo, y después quieren meter preso a los que los descubren o cobrar multas millonarias al que baja una canción, un libro. Qué vergüenza. Estoy harto de las transnacionales que mandan más que los gobiernos, que compran funcionarios y países, y nos envuelven en la insania del consumismo alienante. Estoy agotado, realmente cansado de las mentiras de los políticos de todo el mundo, pero especialmente de este país, desangrado, engañado, estafado por ambos bandos dominantes, sometidos a las peores mentiras y manipulaciones, en donde izquierda y derecha son un núcleo de millonarios que controlan a su antojo el país, alejados de la democracia, de la justicia y de la paz, mientras el pueblo se debate entre la pobreza y la desesperación.

Que Dios nos proteja de todo mal y nos libre de estos modernos filibusteros, traficantes de Dios, de drogas y seres humanos.

lunes, 2 de diciembre de 2013

San Salvador, 25 de noviembre de 2013.

Las criaturas de mi jardín imaginario.

A mis hermanitos, los niños con cáncer.

Lo construyo desde mi infancia e incluye un circo pequeño. El jardín, por una magia que desconozco, puede albergar cualquier número de maravillas, plantas y un sin fin de mariposas e insectos que jamás escapan de su dominio. Sus árboles tienen troncos de pieles de los animales que llegan a morir a sus raíces o sus ramas, como si ellos fueran su cielo, de ocelotes, tigres dorados y albinos, algunos con púas como puerco espines y colibríes de colores cambiantes como alas de mariposas. Sus hojas son de rubíes y esmeraldas, pero los bananos, tienen hojas de jade y los helechos están hechos de virutas de topacios y aguamarinas. Se parece ese jardín imaginario a los del aduanero Rousseau y los animales no se parecen a los que están en los zoológicos, sus pieles son más finas y sus cuerpos más estilizados. Cuando el viento del norte sopla sobre él, miles de arpas suenan al unísono y entonces al jardín se llena de chispas de colores y melodías de otros mundos que dibujan sueños.

Porque el jardín vive sólo en mis noches y sueños tranquilos. Sólo entro a él cuando el día ha sido feliz o la mañana placentera. Es una especie de barómetro que mide mi paz interior y mi felicidad. Es el jardín que todos llevamos dentro pero que debido a nuestras preocupaciones, trabajos, nuestro sobrecargado cerebro, se nos impide visitar y volver a la infancia para recordar cuando fuimos puros y sinceros, reales y sin máscara.

Allí viven animales maravillosos, suaves y encantadores, pero también monstruos que viven agazapados bajos zarzas de obsidiana con espinas de ónice. Nunca despiertan si no llevas el mal en tu corazón, si no llevas consigo miedos. Es el Jardín de las delicias, donde retornamos a la inocencia. No hay ángel con espada flamígera a la salida ni a la entrada, somos nosotros los que nos vedamos su ingreso con nuestros temores. Sus caminos ondulan a través de helechos y magnolias de porcelana, de gardenias y rosas de la montaña. En la noche, esos caminos como ríos de lapislázuli, se iluminan con farolas de luciérnagas que llenan el espacio de vibraciones luminosas y colores de aureolas boreales y una especie de estupor reverencial se apodera de mi.

En el centro está el árbol del bien. Es un arbusto de poca altura, su tronco delgado como serpiente cambia de colores durante el día y durante la noche posee iridiscencias infinitas que superan el arco iris. Bajo su luz o su sombra, músicas celestiales, sublimes y turbadoras, descienden sobre nuestra consciencia, son músicas que no se captan con los oídos sino con la mente y penetran hasta lo más profundo de nuestro ser. Su fuerza emotiva es tal, que jamás he logrado soportarla por mucho tiempo.

A su lado está el circo, pequeño como todo la que hay en el jardín, no hay elefantes ni jirafas, una vez llegó una pero el cuello se salía de la carpa y el elefante no cabía por la puerta. Todo es proporcionado a su dimensión. En cambio hay ciervos enanos, tigres miniaturas, perros de toda clase, ardillas, conejos vestidos de frac, que parecen pingüinos orejudos. En el centro de la pista está un espacio donde un niño hace increíbles contorsiones y donde desfilan mariposas y libélulas, al son de una banda de cascanueces rusos multicolores.

El jardín es el lugar donde guardo mis recuerdos. En los paredones están los carros de juguete con los que jugaba de niño; en un armario vetusto con haladeras de cerámica, los libros del Tesoro de la Juventud, en los que aprendí a amar la literatura, mi primer microscopio, cuadernos de mis primeros grados con dibujos a tinta china y la pluma que me regaló papá. Es el lugar donde fui inocente y feliz. A donde voy cuando quiero serlo de nuevo. El jardín que deberíamos visitar todos.
San Salvador, 25 de noviembre de 2013.

Las criaturas de mi jardín imaginario.

A mis hermanitos, los niños con cáncer.

Lo construyo desde mi infancia e incluye un circo pequeño. El jardín, por una magia que desconozco, puede albergar cualquier número de maravillas, plantas y un sin fin de mariposas e insectos que jamás escapan de su dominio. Sus árboles tienen troncos de pieles de los animales que llegan a morir a sus raíces o sus ramas, como si ellos fueran su cielo, de ocelotes, tigres dorados y albinos, algunos con púas como puerco espines y colibríes de colores cambiantes como alas de mariposas. Sus hojas son de rubíes y esmeraldas, pero los bananos, tienen hojas de jade y los helechos están hechos de virutas de topacios y aguamarinas. Se parece ese jardín imaginario a los del aduanero Rousseau y los animales no se parecen a los que están en los zoológicos, sus pieles son más finas y sus cuerpos más estilizados. Cuando el viento del norte sopla sobre él, miles de arpas suenan al unísono y entonces al jardín se llena de chispas de colores y melodías de otros mundos que dibujan sueños.

Porque el jardín vive sólo en mis noches y sueños tranquilos. Sólo entro a él cuando el día ha sido feliz o la mañana placentera. Es una especie de barómetro que mide mi paz interior y mi felicidad. Es el jardín que todos llevamos dentro pero que debido a nuestras preocupaciones, trabajos, nuestro sobrecargado cerebro, se nos impide visitar y volver a la infancia para recordar cuando fuimos puros y sinceros, reales y sin máscara.

Allí viven animales maravillosos, suaves y encantadores, pero también monstruos que viven agazapados bajos zarzas de obsidiana con espinas de ónice. Nunca despiertan si no llevas el mal en tu corazón, si no llevas consigo miedos. Es el Jardín de las delicias, donde retornamos a la inocencia. No hay ángel con espada flamígera a la salida ni a la entrada, somos nosotros los que nos vedamos su ingreso con nuestros temores. Sus caminos ondulan a través de helechos y magnolias de porcelana, de gardenias y rosas de la montaña. En la noche, esos caminos como ríos de lapislázuli, se iluminan con farolas de luciérnagas que llenan el espacio de vibraciones luminosas y colores de aureolas boreales y una especie de estupor reverencial se apodera de mi.

En el centro está el árbol del bien. Es un arbusto de poca altura, su tronco delgado como serpiente cambia de colores durante el día y durante la noche posee iridiscencias infinitas que superan el arco iris. Bajo su luz o su sombra, músicas celestiales, sublimes y turbadoras, descienden sobre nuestra consciencia, son músicas que no se captan con los oídos sino con la mente y penetran hasta lo más profundo de nuestro ser. Su fuerza emotiva es tal, que jamás he logrado soportarla por mucho tiempo.

A su lado está el circo, pequeño como todo la que hay en el jardín, no hay elefantes ni jirafas, una vez llegó una pero el cuello se salía de la carpa y el elefante no cabía por la puerta. Todo es proporcionado a su dimensión. En cambio hay ciervos enanos, tigres miniaturas, perros de toda clase, ardillas, conejos vestidos de frac, que parecen pingüinos orejudos. En el centro de la pista está un espacio donde un niño hace increíbles contorsiones y donde desfilan mariposas y libélulas, al son de una banda de cascanueces rusos multicolores.

El jardín es el lugar donde guardo mis recuerdos. En los paredones están los carros de juguete con los que jugaba de niño; en un armario vetusto con haladeras de cerámica, los libros del Tesoro de la Juventud, en los que aprendí a amar la literatura, mi primer microscopio, cuadernos de mis primeros grados con dibujos a tinta china y la pluma que me regaló papá. Es el lugar donde fui inocente y feliz. A donde voy cuando quiero serlo de nuevo. El jardín que deberíamos visitar todos.

martes, 26 de noviembre de 2013

San Salvador, 25 de noviembre de 2013.

Las criaturas de mi jardín imaginario.

A mis hermanitos, los niños con cáncer.

Lo construyo desde mi infancia e incluye un circo pequeño. El jardín, por una magia que desconozco, puede albergar cualquier número de maravillas, plantas y un sin fin de mariposas e insectos que jamás escapan de su dominio. Sus árboles tienen troncos de pieles de los animales que llegan a morir a sus raíces o sus ramas, como si ellos fueran su cielo, de ocelotes, tigres dorados y albinos, algunos con púas como puerco espines y colibríes de colores cambiantes como alas de mariposas. Sus hojas son de rubíes y esmeraldas, pero los bananos, tienen hojas de jade y los helechos están hechos de virutas de topacios y aguamarinas. Se parece ese jardín imaginario a los del aduanero Rousseau y los animales no se parecen a los que están en los zoológicos, sus pieles son más finas y sus cuerpos más estilizados. Cuando el viento del norte sopla sobre él, miles de arpas suena al unísono y entonces al jardín se llena de chispas de colores y melodías de otros mundos, que dibujan sueños.

