jueves, 29 de agosto de 2013

ENCUENTRO VENECIANO.

A mis alumnas de los martes, con cariño y profundo aprecio.

Frente a la iglesia de San Zaccaria, en la maravillosa Venecia, en una pequeña tienda de antigüedades, que da hacia el Campo de la misma, pequeño pero acogedor, encontré hace algunos años, a un enigmático y sabio anciano y un objeto de magnífica apariencia, una copa de vidrio veneciano con filigrana de plata y un extraño esmalte, una especie de estilización de un águila bicéfala. Extasiado por su singular belleza e intrigante dibujo, entré al anticuario y en mi precario italiano, le pedí al anciano que atendía, me mostrara la copa que había llamado mi curiosidad. Él sonrió y en perfecto castellano, afirmó con gran seguridad, de América Central, ¿cierto?

Sorprendido, asentí con la cabeza. Mientras tanto, él tomó la copa solícito, como si se dispusiese a oficiar con ella algún sublime ritual, me la mostró haciéndola girar sobre la palma de su mano izquierda, pero cuidando de dármela o de que yo pudiese tocarla; a cada giro, sentía que una fuerza misteriosa y potente emanaba de sus filigranas, y en algún momento, hasta llegué a escuchar alguna melodía surgida de no sé que rincón. No está en venta me dijo, despacio y claro, pero tiene su encanto, un extraño encanto... ¿verdad?, mientras sonreía de manera misteriosa. Pero además, agregó sonriendo con cierta picardía que despertó de inmediato mi simpatía, va acompañada por un manuscrito, escrito en todos los idiomas que pueda imaginar... usted conoce algo de esto, pero lo más importante de todo, añadió, acomodándose los anteojos de aro de oro, debo decirle que no es una casualidad que haya entrado a mi tienda, a mi tienda de antigüedades, que como ve, está en una calle estrecha de esta Venecia que se niega a morir. Los caminos de la vida, mi querido Luis, dijo mi nombre con absoluta claridad y los vellos de mi cuerpo se erizaron automáticamente ante ese temor reverencial que nos aniquila, son realmente misteriosos, por estos puentes y callejuelas pasan al año miles y miles de personas de las más impensables nacionalidades, pero usted estaba destinado a pasar este día 4 de junio, pues así estaba escrito desde siempre, como está escrito el principio y el fin del Universo.

Venga me dijo y tomándome del brazo, me hizo pasar a una pequeña sala que daba a un minúsculo patio en el cual las azaleas y los pelargonios, sembrados en un hermoso brocal de delicados relieves, florecían en un estallido de colores estrepitoso. Por una escalera de mármol subimos a la terraza, en el cuarto nivel, desde donde se podía ver hacia el poniente la torre del Campanile, las cúpulas de San Marcos con sus cruces bizantinas adornadas y un poco a la derecha, la Torre dell'Orologio con sus moros; mis recuerdos llegaron hasta Guardi y Canaletto y durante un tiempo, en el que no fui interrumpido, me extasié con la insólita belleza del panorama y, por un infinitesimal instante, pude captar la grandeza perdida de la Serenísima y la luz dorada de sus inefables atardeceres esa luz que inspiró al Giorgione, a Tiziano y tantos otros creadores de bellezas inefables. Una enorme sombrilla roja y blanca casi cubría la pequeña terraza, pero fuera de su sombra quedaban las flores que alegraban el rincón de una forma casi milagrosa, arregladas primorosamente alrededor de las chimeneas de la casa. Uno querría extender sus brazos y volar hasta perderse en el horizonte dorado hacia el oeste.

Una jovencita, casi una niña, se acercó con una bandeja, y cuando hubo colocado la botella, las copas y todo lo demás sobre la mesa, el anciano me la presentó como su nieta, Flora dijo ella con su voz cantarina, mientras me hacía una graciosa reverencia y su cara evocaba en mi imaginación la Flora de la Alegoría de la Primavera de Botticelli. Como la de Botticelli, sabe, dijo el anciano leyéndome el pensamiento, quien tendiéndome la mano me dijo muy suavemente, Conde de Saint Germain, aunque aquí soy más conocido como Giuliani, Germanno Giuliani, nuevamente los vellos del cuerpo se me erizaron ante la insólita presentación, mientras Giuliani o quien fuese, servía dos copas de licor rojo como la sangre, vertiendo luego un poco de soda, un poco de hielo y una rodaja de naranja en cada copa de cristal sonoro y reluciente; levantó la de él mientras me ofrecía la mía y como si entonara una fervorosa oración chocando entrambas exclamó extático: por la eternidad y el eterno retorno. Mi querido Luis, debe ya usted saber, que siempre regresamos, siempre, siempre hasta que Dios o los dioses nos absorban en el lago infinito de su divina esencia a la que todos, absolutamente todos, hemos de regresar algún día.

Usted, continuó, tiene ya en sus manos su manuscrito, en el cual ha visto y leído historias de sus antecesores, muchos, por no decir todos los cíclicos, esa extraña secta la que usted se ha de incorporar definitivamente algún día, han vivido en Venecia, por una sencilla razón, aquí nació hace más de mil años la orden de los Caballeros del Eterno Retorno, a la cual me enorgullezco de pertenecer, pero de una forma muy especial, que no viene al caso, baste saber que soy miembro de una orden a la que usted, mi querido Luis está a punto de ingresar, sólo tiene que encontrar a otro de nosotros y luego, algo sabrá y algo le habrá de suceder. No puedo decirle ni el lugar, ni el día, ni la hora, usted entrará, como entró a esta tienda, libremente y sin engaños, su corazón y su mente le guiarán.

Pero algo debo darle, y por sobre la mesa decorada con un mosaico de Leo, mi signo zodiacal, me entregó y esto por segunda vez en mi vida aunque de diferentes personas, un anillo de oro con una piedra de lapislázuli, es tu símbolo, tu piedra y tu metal, sí Luis yo también soy Leo, sin embargo, el último de tus encuentros no recibirás un anillo. Y guardó un profundo silencio, que yo no osé interrumpir, mientras su rostro, con los ojos cerrados, adquiría la luz de la inteligencia y la venerabilidad.

En la iglesia de tu pueblo continuó sin abrir los ojos, el águila bicéfala, anzuelo sutil de mi copa, no tiene que ver con los ortodoxos rusos, sino con los griegos, los aliados de la Serenísima, por eso no es casualidad que hayas entrado a mi tienda y tu próxima estación en el espacio-tiempo estará relacionada con ella también, quizás aquí mismo en Italia, o quizás en otro lugar mucho más lejano, Sur América quizás, quien sabe, nadie sabe nada, sólo Dios Luis, sólo Dios. Mientras conversábamos sobre cosas de las que no puedo hablar, el calor estival menguaba; entretanto el sol, lentamente, muy lentamente hacía esfuerzos por ocultarse, creando un poético espectáculo de colores que hacían resaltar, un poco hacia el centro, la hermosa cúpula de Santa María de la Salud.

En fin, mi querido Luis, el problema fundamental es el alma, el espíritu, esa parte desconocida por muchos, que reside y no, en el interior de cada hombre y mujer, acompaña quizás sería más correcto, y que es inmortal como esta Venecia que desde aquí contemplas; en esta ciudad se han dado fenómenos sobrenaturales de increíble factura, porque es un centro de fuerzas energéticas y divinas que no cesan jamás; tú estás aquí porque es tu destino. Yo quise ponerme el anillo que recién me había entregado, pero él, con un gesto amable pero mandatorio, me lo impidió, cuando salgas al Campo, sólo cuando salgas, me insistió. Estuvo hablándome de ciertos conceptos que no tenía claros y consejos durante media hora más y a las nueve de la noche, cuando la noche empezaba a dominar el laberinto de canales y callejuelas, bajamos a la tienda que estaba a oscuras y en cuya vitrina faltaba la copa de mi curiosidad, yo le volví a ver interrogándolo con la mirada, y él, como si leyera mi pensamiento, me dijo, no te preocupes, está a salvo.