El jardín vive en mis tardes somnolientas y en mis noches frías. Sólo entro a él cuando el día ha sido feliz o la mañana placentera. Es una especie de barómetro que mide mi paz interior y mi felicidad. Es el jardín que todos llevamos dentro pero que debido a nuestras preocupaciones, trabajos, nuestro sobrecargado cerebro, se nos impide visitar y volver a la infancia para recordar cuando fuimos puros y sinceros, reales y sin máscara.

En él viven animales maravillosos, suaves y acariciadores, pero también monstruos que viven agazapados bajos zarzas de obsidiana con espinas de ónice. Nunca despiertan si no llevas el mal en tu corazón, si no llevas consigo miedos. Es el Jardín de las delicias perdido, el lugar donde retornamos a la inocencia. No hay ángel con espada flamígera a la salida ni a la entrada, somos nosotros los que nos vedamos su ingreso con nuestros temores. Sus caminos, diseñados según el Feng Shui, ondulan a través de helechos y magnolias de porcelana, de gardenias y rosas de la montaña. En la noche, esos caminos como ríos de lapislázuli, se iluminan con farolas de luciérnagas que llenan el espacio de vibraciones luminosas y colores de aureolas boreales y una especie de estupor reverencial se apodera de mi.

En el centro está el árbol del bien. Es un arbusto de poca altura, su tronco delgado como serpiente cambia de colores durante el día y durante la noche posee iridiscencias infinitas que superan el arco iris. Bajo su luz o su sombra, músicas celestiales, sublimes y turbadoras descienden sobre nuestra consciencia, son músicas que no se captan con los oídos sino con la mente y penetran hasta lo más profundo de nuestro ser. Su fuerza emotiva es tal, que jamás he logrado soportarla por mucho tiempo.

A su lado está el circo, pequeño como todo la que hay en el jardín imaginario, no hay elefantes ni jirafas, una vez llegó una pero el cuello se salía de la carpa y el elefante no cabía por la puerta. Todo debe ser proporcionado a su dimensión. En cambio hay ciervos enanos, tigres miniaturas, perros de toda clase, ardillas, conejos vestidos de frac, que parecen pingüinos orejudos. En el centro de la pista está un espacio donde un niño hace increíbles contorsiones y donde desfilan mariposas y libélulas, al son de una banda de cascanueces rusos.

El jardín es el lugar donde guardo mis recuerdos. En los paredones están los carros de juguete con los que jugaba de niño, en un armario vetusto con haladeras de cerámica, los libros del Tesoro de la Juventud, donde aprendí a amar la literatura, cuadernos de mis primeros grados con dibujos a tinta china y la pluma que me regaló papá. Es el lugar donde fui inocente y feliz. A donde voy cuando quiero serlo de nuevo.

lunes, 25 de noviembre de 2013

San Salvador, 25 de noviembre de 2013.

La Música esa dulce y triste compañía.

Ninguna música ha entonado aún la ruptura con Dios.
Emile M. Cioran.

La música, ¡Ay! la música, siempre recomenzando mi mundo, siempre abriendo nuevas puertas a mi espíritu. Los últimos años he recalado en la música de Bach. Dicen que Bach es para especialistas y así debe de ser por su complejidad contrapuntística, exceso de adornos y otras singularidades, lo que lo hacía y hace difícil de interpretar. Pero estoy seguro que también es el más puro de los músicos, por ello, aún los ignorantes, es decir los que no sabemos nada música, carencia de la que no dejo de lamentarme, disfrutamos con fruición y entusiasmo de esas naturales melodías y armonías que salieron de su mente prodigiosa, genial y prolífica. Bach es a la música lo que la escultura griega al arte. Es arte puro, aproximado a lo real, pero comprensible, es como su arquitectura, templos hermosos, sublimes, que hoy no son lo que eran, quizás como eran no me hubieran emocionado tanto, pintados de colores primarios, fuertes, que ocultaban el noble mármol pentélico, con su incomparable color alabastrino. Al igual, a Bach lo conozco más por sus transcripciones, sobre todo las de piano, que no suenan igual que en el clavecín o sus conciertos en los instrumentos modernos.

Por alguna razón Bach llega con claridad a nuestra humana sensibilidad musical, nos comunica con lo divino, al igual que Mozart, o alguien tan moderno como Arvo Pärt, quien nos transporta a espacios celestiales con composiciones sacras. Menos fantasioso que otros, su música fue una alabanza continúa a Dios, profundamente religioso, compuso música desfasada de su tiempo, pasada de moda, pero no del futuro, sólo para alabar al Señor, está lejos de la mundanalidad de Rameau o Couperin, que son admirables por supuesto, pero carecen del sello de lo sublime. Esta es la opinión de un lego, pero es mi opinión y a estas alturas de la vida de algo me sirve, sobre todo a nivel personal y muy espiritual. Esta edad que entiende la sublime belleza del Universo.

Creo que uno de los aceleradores de la mística, entendida ésta en su más pura y libre expresión, es la música. Escuchar el Stabat Mater de Pergolesi, por la Netrebko y la Pizzolato, es una experiencia casi divina, dos voces poderosas y perfectamente educadas que transforman una obra maravillosa en algo excepcional, que trastorna nuestra realidad para llevarla a campos de belleza sin igual. Menos divino más terrenal pero sublime, lo siento como un canto al dolor o a la desesperación, es el adagio del concierto para piano No. 23 de Mozart. Esa diminuta obra me traslada a lugares en los que encuentro la paz en medio de recuerdos, de nostalgias y dolores que formaron mi mundo y mi corazón.

La música ha sido mi dulce o triste compañía a través de los años, música de todo tipo, pero la llamada música clásica, nombre que no comparto ni entiendo, ha sido una constante en mi vida, me ha servido de consuelo, de inspiración, muchos de mis relatos no hubieran sido posibles sin ella. En ocasiones he tenido la tentación de añadir, por ejemplo, " léase escuchando el Invierno de las Cuatro estaciones de Vivaldi", según el dolor o la alegría del momento en que la escribía. Todo arte tiene su música.

Ella me hace presentir mi Dios, ese ser escurridizo, Dios mío que no logro comprender ni imaginar. En este instante escucho el andante del segundo concierto para piano de Shostakovich, pequeña joya escondida en esa turbulenta obra, tengo una debilidad desmedida por las partes tristes, nostálgicas de la música, esa lágrima musical, me acerca a Dios sin ser nunca suficiente para aprehenderlo. Pero en esas aproximaciones, alcanzo ciertos atisbos de su divinidad de Su clemencia, de Su misericordia y siento que el universo es mío. ¡Bendita sea la música!
LSR

sábado, 23 de noviembre de 2013

San Salvador, 13 de octubre de 2013.


Del retroceso de la confianza y el florecimiento de la arrogancia.

La política es hoy un juego de personalidades que van y vienen.
Pierre Rosanvallon.

Debo en primer lugar confesar que el título de este escrito, proviene de un capítulo del libro de Zigmunt Bauman, "Esto no es un diario", libro que trataré de glosar y comentar adaptándolo a nuestras actuales circunstancias.

Los políticos nunca han sido en nuestro medio gente de confianza. Es más, siempre hemos desconfiado de ellos. Por diversas razones, las más de ellas ciertas. Pero en los últimos decenios y hasta el actual gobierno, la confianza ha venido cayendo hasta niveles absolutamente insoportables. La ineficacia y mínima eficiencia de sus gestiones, el fracaso de los sistemas, de izquierda y derecha para llevarnos por el buen camino de la justicia, la paz y la dignidad, que como seres humanos nos merecemos, han demolido la escasa confianza de los salvadoreños en los políticos y en el sistema de partidos políticos del país. Esto es producto de la irracionalidad con que se tratan los problemas nacionales y la poca preparación de nuestros gobernantes para resolverlos o de su poco interés por lograrlo. Estamos en un punto de nuestra economía y de nuestra estructura social que de no tomar medidas, urgentes y dolorosas muchas de ellas, sin el mínimo optimismo que muestran los candidatos presidenciales, desembocaremos en el caos y en el descontrol social, por decirlo con suavidad temerosa.

Como siempre, se ofrece más de lo que puede hacer y no orientado a las causas de los problemas sino a sus efectos. Es a todas luces imposible lo que ofrecen sin recursos, ya sometidos a un endeudamiento que compromete a varias generaciones.

Más escepticismo ciudadano y menos confianza si esto es posible. Loïc Blondeaux sugiere en su libro " El nuevo espíritu de la democracia", que lo que produce ese escepticismo es "el cada vez más ilusorio carácter de la participación de los ciudadanos en el proceso político". Se vota y luego los representantes elegidos hacen lo que quieren, una vez en el lugar de su preferencia, juntas directivas o comisiones, sus intereses particulares, preceden y son preferentes a los intereses de la ciudadanía. Cambios de partido, de ideología, renuncia de su militancia pero conservando sus prebendas con la más absoluta falta de dignidad e integridad, son comunes.

Bastien François, en Le Monde 22 de julio de 2011, escribió como si viviera en El Salvador. Transcribo " A todos los efectos prácticos, a menos que los titulares de cargos políticos, sean sorprendidos in fraganti en sobornos, trampas, escándalos sexuales...tienen total libertad para hacer trizas sus programas electorales con la más absoluta impunidad", pero es que aquí aunque los sorprendan in fraganti, no tienen castigo, borrachos, abusivos y siguen en sus puestos sin ninguna pizca de vergüenza traicionando sus deberes para con los ciudadanos honrados y trabajadores. No, sencillamente no puede ser. Una arrogancia ofensiva y sin límites, decepcionante.