Ya en la calle, me dirigí a contemplar de cerca el brocal que está a un lado de la iglesia, de mármol blanco con curiosidad, no exento de cierto temor, me coloqué el anillo en el dedo anular. Una vibración imperceptible sacudió el espacio, un silencio opresivo y atemorizante inundó el ambiente inmediato, mientras a lo lejos, se oía el batir de las olas de la laguna sobre los muelles. Todo parecía estar mejor a mi alrededor, la iglesia brillaba blanca y esplendorosa, las casas parecían recién construidas y gente vestida a la antigua, caminaba a mi lado sin percibir mi presencia. Caminé hacia el sur, hacia el mar y de pronto, sobre la rivera, barcos de formas curiosas, antiguas, de carga y lujo, se mecían cansinamente al ritmo de las olas. El olor de las especies inundaba la Riva y un aire de vitalidad rondaba por las calles y puentes; de la iglesia Santa Maria della Pietà, se escapaban, gloriosas, las notas vibrantes de las Cuatro Estaciones de Vivaldi y recordé a Hugo Lindo, su insuperable poesía y sus "Resonancias".

Lentamente, con temor, me quité el anillo y así, de la misma manera, suavemente, con una vibración imperceptible, la ciudad adquirió su actual fisonomía, turistas japoneses y franceses pasaban a mi lado, en los toldos de los bares y restaurantes brillaban las luces, los motores de las lanchas y barcos, agitaban el aire. Yo regresé presuroso a mi hotel y me encerré a meditar sobre lo sucedido, me dispuse a guardar el anillo en el más seguro lugar de mi valija, de pronto, un nuevo milagro turbó mi espíritu, en ella, envuelta en un terciopelo púrpura que no había visto antes, estaba la copa de fina filigrana y extraño dibujo.

domingo, 25 de agosto de 2013

Antes de ti, después de ti…

Anoche hice memoria del largo camino recorrido por mi alma. Recordé de pronto cosas hondas, alegres y dolientes que había olvidado, días de dicha y supe que nada ha terminado, nada termina, todo está ahí, en ese inexplicable mundo de la memoria. Anoche volví a sufrir, a gozar y a amar como hace años no lo hacía. Recordé, querida, el día claro y luminoso en que te vi por vez primera, el día denso de perfumes cuando mi tiempo se rasgó en dos; cuando un meridiano invisible, estableció dos mitades en la geografía de mi existencia. Sonaron a los lejos trompetas y tambores, lejanos muy lejanos, como si el mundo guerreara detrás de las montañas. Pero a mi lado querida, los pétalos manchaban de un sólido amarillo los caminos y veredas; los largos jardines de suaves céspedes y los himnos de paz resonaban en mi oído.

Anoche te vi de nuevo cual eras en los tiempos de mi árbol verde, cuando mis ramas, jóvenes aún, anidaban miles de atrevidos pájaros y millones de flores, mecidas por los vientos de tu octubre y el suave aleteo de las palomas de alas blancas, esparcían entre mis hojas su suave perfume. Hoy son otras aves quizás, no se si sean las mismas, pero cantan de la misma forma, se posan en las mismas ramas, pero si sé, que tú, sigues siendo la misma esbelta idea de mis sueños, la misma flor amarilla que renace cada día, el mismo cáliz sagrado donde bebo el vino de mi eterno, divino sacrificio.

Antes de ti, después de ti. Cuántos Universos se resquebrajan por causa del amor. El mío se rasgó como el velo del templo de Salomón, como las aguas del mar Rojo y una parte se fugó al olvido y a la nada. En la otra, quedamos solos los dos y mis futuros sabidos recuerdos. Surgimos ateridos de frío en nuestra inicial soledad, al vasto y particular Universo que surgió ante nosotros, luminoso, extenso, inacabable, pleno de esperanzas y de proyectos sin fin, miles de posibilidades crearon ante nuestra vista asombrada, el caleidoscópico laberinto de nuestra futura existencia. Los limoneros florecieron ese día y luego una alfombra blanca y perfumada cubrió el césped verde, intenso, terso, del piso de nuestras vidas. Los torogoces llegaron con sus largas colas a posarse en las más débiles ramas de los árboles y las palomas cantaban himnos de amor a la Creación.

Las madrugadas dejaron de poblarse de fantasmas, de animales bulliciosos y el cielo, creó constelaciones nuevas para señalar el cambio de las esferas celestiales y formar, en su nueva estructura, una notación musical de cósmicas proporciones y de una geometría indemostrable, en la cual, las melodías surgían al pasar los astros ocultando las estrellas que conformaban el extenso pentagrama de Dios, sobre el cual en papel brillante, azul oscuro como lapislázuli, con vetas de oro, escribió canciones que sólo tu y yo escuchamos en reverente silencio.