Ya los partidos usan argumentos y firmas que respalden esas ideas, sino que usan dólares que compran, no lealtades, que no las poseen los comprados, sino testaferros traidores que van únicamente detrás de una solvencia económica personal, conducta que mal puede ayudar a resolver los acuciantes problemas de la nación. Todo esto impregnado de esa perversa arrogancia que concede el dinero y que demuestra a las claras, la poca educación y falta de principios de una buena parte de nuestra clase política.

Cómo podemos confiar entonces en sus eslóganes, una nueva era de prosperidad, un mejor El Salvador. Por su pasado y sus obras los conocemos y esto es algo nada edificante en las actuales circunstancias. "La mentira y el engaño, dice Bauman, no resultan ya escandalosos ni indignantes", esto parece ser muy cierto en mi país. Ya es hora que cambiemos esa debilidad extrema de nuestra sociedad. Ellos quizás no puedan, nosotros si podemos hacerlo ...con el voto.

LSR

jueves, 7 de noviembre de 2013

San Salvador, 5 de noviembre de 2013.

Ignorancia y Libertad.

Es imposible considerar que en la ignorancia encontremos la Libertad. Quien no piensa como yo es un imbécil, esto dice una mitad del mundo y la otra mitad responde de la misma manera. Las dos son formas químicamente puras de la ignorancia. Después de la Segunda Guerra Mundial y de las atrocidades de ambos bandos, aunque parece que sólo los alemanes las cometieron, cosa en la que no coincido, se trató de crear una conciencia clara de lo que deberíamos hacer para no caer en ese mismo error. Las palabras del escritor, poeta y ensayista mexicano Torres Bodet, entonces delegado de México para la creación de la organización de la comisión para la cultura y las ciencias, son un ejemplo de lo que se predicaba y no se cumplió, decía él: «abordar en la historia humana una era distinta de la que acababa de terminar». Un orden del mundo en el que ningún Estado pudiera colocar un telón en torno a su población ni «adoctrinarla sistemáticamente con ayuda de unas pocas ideas angostas y rígidas». Una época en la que reinaría «un auténtico espíritu de paz» porque las ideas circularían libremente de una nación a otra, y porque, en lugar de ser amaestrados, idiotizados y manipulados por las ideologías totalitarias, los individuos serían educados para servirse de su razón.” Lo cito del libro de Alain Finkelkraut, “La Derrota Del Pensamiento."

Pero es que hemos hecho exactamente lo contrario en los últimos setenta años. Hemos indoctrinado a los pueblos de acuerdo a las ideas imperantes, por exóticas que estas sean, por injustas que sean, por totalitarias que sean y hemos llevado ignorancia a través de la manipulación social y política a nuestros pueblos y, desde finales del siglo pasado no sólo los gobiernos sino las grandes transnacionales, imperios económicos sedientos de dinero y absolutamente sin escrúpulos, deshumanizados y perversos en su accionar, que comercian a nivel global con el dolor y la miseria humana. Venden armamentos, crean guerras y confusión sobre el planeta. En el Medio Oriente, Asia, África y en América Latina, las dictaduras manipulan e idiotizan a los ciudadanos, de otra manera es inexplicable que países con recursos casi ilimitados vivan en las condiciones que viven. No hemos desarrollado un auténtico espíritu de paz, mucho me temo que las guerras del siglo XX y XXI son más odiosas, crueles y abusivas que las de cualquier siglo anterior, veamos sino la guerra de Irak, fundamentada en una burda mentira, que dio lugar a la mal llamada "Primavera Árabe", de resultados más que dudosos, de trágico y desconocido final.

Todo esto debido a que las grandes grandes naciones dejan caer subrepticiamente sobre la conciencia de los ciudadanos del mundo un velo de ignorancia, ocultando la realidad económica, social y política que oscurece la verdad en todas partes y somete a los pueblos, incluidos a los más "civilizados", a penurias sin fin y a una pérdida de ganancias sociales duramente conseguidas a través de siglos.

Desde esa negra perspectiva comprendo con claridad que El Salvador está perfectamente inmerso en la vorágine de la ignorancia provocada y de la endémica ignorancia de un pueblo poco educado. Los adoctrinamientos políticos y sociales extremos de la derecha y la izquierda y de todo el espectro político nacional, ayudados por quinta columnistas y plumíferos en ambos bandos, no sólo causan confusión sobre el pueblo ignorante, sino una auténtica catástrofe intelectual que nubla la razón y desata las más bajas pasiones. Esto recrudece la confrontación y aumenta la incomprensión de la verdad con el consiguiente aumento de la ignorancia, que mantiene a los pueblos en campo de la más salvaje manipulación. Realmente pienso que sólo la verdad nos hace libres, y ella se encuentra en la reflexión y en la virtud, no hay otra alternativa, ni otro camino. Los extremos nos llevan al despeñadero, a la miseria y la esclavitud. Nosotros elegimos.

viernes, 1 de noviembre de 2013

San Salvador, 26 de octubre de 2013.

La sabiduría.

El hombre sabe mucho más de lo que comprende.
Alfred Adler.

Algunas veces he escrito que Sabiduría es conocer lo que ignoramos, que ciertamente es mucho más de lo que sabemos y si a eso agregamos lo que ignoramos que ignoramos, entonces como decían mis inmortales y amados griegos clásicos, prácticamente no sabemos nada. Pero encontré hace poco una definición más pragmática y quizás de más valor. William James observó que la sabiduría consistía en aprender qué podemos pasar por alto. Esto, aunque parece facilitar la tarea, es aterrador porque hoy en día, en música, arte, ya sea literatura, pintura, escultura, música, etc., lo que podemos pasar por alto es casi todo. Es decir, el panorama para ser sabios, poseedores de Sabiduría, es más arduo de lo que pudiera imaginarse. Y debemos de sumergirnos en la nada agradable tarea de conocer al menos todo lo que está a nuestro alcance para decidir qué pasar por alto. ¡Imposible!, es lo menos que podemos exclamar. Y sobre todo que exige una preparación suprema. Conocer el pasado, leer muchísimo, estudiar, reflexionar, madurar ideas y conceptos, en fin, un panorama de soledad y esfuerzo, porque sólo en el silencio de la soledad y en el recogimientos del espíritu podemos aclarar nuestras dudas y comprender.

La primera nota de los "exercicios espirituales" de Ignacio de Loyola es ilustradora de lo que debemos hacer: "1a annotación. La primera annotación es, que por este nombre, exercicios spirituales, se entiende todo modo de examinar la consciencia, de meditar, de contemplar, de orar vocal y mental, y de otras spirituales operaciones". Desligadas de su fundamento religioso los ejercicios espirituales de Ignacio son supremamente importantes para una vida ordenada orientada a la consecución de un entendimientos profundo del mundo y de accionar de acuerdo a él. Pero es sumamente difícil. La Sabiduría no es gratis, ni fácil, ni es para todos.

Los judíos tiene sus extraordinarios Pirkei Avot de la sabiduría talmúdica. Que se conocen como "Ética de los padres", pero también como "Capítulos de los principios fundamentales". Los cristianos sus Diez Mandamientos. Los mandamientos los conocemos, conocemos pero no comprendemos como dice Adler, casi todos, así que mencionaré algo de los Pirkei Avot. Creo que al igual que los "exercicios", son más pragmáticos.

Muestra bondad a los demás.
Respeta al otro.
Respétate a ti mismo.
Respeta a Dios.
Busca la paz.
Sé prudente.
Sé humilde.
Combina el estudio de la Torah con el trabajo.
Ten cuidado con lo que dices.
No busques recompensas.
No te apresures en juzgar a alguien.
Sé justo y toma decisiones en consecuencia.
El tiempo de actuar es ahora.
El castigo iguala al pecado.
Busca un temperamento constante.

Esto nos coloca frente a una manera de vivir que ciertamente es sabía y tiene sus connotaciones prácticas que nos ayuda a convivir en armonía, paz y justicia, al igual que muchas reglas religiosas, pero sin la connotación pecaminosa ni su lado punitivo, es una elección de sabiduría, no de no cometer faltas o de condenarse porque no las cumples. Son, así las percibo, de elección, tu eliges vivir como un desgraciado o como un sabio y no son incompatibles con la religión si eres religioso.

Todas estas reglas nos causan un temor reverencial, surgido de su inmensa sabiduría, al menos a mi, y ese creo es el camino al despertar, a la sabiduría, aquella que nos lleva más allá de lo humano. Más allá de lo puramente corpóreo para adentrarnos en los vastos espacios del conocimiento, de la Iluminación, de los infinitos prados en donde habita ese maravilloso Dios de los musulmanes, que se invoca en la Bismila: "En el nombre de Alá el Clemente, el Misericordioso", lástima que algunos no comprendan que es Clemente, Misericordioso. Que Dios es amor, no odio, que Dios ama no castiga, que Dios perdona no exige venganza y que nos ama a todos, mujeres y hombres por igual, porque todos somos Su creación.
LSR.

lunes, 21 de octubre de 2013

San Salvador, 19 de octubre de 2013

Job.

A veces me siento como Job, ¿por qué Dios permite tanta iniquidad en el mundo?, tanto crimen, tanta corrupción, ¿qué es lo que pretende? Se asesina en su nombre, se muere de hambre por religiones que dicen venerarlo, las mujeres esclavizadas y vejadas, también en nombre suyo, la pobreza por todos lados. En El Salvador las maras dominantes asesinan, violan impunemente; los gobiernos impotentes, para combatir el mal, corruptos, ineficaces, ¿por qué permite todo esto? Me siento como Job. Y por sí eso fuera poco, no da ninguna respuesta. Nada, sólo el silencio eterno, sólo el vacío indescifrable de su presencia, que a veces siento lejana, tan lejana que dejo de sentirla. Mi fe es fuerte y poderosa, como Job persevero en mi confianza, pero a veces flaqueo, me insubordino, grito, como gritaba Bach, "Ich ruf zu dir, mein Herr". Pero no obtengo respuesta. Sólo un silencio que se anida en mi corazón y crece hasta convertirse en dolor, en desesperada impotencia. A veces, como dice Harold Bloom, tanto Yahvé como Satán me parecen antipáticos. Someternos a esta incertidumbre, por que no pone las cosas claras de una vez. Antipático.

Pensar el mundo en las actuales circunstancias asaltado por crisis de todo tipo, es un ejercicio agotador, frustrante, pero creo que absolutamente necesario. Quizás en no hacer esto último estriba nuestro fracaso en comprenderlo y dominarlo, porque pareciera que la vida se ha salido de cauce y es imposible volver a la calma de la existencia serena y del futuro previsible. El mal, con soberbia elocuencia, se presenta como el progreso liberador de las ataduras atávicas del pecado y lo que antiguamente se definía como maldad y que falazmente se anuncia ahora como libertad para el placer, libertad de vivir la vida con plenitud, sin trabas y sin ataduras. Pero hay que ver a dónde nos ha conducido esa falacia. Un mundo terrible de odios, luchas de clases, dominaciones inhumanas del hombre hacia el hombre, en fin, un universo caótico, lleno de contrastes de miseria y opulencia extremas, en donde la justicia brila por su ausencia y el humanismo se diluye, hasta desaparecer, en la barbarie consumista y hedonista de un mundo sin freno y sin aparente control.

Parece como si de nuevo Dios hubiese dado permiso a Satán, como se lo dio sobre las cosas de Job. "Ahí tienes todos sus bienes en tus manos. Cuida sólo de no poner tus manos sobre él", a mi este permiso siempre ha roto todos mis esquemas de justicia y espiritualidad. ¿cómo puede Dios hacer esto?, dejar que el maligno haga lo que quiera con las pertenencias de Job. Es cierto, sólo son sus pertenencias, pero este mundo con sus circunstancias nos lo dio a nosotros. Es lo único que tenemos para nuestro disfrute. Y me asusta sobre todo, cuando en aquella época los hebreos no creían en el otro mundo, como yo, ahora. Entonces ¿qué le dejaba al pobre Job más que el sufrimiento de la pérdida. Es cruel, muy cruel.

Una crueldad similar presiento cuando veo este mundo desgarrado, destrozado, dominado por el odio, la codicia, la injusticia, las guerras, la pobreza infinita de millones y millones sin esperanza. África, América, ciertas regiones de Europa, Kosovo para poner un ejemplo, Asia central dominada por creencias fanáticas que oprimen y extermina al hombre y hacen invisibles a las mujeres, seres sin derechos ni vida propia. ¡Qué escándalo! Y de nuevo surge la pregunta incontestada. ¿Dónde estás Dios mío?, ¿por qué nos has abandonado?

Porque ahora como que le has dado permiso de poner sus manos sobre nosotros. No te entiendo. A veces pienso que no eres transparente. Aún así sigo siendo hombre de fe, me diste ese don que tanto aprecio y agradezco. Pero también me hiciste humano y tengo mis dudas, mis deslices de la carne, mente débil, fantasiosa, desesperada y llena de prejuicios, sí, ¡soy humano!, muy humano.

miércoles, 2 de octubre de 2013

San Salvador, 28 de septiembre de 2013.

La creación de nuestro universo.

Hombre, conócete a ti mismo y conocerás el Universo y sus dioses.
Anónimo.

Parece que mis recuerdos no son tan fieles como parecen y que, al menos en mi caso personal, que he borrado años de ellos y son absolutamente irrecuperables, distorsionan la imagen general de mi vida. No sé si ello sea bueno, pero ha contribuido a formar un mundo de ideas y sensaciones, imágenes y complejas escenas que ignoro si son reales o me lo he inventado, pero ciertamente no debe ser fiel. Siendo como soy, fabulador por naturaleza, empiezo a dudar de mi sinceridad intelectual. De algo estoy seguro, en la madurez alcanzamos nuestro máximo sentido de ignorancia, porque entonces conocemos a fondo la inmensa área de desconocimiento de nuestras competencias, y lo pequeño de nuestro saber. Y allí es donde empieza, debería empezar, lo interesante, porque comenzamos a crear nuestro propio universo; en la vida vamos creando un universo, mal que bien, pero en la madurez intelectual de la vida, si la alcanzamos, creamos el verdadero Universo de nuestras vidas. Eso sucede cuando empezamos a suplir esas zonas de oscuridad con ideas propias, que surgen de nuestra experiencia, de nuestras vivencias y de nuestras personales elucubraciones, después de tamizarlas con nuestras maduras y más sinceras e imparciales reflexiones. Esto no es fácil, porque no es fácil ser imparciales, por diversas razones que no vienen al caso.

Hay algo imprescindible para esa creación: paz interior. Si no hay paz interior, no hay respuestas válidas a nuestras interrogantes. Pero...¿para qué puede servirnos la construcción de ese Universo personal? Sólo en nuestra creación somos lo que somos, de otra manera vivimos en mundos ajenos, mundos creados por otros pensadores, por otros dominadores u otros manipuladores, mundos políticos, religiosos, sociales que nos desvían de nuestra propia esencia. Puede ser que nuestro universo, como es muy posible, tenga defectos, inexactitudes, incluso conceptos falsos, pero son nuestra creación, no producto de otras mentes que pueden ser más poderosas que las nuestras, pero no son nuestras ideas.

Esta es una de las "delikatessen" de la madurez. Saborear nuestras propias conclusiones, disfrutar de nuestra potencia intelectual, de nuestra diversidad o lo que es lo mismo, de nuestra singularidad, de que podemos ser felices, tener paz y gozar de la vida en nuestro propio y personal entorno de ideas, quizás pueda parecer egoísta pero la felicidad y muchas cosas relacionadas con ella forman parte de nuestro interior, de nuestra intimidad, que compartimos con quien queremos, con quien amamos y eso es la esencia de la vida, la salsa espesa de la misma, uno de los más grandes tesoros de nuestra existencia. Descubrir que somos capaces de crear un Universo hecho a nuestra medida, a la medida de nuestros anhelos y ambiciones, materiales, espirituales e intelectuales, al fin que como decían los inmortales griegos, los dioses nos dieron inteligencia para que con ella descubramos los misterios del Universo, y añado, sobre todo el nuestro.

Y creo que hay que hacerlo por sanidad mental. Basta echar una mirada sobre este mundo, los infinitos conflictos políticos, sociales, religiosos, económicos, el caos total. Los antihéroes actuales, personas de toda índole revolcándose en el mundo del absurdo, las drogas, la sexualidad desenfrenada, la perversión que los lleva a la locura y la muerte temprana. No puede ser eso símbolo de modernidad ni de nada. Si reflexionamos sobre ello, llegamos a dudar de la vida y si algo no nos podemos permitir jamás es dudar de ella.

No puedo siquiera pensar en la perfección total, con mis imperfecciones me basto, pero la busco siempre. No creo que exista un Universo perfecto, ni creo que sea deseable, dada la humana naturaleza. Al igual que para que percibamos la belleza de la naturaleza necesitamos de la sombra y la luz, la perfección sólo la podemos concebir en presencia de su ausencia.
LSR.








miércoles, 25 de septiembre de 2013

San Salvador, 25 de septiembre de 2013.

Entonces no existirá más tiempo.

Es confuso, muchos habrán tenido esta experiencia, quizás no todos puedan direccionar en este sentido los efectos psicológicos de la quimioterapia, creo que puede depender de las apetencias espirituales e intelectuales, de lo que son las búsquedas personales y aún de nuestra propia dosis de locura, pero no creo que sea nada único. A veces, por instantes una nebulosa cubre los sentidos y flotamos en mundo de ignorados bordes, de informes volúmenes y sueños extraños e inverosímiles, pero de pronto, una luz cegadora inunda nuestro espíritu y comprendemos. No puedo explicarlo a cabalidad, ni siquiera aproximadamente, pero la comprensión del Universo es total, al menos ese universo particular de mis circunstancias que incide sobre mi vida y entonces, el tiempo se detiene, no existe más y tengo todo el tiempo y el espacio del infinito para reflexionar sobre mi vida y su compleja brevedad, como si en un instante supremo de iluminación tuviera acceso a todas las verdades y a toda la ciencia, a todos los misterios. Luego viene la aniquilación, el momento en que no existe más tiempo, así de simple, ese es el término de mis pensamientos, elucubraciones, de mi vida finita, una especie de muerte porque el instante precioso cesa y regreso a este mundo de oscuridades y contradicciones.