El jardín del tiempo desgarrado, nuestro jardín, se pobló de extensos campos multicolores, de flores de cristal y aves de esmeraldas, de pájaros flautistas y de árboles susurrantes que conformaron florestas de senderos misteriosos y laberintos verdes de inagotable desarrollo. Allí el sentir perfecto y el sufrir perfecto, alcanzaron la intensidad que sólo la promesa de eternidad confiere a los sentimientos. Porque el amor querida, es una mezcla sabia de dolor y alegría. El amor es un extenso tablero de ajedrez en donde jugamos a ganar eternamente – o quizás sólo a jugar - pero sus casillas son tantas y las movidas, gambitos y enroques tan infinitos en sus modalidades que muchas veces perdemos la visión total que debe privar en las intencionalidades de ese divino fulgor, y los juegos de amor resultan en batallas perdidas y ganadas, en empates aburridos y en abandonos desesperados.

Pero tu querida, tenías la visión. Aquella que sabe ver en el futuro, la que descubre posibilidades sin fin, esperanzas interminables y soluciones sin posible final; la visión que rasga los muros de desesperación, y los inquietos anhelos del alma y la agobiante angustia de la incertidumbre. Porque el amor es, a veces, una esperanza buscada eternamente, una posibilidad que no se agota jamás, un dolor sumergido, que sólo sale a flote cuando tu espíritu alerta adormece. Eres Ángel de la Guarda que protege el Este del Paraíso, porque también ese lugar donde moramos los que amamos, en el cual seguramente vivió Adán, el primer hombre que amó una mujer y también el primer amado – todos parecen haber olvidado ese detalle - lo protege alguna potestad divina.

Las noches recuerdan sus noches, y en mis noches: tú. Nada es más leve que el recuerdo sencillo de tu llegada. Llegaste como llega el verano, suave, con ráfagas frescas como las que mueven las palmeras y arrullan los pinares. Los colores del amor y la libertad surgieron precisos y pudiera decirse que podían despegase del aire y pegarse en el álbum de nuestra vida. Así llegaste tú, ráfaga tenue de imprecisos contornos, brillabas como brillan las luciérnagas en la noches tibias del tierno invierno, rasgando la oscuridad; no recuerdo el día ni la hora, sólo recuerdo el relámpago que surgió del cielo y partió en dos el tiempo, mi vida, mis pensamientos. Antes de ti, después de ti.

La luz, la oscuridad; las antítesis vitales de la existencia. El conocimiento, la ignorancia; el amor, la desesperación; la compañía, la soledad. La espesa y densa oscuridad, gelatina traslúcida de inseguros andares que era mi pasado sin ti, se transmutó en luz viva, de perfiles discretos, nítidos como ramas del verano recortadas contra el cielo azul intenso de nuestra tierra. Como vuelo de golondrina contra los celajes de la tarde. Como el claro y cristalino canto del dichosofuí en las mañanas; luz nítida iluminando veraneras moradas contra los muros blancos de los viejos pueblos nostálgicos de calles empedradas.

Fuiste desde ese día la salsa espesa de mi vida; el impulso vital de mi existencia y el solaz infinito de mis horas lentas. Después de ti, antes de ti. La Utopía realizada. El encuentro deseado y realizado. Nada más. Nada menos. Un leve ascender en la esperanza eterna, un suave adormecer en el Paraíso ganado. Todo se reduce a una palabra: amor. Esa palabra que encierra los más grandes misterios del alma humana; que ha hecho girar en sentido contrario las acciones de los hombres y los relojes de la desesperación, que ha construido el amplio camino hacia la felicidad. Te vi desligada de las sombras, sumergida en los brillos deslumbrantes del futuro, entreverada en los íntimos resquicios de mi alma que esperaba desde siempre tu certera mirada y tu lenguaje directo, tus caricias de pétalos esparcidas sobre el duro cuerpo del desamparo, cubriendo el acongojado sendero de la incertidumbre.