Pero mientras dura la vida, esta pequeñez, este volátil, efímero instante, tenemos todo el tiempo del mundo, para que otro infinitesimal momento como ese se repita y encontrar poco a poco la respuesta final que siempre buscamos, sin encontrarla jamás. No sé en que pensaba Ives, cuando escribió su obra, pero la música me parece muy adecuada para una pregunta sin respuesta. Hay en ella algo ominoso, lleno de misterio, como la vida misma, que por momentos se rasga con esa estridencia sonora de la trompeta que habla de iluminaciones o Nirvanas o simplemente de rupturas, pero que no da respuestas. En ocasiones he llegado a pensar que podemos alcanzar la vida sin tiempo, pero parece imposible, al menos desde el punto de la ciencia, del lado de Dios, todo es posible.

Ahí es donde entran las circunstancias anómalas, heterodoxas de la vida. ¿Será que necesitamos agentes externos, drogas alucinógenas, hongos, hierbas, químicos medicinales, o quizás simplemente misticismo para acercarnos a esos puntos tangentes con otros universos? Esos puntos que nos permiten atisbar esa síntesis de la vida en una mirada única o en un dilatado paisaje que abarca todo el universo. Por ese camino transitaron San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús o el mismo Pablo que ni oyó ni vió, no supo, al menos eso pienso, qué había visto u oído. Creo que no tuvo idea de lo que le sucedió, como hombre religioso pensó en Dios, pero no necesariamente tuvo que haber sido así. Para mi la enfermedad y los químicos resolvieron parte del misterio, pero encontrar respuestas o medio respuestas en medio del dolor o de la desorientación, no me parece convincente, ni demostrativo. Esos factores pueden despistarme, engañarme, hacerme creer en espejismos falaces, aunque he disfrutado de momentos de una éxtasis, o algo parecido, indescriptibles y reconfortantes. Aun así, pienso que todo eso es posible, con lo paradójico que pueda resultar, sólo en vida. Después es imposible, al menos, no hay manera de saberlo y menos de convertirlo en teoría, porque entonces ya no somos.

De cualquier forma que sea, ese Universo está del otro lado. Dónde queda ese otro lado no lo sé, no es posible saberlo. Sería sencillo atribuirlo a otro mundo que está en el lado de la más pura espiritualidad, en el lado de la religión, del teísmo, pero igual puede ser que sea sólo una química alucinación, espejismo, autoengaño. Quien sabe, quizás al final descubra la verdad, será también un infinitesimal instante, pero entonces no podré saberlo y menos contarlo, porque no existirá más tiempo.

LSR




sábado, 21 de septiembre de 2013

San Salvador, 21 de septiembre de 2013.

Tus manos en la noche.

La eternidad está enamorada de las creaciones del tiempo.
William Blake.

En las noches de insomnio, después de las sesiones de quimioterapia, mi mundo se amplía de forma inconcebible comparado con los términos normales de mi capacidad cognoscitiva. Todo se abalanza en sobre mi conciencia, son tres o cuatro días de viajes por lo más profundo de mi ser. La conciencia de la muerte es clarísima, pero consoladora, sin temores ni angustias, se siente tan natural como nacer, nacemos y no sabemos nada de antes y morimos igual, no sabemos nada del después. Los pensamientos sobre la eternidad me parecen ridículos, si alguien quiere creer en ella no me opongo, ni le destierro de mi consideración, pero siempre me acuerdo de aquella anécdota que los árabes cuentan y que oí de labios de un santón hindú en un inglés tan execrable como el mío. Creo que todos los que creen en la vida eterna deberían de conocerla, a mi me ayudó muchísimo a dejar de pensar y creer en ello. Aunque ya la he narrado en otra ocasión, la contaré de nuevo para los que la desconocen.

Dicen, Alá es mi testigo, que en el Universo existe una esfera de acero de Damasco del tamaño de la Tierra, asimismo una Águila enorme, cuyo tamaño se ignora, que pasa cada millón de años rozando con la punta de sus alas, la ola enorme bola de acero, y dicen ¡oh portento!, que cuando esa esfera de acero del tamaño de la Tierra se haya deshecho por el roce del águila que pasa cada millón de años, ¡aún no habrá empezado la eternidad! Creo que es demasiado desearnos esa inmensidad, total por 50 o 100 años que pasemos en este mundo. No, para mi no tiene ninguna lógica. Con esta vida me basta. Y si por casualidad existe un cielo o algo similar, diré como aquel que conoció el verdadero amor sobre este mundo, que ya había estado ahí.

Lo cierto es que en las noches esas extrañas del insomnio químico, alcanzo niveles de conciencia extraños, poderosos pero no sé sí reales o son simples espejismos de mi duermevela. Estoy concentrado en mi cuerpo, sintiendo todos mis órganos, mis reacciones internas, molestias y horas de ensimismamiento pensando en la eternidad y su absoluta falta de lógica y sentido. No quiero ser eterno, no creo que exista tal cosa. Esta vida llega a su fin y es el fin de todo. Esa plena seguridad del fin y el hecho que no tengo que preocuparme por otra vida, hace descender sobre mi mente una calma infinita, eterna, gratificante y alentadora, que hace que la felicidad se albergue por brevísimos instantes en mi corazón y la paz de Dios inunda mi espíritu.

Sonia duerme a mi lado, busco sus manos y una conexión infinita, suave, se produce, no es necesario que ella esté despierta, basta sentir sus dedos, sobre los cuales deslizo los míos y entonces encuentro mi vida infinita. En ese instante soy eterno y pienso entonces, que la eternidad como el amor, dura sólo un instante. No es un continuum que se prolonga eones y eones, es un instante que concebimos eterno porque nos diluye en la inmensidad que abarca nuestra conciencia. Creo que es infinita, pero en teoría; en la realidad puede tener la duración de un suspiro y es suficiente, me basta para saber que soy y que disfruto de la vida y sus circunstancias, buena y malas, que Dios está a mi lado y que no necesito nada, ni una eternidad, ni un cielo y menos un infierno, invención monstruosa que no puede surgir de ningún Dios, ya tengo mi cielo todo lo que de bello pueda existir en el Universo, en mi mente lúcida, cuando estoy con las manos de Sonia entre mis manos, estoy en mi personal eternidad ¿acaso puedo pedir más?



jueves, 29 de agosto de 2013

ENCUENTRO VENECIANO.

A mis alumnas de los martes, con cariño y profundo aprecio.

Frente a la iglesia de San Zaccaria, en la maravillosa Venecia, en una pequeña tienda de antigüedades, que da hacia el Campo de la misma, pequeño pero acogedor, encontré hace algunos años, a un enigmático y sabio anciano y un objeto de magnífica apariencia, una copa de vidrio veneciano con filigrana de plata y un extraño esmalte, una especie de estilización de un águila bicéfala. Extasiado por su singular belleza e intrigante dibujo, entré al anticuario y en mi precario italiano, le pedí al anciano que atendía, me mostrara la copa que había llamado mi curiosidad. Él sonrió y en perfecto castellano, afirmó con gran seguridad, de América Central, ¿cierto?

Sorprendido, asentí con la cabeza. Mientras tanto, él tomó la copa solícito, como si se dispusiese a oficiar con ella algún sublime ritual, me la mostró haciéndola girar sobre la palma de su mano izquierda, pero cuidando de dármela o de que yo pudiese tocarla; a cada giro, sentía que una fuerza misteriosa y potente emanaba de sus filigranas, y en algún momento, hasta llegué a escuchar alguna melodía surgida de no sé que rincón. No está en venta me dijo, despacio y claro, pero tiene su encanto, un extraño encanto... ¿verdad?, mientras sonreía de manera misteriosa. Pero además, agregó sonriendo con cierta picardía que despertó de inmediato mi simpatía, va acompañada por un manuscrito, escrito en todos los idiomas que pueda imaginar... usted conoce algo de esto, pero lo más importante de todo, añadió, acomodándose los anteojos de aro de oro, debo decirle que no es una casualidad que haya entrado a mi tienda, a mi tienda de antigüedades, que como ve, está en una calle estrecha de esta Venecia que se niega a morir. Los caminos de la vida, mi querido Luis, dijo mi nombre con absoluta claridad y los vellos de mi cuerpo se erizaron automáticamente ante ese temor reverencial que nos aniquila, son realmente misteriosos, por estos puentes y callejuelas pasan al año miles y miles de personas de las más impensables nacionalidades, pero usted estaba destinado a pasar este día 4 de junio, pues así estaba escrito desde siempre, como está escrito el principio y el fin del Universo.

Venga me dijo y tomándome del brazo, me hizo pasar a una pequeña sala que daba a un minúsculo patio en el cual las azaleas y los pelargonios, sembrados en un hermoso brocal de delicados relieves, florecían en un estallido de colores estrepitoso. Por una escalera de mármol subimos a la terraza, en el cuarto nivel, desde donde se podía ver hacia el poniente la torre del Campanile, las cúpulas de San Marcos con sus cruces bizantinas adornadas y un poco a la derecha, la Torre dell'Orologio con sus moros; mis recuerdos llegaron hasta Guardi y Canaletto y durante un tiempo, en el que no fui interrumpido, me extasié con la insólita belleza del panorama y, por un infinitesimal instante, pude captar la grandeza perdida de la Serenísima y la luz dorada de sus inefables atardeceres esa luz que inspiró al Giorgione, a Tiziano y tantos otros creadores de bellezas inefables. Una enorme sombrilla roja y blanca casi cubría la pequeña terraza, pero fuera de su sombra quedaban las flores que alegraban el rincón de una forma casi milagrosa, arregladas primorosamente alrededor de las chimeneas de la casa. Uno querría extender sus brazos y volar hasta perderse en el horizonte dorado hacia el oeste.