Los años han pasado, miles de veces los pájaros han cantado a través de las líneas horizontales de mi ventana; los he pensado en los oscuros follajes de los árboles y en los geométricos escenarios de las líneas telefónicas; y tu, siempre a mi lado, siempre a mi frente, siempre en mi interior, siempre en el paradójico escaso e inmenso espacio de mi corazón. Antes de ti, después de ti. Nada fue ya igual. El Universo se concentró en el íntimo espacio de nuestras vidas y el silencio dejo ser opresivo para volverse cálido remanso de paz. La luz inundó los espacios que quedan entre los pensamientos, si es que queda alguno, y la oscura sombra del deseo inconcluso, de la pasión no realizada, del deseo no cumplido, se borró de mi mente como se borran las nubes en verano, como se traga el sol la noche perforada por las brillantes e infinitas miradas de Dios.

Aquí estoy, después de ti, seguro en mi camino, tú al lado mío, yo a tu lado. Serenos en la búsqueda de algo que no conocemos pero presentimos luminoso. De algo eterno e inesperado que espera más adelante. Pero mientras eso llega, crecemos hacia la plenitud, crecemos de tal forma en el alma que los límites de la tuya y de la mía ya no pueden divisarse. No se dónde terminas ni donde termino, pero sé donde estás y donde estoy, en un íntimo espacio vital que nos pertenece, que producimos y creamos con el hálito unido de nuestras vidas, indisoluble, inseparable, indefinible, como indefinible es nuestra vida. Una sola, un camino, que arrancó de una antigua bifurcación, una “Y” infinita que se desliza hacia el futuro. Hoy somos uno. Antes de ti, sólo era yo, sólo eras tu; después de ti, fuimos dos, en realidad, querida, sólo somos uno…

LSR.

martes, 20 de agosto de 2013

San Salvador, 20 de agosto de 2013.

La estructura de la realidad II

La estructura de la realidad como dije es ampliamente subjetiva. Pero es en alguna medida comparable al mundo objetivo, tenemos parámetros que son, la opinión pública, la historia, el estudio de los fenómenos sociales, en fin hay un amplio número de elementos a los cuales contraponer nuestra personal percepción de la realidad y deducir de ello nuestra relativa verdad.

Por ejemplo, si buscamos los indicadores internacionales sobre PIB, sobre ingresos per cápita, sobre desarrollo social, nuestro sistema educativo, alfabetismo, sistema de salud, etc., podemos formarnos una idea de lo que es nuestro país estadísticamente. En todos esos aspectos estamos realmente muy atrasados, sabemos que somos un país pobre, muy pobre; pocos ingresos, sistema educativo primitivo y poco evolucionado, ninguna investigación, cero enseñanza tecnológica de vanguardia, sí de otro tipo, mecánica, electrónica fundamental y otras menos vanguardistas; economía industrial casi en estado de parálisis, poca creación de fuentes de trabajo, altísimos niveles de inseguridad ciudadana, violencia generalizada, etc., etc., etc.

Una visión pesimista, sí y estoy muy consciente de ello. Pero me servirá para establecer contrastes entre ciertas situaciones paradójicas y absurdas de nuestra realidad, tal y como la percibo. Repito es mi percepción y puedo estar perfectamente equivocado.

Son desconcertantes, por ejemplo, los privilegios de la clase gobernante, si tomamos en cuenta que somos un país muy, muy pobre. Automóviles de gran lujo para ministros, diputados y otros funcionarios. ¿Por qué de gran lujo?, me parece que el estado, nosotros quienes realmente pagamos, podríamos excedernos y permitirles treinta mil dólares para los automóviles de sus señorías. El salario mínimo para la industria y servicios es de 224,21 dólares es decir un vehículo de 30.000 dólares costaría el equivalente a 133,8 salarios mínimos el mejor de la república porque un recolector de café gana apenas 114,7. 133,8 salarios mínimos significan 11,5 años de trabajo de un trabajador salvadoreño. Pero resulta que muchos vehículos no cuestan eso son de gran lujo cuestan más del doble o sea unos 23 años de trabajo de un salvadoreño común y corriente. ¿Es necesario este sacrilegio en este pobre país?, si alguien quiere gran lujo, que lo pague con su dinero no con el nuestro.

A todo eso hay que añadir gasolina, chofer, el Pick-Up de los guardaespaldas y su gasolina, el otro chofer, los guardaespaldas, etc., etc. Quizás llegamos a los 30 años de trabajo de un salvadoreño común y corriente. Si incluimos los viajes al extranjero y sus respectivos viáticos, con ello tal vez llegamos al medio siglo de trabajo de un salvadoreño común y corriente. Pero muchos no llegan a esa edad por lo peligroso y demandante que es su trabajo, como los que trabajan en las calles, regando venenos, etc. ¡Y todo esto sin tomar en cuenta el salario de sus señorías!

Esto es algo que verdaderamente nos deja estupefactos, es increíble, pero cierto. Y todavía algunos piensan que ganan muy poco.

No se trata de sí yo tengo la razón o la derecha o la izquierda, sino de si entre todos podemos tener un mejor país, digno y justo; la radicalización, no permite la colaboración intelectual, el intercambio de ideas. No sé que parte de la globalización está ya con nosotros, pero deberíamos integrarnos a esa conversación universal que busca la democracia, la libertad, la transparencia, la justicia. Cuando uno ve ese despilfarro ofensivo para la clase trabajadora, esa inconsciencia derrochadora, me pregunto si nuestros políticos saben lo que es amar su país. Les dejo una cita de Tony Judt, filósofo, historiador, profesor universitario universal.

"Necesitamos leyes nuevas, sistemas electorales distintos, restricciones a los grupos de presión (o de poder) y a la financiación de los partidos; debemos dar más (o menos) autoridad al ejecutivo y hallar la forma de que las autoridades, elegidas o no, escuchen y respondan a quienes son su base y les pagan: nosotros."



jueves, 15 de agosto de 2013



"Recuerdo mi juventud
y aquel sentimiento que nunca más volverá.
El sentimiento de que yo podría durar más que todo,
más que el mar, más que la tierra,
más que todos los hombres" 
(J. Conrad)

A mis hijos Carolina, Rodrigo y Diego.
Réquiem por mi madre.


Dios, el tiempo y la fe.


Llueve afuera. Llevo tormentas en el alma. La noche cerca la luz y yo me sumerjo lentamente en el oscuro abismo de mis meditaciones. Oscuro, confuso, sinuoso, como si mi mundo interior fuera un correlato oscuro de las complejas circunvoluciones de mi cerebro.

Pero quizás ese es el estado en que, sin sentirlo, nos deslizamos hacia la reflexión profunda, aquella que hace interrogarnos sobre los temas trascendentales de la vida, de nuestra vida, diferente de la de los demás, sutilmente parecida, sutilmente diversa.

En mi ya larga singladura por el terrible mar de los tiempos que transcurren, Dios ha sido punto recurrente de mis búsquedas interiores, lo he encontrado en muchos puertos, más en islas heterodoxas, que en el continente de la normalidad. Creo que Dios lo quiere así, nadie puede estar seguro de su estructura o designios. Pero pienso que no juega, ni bromea, aunque tampoco es el rey de tremenda majestad que jamás sonríe.

En realidad ignoro quién es, cómo es, qué es lo que desea de nosotros o por lo menos de mí. Lo intuyo, he llegado a pensar que lo sé o lo supe en algún momento, pero no puedo estar seguro. Sé que es la fuente y el océano, quizás el guía del tiempo, sé que es el valor y el miedo, la alegría y la tristeza. Sé que es todo, que nada existe fuera de su existencia, en Él empieza y termina el Universo. Creo saber lo que Él es, pero ignoro con frecuencia quién soy. En esta vida no sé exactamente qué he sido, pero en otra, si es que he existido en algún segmento de la línea del tiempo que ignoro, fui músico, alquimista, quizás mago o santo, aunque es una pretensión absurda, porque la santidad es para los elegidos y ellos no retornan a este valle de lágrimas, así se dice en los pasillos de lo oculto.

Ante el miedo y el sufrimiento incordio a Dios; dudo de su perenne presencia, ¿Señor, estás aquí?, ¿por qué permites el dolor, las lágrimas, la tristeza?, ¿Puedo confiar en Ti? A veces la furia o el desconcierto me dominan y la blasfemia intenta asomar por los resquicios doloridos de mi mente, pero me contengo, reflexiono, busco razones, causas, racionalizo las circunstancias y extraigo argumentos que intentan explicar lo inexplicable; a veces la duda se disipa con el tiempo, a veces sólo la Fe me salva de la locura o la herejía, porque puedo quejarme de sus métodos, pero jamás se me ocurrirá exigirle que no gobierne el Universo como lo hace, es tan grande y tan complicado que las razones se me escapan.