Una jovencita, casi una niña, se acercó con una bandeja, y cuando hubo colocado la botella, las copas y todo lo demás sobre la mesa, el anciano me la presentó como su nieta, Flora dijo ella con su voz cantarina, mientras me hacía una graciosa reverencia y su cara evocaba en mi imaginación la Flora de la Alegoría de la Primavera de Botticelli. Como la de Botticelli, sabe, dijo el anciano leyéndome el pensamiento, quien tendiéndome la mano me dijo muy suavemente, Conde de Saint Germain, aunque aquí soy más conocido como Giuliani, Germanno Giuliani, nuevamente los vellos del cuerpo se me erizaron ante la insólita presentación, mientras Giuliani o quien fuese, servía dos copas de licor rojo como la sangre, vertiendo luego un poco de soda, un poco de hielo y una rodaja de naranja en cada copa de cristal sonoro y reluciente; levantó la de él mientras me ofrecía la mía y como si entonara una fervorosa oración chocando entrambas exclamó extático: por la eternidad y el eterno retorno. Mi querido Luis, debe ya usted saber, que siempre regresamos, siempre, siempre hasta que Dios o los dioses nos absorban en el lago infinito de su divina esencia a la que todos, absolutamente todos, hemos de regresar algún día.

Usted, continuó, tiene ya en sus manos su manuscrito, en el cual ha visto y leído historias de sus antecesores, muchos, por no decir todos los cíclicos, esa extraña secta la que usted se ha de incorporar definitivamente algún día, han vivido en Venecia, por una sencilla razón, aquí nació hace más de mil años la orden de los Caballeros del Eterno Retorno, a la cual me enorgullezco de pertenecer, pero de una forma muy especial, que no viene al caso, baste saber que soy miembro de una orden a la que usted, mi querido Luis está a punto de ingresar, sólo tiene que encontrar a otro de nosotros y luego, algo sabrá y algo le habrá de suceder. No puedo decirle ni el lugar, ni el día, ni la hora, usted entrará, como entró a esta tienda, libremente y sin engaños, su corazón y su mente le guiarán.

Pero algo debo darle, y por sobre la mesa decorada con un mosaico de Leo, mi signo zodiacal, me entregó y esto por segunda vez en mi vida aunque de diferentes personas, un anillo de oro con una piedra de lapislázuli, es tu símbolo, tu piedra y tu metal, sí Luis yo también soy Leo, sin embargo, el último de tus encuentros no recibirás un anillo. Y guardó un profundo silencio, que yo no osé interrumpir, mientras su rostro, con los ojos cerrados, adquiría la luz de la inteligencia y la venerabilidad.

En la iglesia de tu pueblo continuó sin abrir los ojos, el águila bicéfala, anzuelo sutil de mi copa, no tiene que ver con los ortodoxos rusos, sino con los griegos, los aliados de la Serenísima, por eso no es casualidad que hayas entrado a mi tienda y tu próxima estación en el espacio-tiempo estará relacionada con ella también, quizás aquí mismo en Italia, o quizás en otro lugar mucho más lejano, Sur América quizás, quien sabe, nadie sabe nada, sólo Dios Luis, sólo Dios. Mientras conversábamos sobre cosas de las que no puedo hablar, el calor estival menguaba; entretanto el sol, lentamente, muy lentamente hacía esfuerzos por ocultarse, creando un poético espectáculo de colores que hacían resaltar, un poco hacia el centro, la hermosa cúpula de Santa María de la Salud.

En fin, mi querido Luis, el problema fundamental es el alma, el espíritu, esa parte desconocida por muchos, que reside y no, en el interior de cada hombre y mujer, acompaña quizás sería más correcto, y que es inmortal como esta Venecia que desde aquí contemplas; en esta ciudad se han dado fenómenos sobrenaturales de increíble factura, porque es un centro de fuerzas energéticas y divinas que no cesan jamás; tú estás aquí porque es tu destino. Yo quise ponerme el anillo que recién me había entregado, pero él, con un gesto amable pero mandatorio, me lo impidió, cuando salgas al Campo, sólo cuando salgas, me insistió. Estuvo hablándome de ciertos conceptos que no tenía claros y consejos durante media hora más y a las nueve de la noche, cuando la noche empezaba a dominar el laberinto de canales y callejuelas, bajamos a la tienda que estaba a oscuras y en cuya vitrina faltaba la copa de mi curiosidad, yo le volví a ver interrogándolo con la mirada, y él, como si leyera mi pensamiento, me dijo, no te preocupes, está a salvo.

Ya en la calle, me dirigí a contemplar de cerca el brocal que está a un lado de la iglesia, de mármol blanco con curiosidad, no exento de cierto temor, me coloqué el anillo en el dedo anular. Una vibración imperceptible sacudió el espacio, un silencio opresivo y atemorizante inundó el ambiente inmediato, mientras a lo lejos, se oía el batir de las olas de la laguna sobre los muelles. Todo parecía estar mejor a mi alrededor, la iglesia brillaba blanca y esplendorosa, las casas parecían recién construidas y gente vestida a la antigua, caminaba a mi lado sin percibir mi presencia. Caminé hacia el sur, hacia el mar y de pronto, sobre la rivera, barcos de formas curiosas, antiguas, de carga y lujo, se mecían cansinamente al ritmo de las olas. El olor de las especies inundaba la Riva y un aire de vitalidad rondaba por las calles y puentes; de la iglesia Santa Maria della Pietà, se escapaban, gloriosas, las notas vibrantes de las Cuatro Estaciones de Vivaldi y recordé a Hugo Lindo, su insuperable poesía y sus "Resonancias".

Lentamente, con temor, me quité el anillo y así, de la misma manera, suavemente, con una vibración imperceptible, la ciudad adquirió su actual fisonomía, turistas japoneses y franceses pasaban a mi lado, en los toldos de los bares y restaurantes brillaban las luces, los motores de las lanchas y barcos, agitaban el aire. Yo regresé presuroso a mi hotel y me encerré a meditar sobre lo sucedido, me dispuse a guardar el anillo en el más seguro lugar de mi valija, de pronto, un nuevo milagro turbó mi espíritu, en ella, envuelta en un terciopelo púrpura que no había visto antes, estaba la copa de fina filigrana y extraño dibujo.

domingo, 25 de agosto de 2013

Antes de ti, después de ti…

Anoche hice memoria del largo camino recorrido por mi alma. Recordé de pronto cosas hondas, alegres y dolientes que había olvidado, días de dicha y supe que nada ha terminado, nada termina, todo está ahí, en ese inexplicable mundo de la memoria. Anoche volví a sufrir, a gozar y a amar como hace años no lo hacía. Recordé, querida, el día claro y luminoso en que te vi por vez primera, el día denso de perfumes cuando mi tiempo se rasgó en dos; cuando un meridiano invisible, estableció dos mitades en la geografía de mi existencia. Sonaron a los lejos trompetas y tambores, lejanos muy lejanos, como si el mundo guerreara detrás de las montañas. Pero a mi lado querida, los pétalos manchaban de un sólido amarillo los caminos y veredas; los largos jardines de suaves céspedes y los himnos de paz resonaban en mi oído.

Anoche te vi de nuevo cual eras en los tiempos de mi árbol verde, cuando mis ramas, jóvenes aún, anidaban miles de atrevidos pájaros y millones de flores, mecidas por los vientos de tu octubre y el suave aleteo de las palomas de alas blancas, esparcían entre mis hojas su suave perfume. Hoy son otras aves quizás, no se si sean las mismas, pero cantan de la misma forma, se posan en las mismas ramas, pero si sé, que tú, sigues siendo la misma esbelta idea de mis sueños, la misma flor amarilla que renace cada día, el mismo cáliz sagrado donde bebo el vino de mi eterno, divino sacrificio.

Antes de ti, después de ti. Cuántos Universos se resquebrajan por causa del amor. El mío se rasgó como el velo del templo de Salomón, como las aguas del mar Rojo y una parte se fugó al olvido y a la nada. En la otra, quedamos solos los dos y mis futuros sabidos recuerdos. Surgimos ateridos de frío en nuestra inicial soledad, al vasto y particular Universo que surgió ante nosotros, luminoso, extenso, inacabable, pleno de esperanzas y de proyectos sin fin, miles de posibilidades crearon ante nuestra vista asombrada, el caleidoscópico laberinto de nuestra futura existencia. Los limoneros florecieron ese día y luego una alfombra blanca y perfumada cubrió el césped verde, intenso, terso, del piso de nuestras vidas. Los torogoces llegaron con sus largas colas a posarse en las más débiles ramas de los árboles y las palomas cantaban himnos de amor a la Creación.

Las madrugadas dejaron de poblarse de fantasmas, de animales bulliciosos y el cielo, creó constelaciones nuevas para señalar el cambio de las esferas celestiales y formar, en su nueva estructura, una notación musical de cósmicas proporciones y de una geometría indemostrable, en la cual, las melodías surgían al pasar los astros ocultando las estrellas que conformaban el extenso pentagrama de Dios, sobre el cual en papel brillante, azul oscuro como lapislázuli, con vetas de oro, escribió canciones que sólo tu y yo escuchamos en reverente silencio.