Pero las más grandes interrogantes sobre Dios para mí, siempre han girado alrededor de la brevedad de la existencia y la muerte.

El tiempo de una vida escasamente llega a llenar las expectativas de alguno, creo por otra parte que la eternidad es un castigo, pierdes a los que amas una y otra vez, y además agotas el caudal de tus emociones, llegas a vivir en la muerte del alma. La muerte es un pasaje temible, temido y atroz y la vida tan corta. Cuántas cosas dejamos en nuestra agenda sin cumplir, porque conforme avanza el tiempo, más rico es nuestro pensar y el horizonte se amplía hasta límites insospechados, cuando comprendemos al fin algo del Universo la vida se acaba, ¡ qué pena!

¿Por qué, si vamos hacia otra esfera de luz y de inefables delicias, debemos de atravesar tan rápidamente ese oscuro y espeso muro de angustia y a veces de dolor que es la muerte? El cielo, la nada, bien podrían esperar.

Luego la muerte. ¿A qué obedece ese diseño agobiante, de miedo prolongado, de espera temerosa?, ¿por qué ese misterio insondable de la muerte de la cual nadie ha regresado, para contar las maravillas que en este mundo se cuentan del otro? ¿ O será que la aniquilación total es el final?, Dios no está obligado, bajo ninguna lógica, a perpetuarnos después de esta vida. Somos criaturas de Él y por tanto puede hacer con nosotros lo que le parezca. No me hablen de justicia divina, porque nadie puede explicar ni saber lo que es eso. ¿Qué puede ser injusto para Dios? Nada, nada, nada. Pero me sobrecoge siempre que ese algo oscuro y ominoso esté siempre al acecho.

Todo es fe, nada más que eso. Por la fe no se paga. No hay que pagarle a nadie por la esperanza eterna. La fe es un acto íntimo que compromete nuestra inteligencia a una creencia sin la razón. No hay demostraciones de Dios, todo es fe.

Y ahí está quizás el meollo espiritual de la vida.

Se puede matar a los que tienen fe, pero no la fe. La fe es nuestra verdad, si uno está dispuesto a admitirlo. Si se busca la verdad, como decía Heráclito, “hay que estar preparado, pues es difícil de encontrar y sorprendente cuando se encuentra”. Yo encontré la mía en la fe, desligada de las mentiras religiosas, desligada de la banalidad, del orgullo y del temor. Porque la Fe, mas si ella es la verdad para nosotros, como sucede con un creyente convencido, el que sea, entonces se convierte en luz y guía de nuestras vidas, esto ilumina y redime al que es sincero y consecuente con sus ideas; el que es auténtico, sin dobleces, cuando es el resultado del amor por Dios, por los demás, por uno mismo. Sólo así se puede vivir sin temor, sin complejos de culpa, sin desperdiciar la vida castigándose por estupideces derivadas de la manipulación de los líderes espirituales, venga de donde venga. Encontrar la verdad, tener fe en lo que se cree, se espera y se percibe como realidad, es poner un pie en la eternidad o en el eterno olvido, que viene a ser lo mismo. Porque después de esta vida, eso espero y creo, nada me seguirá atando a las irrealidades de este mundo y si ahí termina todo, absolutamente todo, no tendré tiempo ni posibilidad de darme cuenta. Todo esto resuma locura, puede que así sea, mía o de Dios, pero como Pablo dijo en alguna de sus exaltadas epístolas, “la locura de Dios es más sabia que la sabiduría de los hombres”.

Quiero ser, soy entonces, un hombre de fe, pero de fe encontrada en la reflexión, en lo más profundo de mi corazón, en el silencio de estas noches de lluvia continua, en la soledad del Universo, extraída de los más recónditos y atávicos cofres de la mente humana, de esa que según Darwin, surgió del poderoso océano, donde gobierna Neptuno, y que ha llegado a la tierra, a destruirla según parece y de la que ha de ascender al reino de los Cielos, en lo que el simbolismo de esta frase alcance a expresar.