El jardín del tiempo desgarrado, nuestro jardín, se pobló de extensos campos multicolores, de flores de cristal y aves de esmeraldas, de pájaros flautistas y de árboles susurrantes que conformaron florestas de senderos misteriosos y laberintos verdes de inagotable desarrollo. Allí el sentir perfecto y el sufrir perfecto, alcanzaron la intensidad que sólo la promesa de eternidad confiere a los sentimientos. Porque el amor querida, es una mezcla sabia de dolor y alegría. El amor es un extenso tablero de ajedrez en donde jugamos a ganar eternamente – o quizás sólo a jugar - pero sus casillas son tantas y las movidas, gambitos y enroques tan infinitos en sus modalidades que muchas veces perdemos la visión total que debe privar en las intencionalidades de ese divino fulgor, y los juegos de amor resultan en batallas perdidas y ganadas, en empates aburridos y en abandonos desesperados.

Pero tu querida, tenías la visión. Aquella que sabe ver en el futuro, la que descubre posibilidades sin fin, esperanzas interminables y soluciones sin posible final; la visión que rasga los muros de desesperación, y los inquietos anhelos del alma y la agobiante angustia de la incertidumbre. Porque el amor es, a veces, una esperanza buscada eternamente, una posibilidad que no se agota jamás, un dolor sumergido, que sólo sale a flote cuando tu espíritu alerta adormece. Eres Ángel de la Guarda que protege el Este del Paraíso, porque también ese lugar donde moramos los que amamos, en el cual seguramente vivió Adán, el primer hombre que amó una mujer y también el primer amado – todos parecen haber olvidado ese detalle - lo protege alguna potestad divina.

Las noches recuerdan sus noches, y en mis noches: tú. Nada es más leve que el recuerdo sencillo de tu llegada. Llegaste como llega el verano, suave, con ráfagas frescas como las que mueven las palmeras y arrullan los pinares. Los colores del amor y la libertad surgieron precisos y pudiera decirse que podían despegase del aire y pegarse en el álbum de nuestra vida. Así llegaste tú, ráfaga tenue de imprecisos contornos, brillabas como brillan las luciérnagas en la noches tibias del tierno invierno, rasgando la oscuridad; no recuerdo el día ni la hora, sólo recuerdo el relámpago que surgió del cielo y partió en dos el tiempo, mi vida, mis pensamientos. Antes de ti, después de ti.

La luz, la oscuridad; las antítesis vitales de la existencia. El conocimiento, la ignorancia; el amor, la desesperación; la compañía, la soledad. La espesa y densa oscuridad, gelatina traslúcida de inseguros andares que era mi pasado sin ti, se transmutó en luz viva, de perfiles discretos, nítidos como ramas del verano recortadas contra el cielo azul intenso de nuestra tierra. Como vuelo de golondrina contra los celajes de la tarde. Como el claro y cristalino canto del dichosofuí en las mañanas; luz nítida iluminando veraneras moradas contra los muros blancos de los viejos pueblos nostálgicos de calles empedradas.

Fuiste desde ese día la salsa espesa de mi vida; el impulso vital de mi existencia y el solaz infinito de mis horas lentas. Después de ti, antes de ti. La Utopía realizada. El encuentro deseado y realizado. Nada más. Nada menos. Un leve ascender en la esperanza eterna, un suave adormecer en el Paraíso ganado. Todo se reduce a una palabra: amor. Esa palabra que encierra los más grandes misterios del alma humana; que ha hecho girar en sentido contrario las acciones de los hombres y los relojes de la desesperación, que ha construido el amplio camino hacia la felicidad. Te vi desligada de las sombras, sumergida en los brillos deslumbrantes del futuro, entreverada en los íntimos resquicios de mi alma que esperaba desde siempre tu certera mirada y tu lenguaje directo, tus caricias de pétalos esparcidas sobre el duro cuerpo del desamparo, cubriendo el acongojado sendero de la incertidumbre.

Los años han pasado, miles de veces los pájaros han cantado a través de las líneas horizontales de mi ventana; los he pensado en los oscuros follajes de los árboles y en los geométricos escenarios de las líneas telefónicas; y tu, siempre a mi lado, siempre a mi frente, siempre en mi interior, siempre en el paradójico escaso e inmenso espacio de mi corazón. Antes de ti, después de ti. Nada fue ya igual. El Universo se concentró en el íntimo espacio de nuestras vidas y el silencio dejo ser opresivo para volverse cálido remanso de paz. La luz inundó los espacios que quedan entre los pensamientos, si es que queda alguno, y la oscura sombra del deseo inconcluso, de la pasión no realizada, del deseo no cumplido, se borró de mi mente como se borran las nubes en verano, como se traga el sol la noche perforada por las brillantes e infinitas miradas de Dios.

Aquí estoy, después de ti, seguro en mi camino, tú al lado mío, yo a tu lado. Serenos en la búsqueda de algo que no conocemos pero presentimos luminoso. De algo eterno e inesperado que espera más adelante. Pero mientras eso llega, crecemos hacia la plenitud, crecemos de tal forma en el alma que los límites de la tuya y de la mía ya no pueden divisarse. No se dónde terminas ni donde termino, pero sé donde estás y donde estoy, en un íntimo espacio vital que nos pertenece, que producimos y creamos con el hálito unido de nuestras vidas, indisoluble, inseparable, indefinible, como indefinible es nuestra vida. Una sola, un camino, que arrancó de una antigua bifurcación, una “Y” infinita que se desliza hacia el futuro. Hoy somos uno. Antes de ti, sólo era yo, sólo eras tu; después de ti, fuimos dos, en realidad, querida, sólo somos uno…

LSR.

martes, 20 de agosto de 2013

San Salvador, 20 de agosto de 2013.

La estructura de la realidad II

La estructura de la realidad como dije es ampliamente subjetiva. Pero es en alguna medida comparable al mundo objetivo, tenemos parámetros que son, la opinión pública, la historia, el estudio de los fenómenos sociales, en fin hay un amplio número de elementos a los cuales contraponer nuestra personal percepción de la realidad y deducir de ello nuestra relativa verdad.

Por ejemplo, si buscamos los indicadores internacionales sobre PIB, sobre ingresos per cápita, sobre desarrollo social, nuestro sistema educativo, alfabetismo, sistema de salud, etc., podemos formarnos una idea de lo que es nuestro país estadísticamente. En todos esos aspectos estamos realmente muy atrasados, sabemos que somos un país pobre, muy pobre; pocos ingresos, sistema educativo primitivo y poco evolucionado, ninguna investigación, cero enseñanza tecnológica de vanguardia, sí de otro tipo, mecánica, electrónica fundamental y otras menos vanguardistas; economía industrial casi en estado de parálisis, poca creación de fuentes de trabajo, altísimos niveles de inseguridad ciudadana, violencia generalizada, etc., etc., etc.

Una visión pesimista, sí y estoy muy consciente de ello. Pero me servirá para establecer contrastes entre ciertas situaciones paradójicas y absurdas de nuestra realidad, tal y como la percibo. Repito es mi percepción y puedo estar perfectamente equivocado.

Son desconcertantes, por ejemplo, los privilegios de la clase gobernante, si tomamos en cuenta que somos un país muy, muy pobre. Automóviles de gran lujo para ministros, diputados y otros funcionarios. ¿Por qué de gran lujo?, me parece que el estado, nosotros quienes realmente pagamos, podríamos excedernos y permitirles treinta mil dólares para los automóviles de sus señorías. El salario mínimo para la industria y servicios es de 224,21 dólares es decir un vehículo de 30.000 dólares costaría el equivalente a 133,8 salarios mínimos el mejor de la república porque un recolector de café gana apenas 114,7. 133,8 salarios mínimos significan 11,5 años de trabajo de un trabajador salvadoreño. Pero resulta que muchos vehículos no cuestan eso son de gran lujo cuestan más del doble o sea unos 23 años de trabajo de un salvadoreño común y corriente. ¿Es necesario este sacrilegio en este pobre país?, si alguien quiere gran lujo, que lo pague con su dinero no con el nuestro.

A todo eso hay que añadir gasolina, chofer, el Pick-Up de los guardaespaldas y su gasolina, el otro chofer, los guardaespaldas, etc., etc. Quizás llegamos a los 30 años de trabajo de un salvadoreño común y corriente. Si incluimos los viajes al extranjero y sus respectivos viáticos, con ello tal vez llegamos al medio siglo de trabajo de un salvadoreño común y corriente. Pero muchos no llegan a esa edad por lo peligroso y demandante que es su trabajo, como los que trabajan en las calles, regando venenos, etc. ¡Y todo esto sin tomar en cuenta el salario de sus señorías!

Esto es algo que verdaderamente nos deja estupefactos, es increíble, pero cierto. Y todavía algunos piensan que ganan muy poco.

No se trata de sí yo tengo la razón o la derecha o la izquierda, sino de si entre todos podemos tener un mejor país, digno y justo; la radicalización, no permite la colaboración intelectual, el intercambio de ideas. No sé que parte de la globalización está ya con nosotros, pero deberíamos integrarnos a esa conversación universal que busca la democracia, la libertad, la transparencia, la justicia. Cuando uno ve ese despilfarro ofensivo para la clase trabajadora, esa inconsciencia derrochadora, me pregunto si nuestros políticos saben lo que es amar su país. Les dejo una cita de Tony Judt, filósofo, historiador, profesor universitario universal.

"Necesitamos leyes nuevas, sistemas electorales distintos, restricciones a los grupos de presión (o de poder) y a la financiación de los partidos; debemos dar más (o menos) autoridad al ejecutivo y hallar la forma de que las autoridades, elegidas o no, escuchen y respondan a quienes son su base y les pagan: nosotros."



jueves, 15 de agosto de 2013



"Recuerdo mi juventud
y aquel sentimiento que nunca más volverá.
El sentimiento de que yo podría durar más que todo,
más que el mar, más que la tierra,
más que todos los hombres" 
(J. Conrad)

A mis hijos Carolina, Rodrigo y Diego.
Réquiem por mi madre.


Dios, el tiempo y la fe.


Llueve afuera. Llevo tormentas en el alma. La noche cerca la luz y yo me sumerjo lentamente en el oscuro abismo de mis meditaciones. Oscuro, confuso, sinuoso, como si mi mundo interior fuera un correlato oscuro de las complejas circunvoluciones de mi cerebro.

Pero quizás ese es el estado en que, sin sentirlo, nos deslizamos hacia la reflexión profunda, aquella que hace interrogarnos sobre los temas trascendentales de la vida, de nuestra vida, diferente de la de los demás, sutilmente parecida, sutilmente diversa.

En mi ya larga singladura por el terrible mar de los tiempos que transcurren, Dios ha sido punto recurrente de mis búsquedas interiores, lo he encontrado en muchos puertos, más en islas heterodoxas, que en el continente de la normalidad. Creo que Dios lo quiere así, nadie puede estar seguro de su estructura o designios. Pero pienso que no juega, ni bromea, aunque tampoco es el rey de tremenda majestad que jamás sonríe.

En realidad ignoro quién es, cómo es, qué es lo que desea de nosotros o por lo menos de mí. Lo intuyo, he llegado a pensar que lo sé o lo supe en algún momento, pero no puedo estar seguro. Sé que es la fuente y el océano, quizás el guía del tiempo, sé que es el valor y el miedo, la alegría y la tristeza. Sé que es todo, que nada existe fuera de su existencia, en Él empieza y termina el Universo. Creo saber lo que Él es, pero ignoro con frecuencia quién soy. En esta vida no sé exactamente qué he sido, pero en otra, si es que he existido en algún segmento de la línea del tiempo que ignoro, fui músico, alquimista, quizás mago o santo, aunque es una pretensión absurda, porque la santidad es para los elegidos y ellos no retornan a este valle de lágrimas, así se dice en los pasillos de lo oculto.

Ante el miedo y el sufrimiento incordio a Dios; dudo de su perenne presencia, ¿Señor, estás aquí?, ¿por qué permites el dolor, las lágrimas, la tristeza?, ¿Puedo confiar en Ti? A veces la furia o el desconcierto me dominan y la blasfemia intenta asomar por los resquicios doloridos de mi mente, pero me contengo, reflexiono, busco razones, causas, racionalizo las circunstancias y extraigo argumentos que intentan explicar lo inexplicable; a veces la duda se disipa con el tiempo, a veces sólo la Fe me salva de la locura o la herejía, porque puedo quejarme de sus métodos, pero jamás se me ocurrirá exigirle que no gobierne el Universo como lo hace, es tan grande y tan complicado que las razones se me escapan.

Pero las más grandes interrogantes sobre Dios para mí, siempre han girado alrededor de la brevedad de la existencia y la muerte.

El tiempo de una vida escasamente llega a llenar las expectativas de alguno, creo por otra parte que la eternidad es un castigo, pierdes a los que amas una y otra vez, y además agotas el caudal de tus emociones, llegas a vivir en la muerte del alma. La muerte es un pasaje temible, temido y atroz y la vida tan corta. Cuántas cosas dejamos en nuestra agenda sin cumplir, porque conforme avanza el tiempo, más rico es nuestro pensar y el horizonte se amplía hasta límites insospechados, cuando comprendemos al fin algo del Universo la vida se acaba, ¡ qué pena!

¿Por qué, si vamos hacia otra esfera de luz y de inefables delicias, debemos de atravesar tan rápidamente ese oscuro y espeso muro de angustia y a veces de dolor que es la muerte? El cielo, la nada, bien podrían esperar.

Luego la muerte. ¿A qué obedece ese diseño agobiante, de miedo prolongado, de espera temerosa?, ¿por qué ese misterio insondable de la muerte de la cual nadie ha regresado, para contar las maravillas que en este mundo se cuentan del otro? ¿ O será que la aniquilación total es el final?, Dios no está obligado, bajo ninguna lógica, a perpetuarnos después de esta vida. Somos criaturas de Él y por tanto puede hacer con nosotros lo que le parezca. No me hablen de justicia divina, porque nadie puede explicar ni saber lo que es eso. ¿Qué puede ser injusto para Dios? Nada, nada, nada. Pero me sobrecoge siempre que ese algo oscuro y ominoso esté siempre al acecho.

Todo es fe, nada más que eso. Por la fe no se paga. No hay que pagarle a nadie por la esperanza eterna. La fe es un acto íntimo que compromete nuestra inteligencia a una creencia sin la razón. No hay demostraciones de Dios, todo es fe.

Y ahí está quizás el meollo espiritual de la vida.

Se puede matar a los que tienen fe, pero no la fe. La fe es nuestra verdad, si uno está dispuesto a admitirlo. Si se busca la verdad, como decía Heráclito, “hay que estar preparado, pues es difícil de encontrar y sorprendente cuando se encuentra”. Yo encontré la mía en la fe, desligada de las mentiras religiosas, desligada de la banalidad, del orgullo y del temor. Porque la Fe, mas si ella es la verdad para nosotros, como sucede con un creyente convencido, el que sea, entonces se convierte en luz y guía de nuestras vidas, esto ilumina y redime al que es sincero y consecuente con sus ideas; el que es auténtico, sin dobleces, cuando es el resultado del amor por Dios, por los demás, por uno mismo. Sólo así se puede vivir sin temor, sin complejos de culpa, sin desperdiciar la vida castigándose por estupideces derivadas de la manipulación de los líderes espirituales, venga de donde venga. Encontrar la verdad, tener fe en lo que se cree, se espera y se percibe como realidad, es poner un pie en la eternidad o en el eterno olvido, que viene a ser lo mismo. Porque después de esta vida, eso espero y creo, nada me seguirá atando a las irrealidades de este mundo y si ahí termina todo, absolutamente todo, no tendré tiempo ni posibilidad de darme cuenta. Todo esto resuma locura, puede que así sea, mía o de Dios, pero como Pablo dijo en alguna de sus exaltadas epístolas, “la locura de Dios es más sabia que la sabiduría de los hombres”.

Quiero ser, soy entonces, un hombre de fe, pero de fe encontrada en la reflexión, en lo más profundo de mi corazón, en el silencio de estas noches de lluvia continua, en la soledad del Universo, extraída de los más recónditos y atávicos cofres de la mente humana, de esa que según Darwin, surgió del poderoso océano, donde gobierna Neptuno, y que ha llegado a la tierra, a destruirla según parece y de la que ha de ascender al reino de los Cielos, en lo que el simbolismo de esta frase alcance a expresar.

Esa pienso, es la verdadera fe, la que han predicado y exigido todos los profetas, avatares, iluminados, no la que surge de los libros o de los dogmas, sino aquella que con esfuerzo, reflexión y absoluta sinceridad surge de nuestro corazón y nos envuelve en su beatífica paz y consuelo. Yo sé ahora, que no he de durar más que el mar, más que el cielo y las aves que en él trazan la infinita fórmula de la eternidad. No he de durar más que un soplo de Dios, quizás Él después me olvide y me diluya en la nada como Buda; quizás después me disuelva en su esencia divina y dejaré de ser yo para convertirme en Dios, todo entra en las posibilidades de mi fe. No intento comprender a Dios ni exigirle que me otorgue la eternidad, que se haga su voluntad; todos los caminos que con mi fe he abierto no los he llegado a conocer todavía, deben restar miles quizá millones, y quizás alguno de ellos me lleve al final, pero no quiero exigir que sea el que yo creo o alguno de los que se han inventado los hombres a través de los siglos. Me gustaría que fuese algo inesperado, estoy preparado o creo estarlo, aunque me cause la más increíble sorpresa, siempre he sido amante del Destino, del ignorado, porque la sorpresa es prueba que no somos nosotros los dueños del mismo, sino esa fuerza infinita, inexplicable, ese espíritu inefable que llamamos Dios.

Con tropiezos he llegado a esta edad en que disfruto de mi familia, de todos los que me aman, en la que puedo pensar con libertad, sin ataduras religiosas, a través de sorpresas y sobresaltos he llegado a asomarme en ocasiones, al país de la sabiduría, he disfrutado de la obra surgida del Creador, empiezo a pensar que la vida es bella, a pesar de todas las dificultades y del mal del mundo. Quizás en la brevedad ficticia de la vida resida una parte de su encanto, de su milagro. Si tenemos fe, el final puede ser doloroso, terrorífico o puede llegar de puntillas y sorpresivamente, pero si tenemos fe, y hemos vivido gozando anticipadamente de las dádivas que Dios puede o no darnos, vivido, como dijo Séneca, la vida es tiempo y vida, si tratamos que sea vida la mayor parte, entonces, todo habrá sido ganancia, del espíritu, pero ganancia.

Cuando muera, por favor sonrían, ya estaré donde deseé, en esos mundos de esperanza o en la nada, lo que al final de cuentas será lo mismo; en este mundo ya nada seré, sólo recuerdos, imágenes en la memoria de los que compartieron mi amor, mis anhelos y mis angustias; se habrá cumplido mi rito cósmico y me integraré, al fin, al Universo, de cuyo ritmo y música me había desligado por un inverosímil instante, si Dios lo es todo, nunca dejé ni dejaré de estar a su lado, al fin de cuentas... quizás seamos eternos en realidad.

Vuelvo a este mundo. Sigue lloviendo afuera, pero la tormenta interior ha escampado.


FIN