Esa pienso, es la verdadera fe, la que han predicado y exigido todos los profetas, avatares, iluminados, no la que surge de los libros o de los dogmas, sino aquella que con esfuerzo, reflexión y absoluta sinceridad surge de nuestro corazón y nos envuelve en su beatífica paz y consuelo. Yo sé ahora, que no he de durar más que el mar, más que el cielo y las aves que en él trazan la infinita fórmula de la eternidad. No he de durar más que un soplo de Dios, quizás Él después me olvide y me diluya en la nada como Buda; quizás después me disuelva en su esencia divina y dejaré de ser yo para convertirme en Dios, todo entra en las posibilidades de mi fe. No intento comprender a Dios ni exigirle que me otorgue la eternidad, que se haga su voluntad; todos los caminos que con mi fe he abierto no los he llegado a conocer todavía, deben restar miles quizá millones, y quizás alguno de ellos me lleve al final, pero no quiero exigir que sea el que yo creo o alguno de los que se han inventado los hombres a través de los siglos. Me gustaría que fuese algo inesperado, estoy preparado o creo estarlo, aunque me cause la más increíble sorpresa, siempre he sido amante del Destino, del ignorado, porque la sorpresa es prueba que no somos nosotros los dueños del mismo, sino esa fuerza infinita, inexplicable, ese espíritu inefable que llamamos Dios.

Con tropiezos he llegado a esta edad en que disfruto de mi familia, de todos los que me aman, en la que puedo pensar con libertad, sin ataduras religiosas, a través de sorpresas y sobresaltos he llegado a asomarme en ocasiones, al país de la sabiduría, he disfrutado de la obra surgida del Creador, empiezo a pensar que la vida es bella, a pesar de todas las dificultades y del mal del mundo. Quizás en la brevedad ficticia de la vida resida una parte de su encanto, de su milagro. Si tenemos fe, el final puede ser doloroso, terrorífico o puede llegar de puntillas y sorpresivamente, pero si tenemos fe, y hemos vivido gozando anticipadamente de las dádivas que Dios puede o no darnos, vivido, como dijo Séneca, la vida es tiempo y vida, si tratamos que sea vida la mayor parte, entonces, todo habrá sido ganancia, del espíritu, pero ganancia.

Cuando muera, por favor sonrían, ya estaré donde deseé, en esos mundos de esperanza o en la nada, lo que al final de cuentas será lo mismo; en este mundo ya nada seré, sólo recuerdos, imágenes en la memoria de los que compartieron mi amor, mis anhelos y mis angustias; se habrá cumplido mi rito cósmico y me integraré, al fin, al Universo, de cuyo ritmo y música me había desligado por un inverosímil instante, si Dios lo es todo, nunca dejé ni dejaré de estar a su lado, al fin de cuentas... quizás seamos eternos en realidad.

Vuelvo a este mundo. Sigue lloviendo afuera, pero la tormenta interior ha escampado.


FIN

miércoles, 14 de agosto de 2013

San Salvador, 14 de agosto de 2013.

La estructura de la realidad.

La realidad, nuestra percepción de la realidad la construimos a partir de ciertos de factores. Nuestra capacidad sensorial, nuestra inteligencia, tan difícil de definir y medir, nuestros conocimientos, nuestra experiencia, nuestras circunstancias actuales. Por supuesto que la física tiene otros elementos de apreciación más científicos y menos subjetivos.

¿Cuál es la estructura de la realidad de El Salvador que yo percibo? Lo planteo así porque es mi percepción, mi verdad probablemente, pero no necesariamente La verdad.

Percibo una realidad empapada en el mal. El crimen y sus ramificaciones, la extorsión, las drogas, la prostitución, el engaño, la corrupción, el desprecio a la vida y al honor de las personas. En lo referente a lo económico un endeudamiento asfixiante, que nos conduce irremediablemente a la quiebra y a la insolvencia, que arrastrará al país a la pérdida del bienestar social, ya precario, y a una debacle de la economía y las pensiones que nos sumergirá en la pobreza y la desesperación.

Dos aspectos nada más, quiero centrarme en ellos. ¿Qué se puede hacer?, en primer lugar, ante el estrepitoso fracaso de la izquierda y la derecha ante esta ignominiosa realidad, ante la debacle de los partidos políticos que han demostrado su ineficacia e incapacidad de detener la ola de deterioro social y económico, es necesario buscar alternativas de gobierno, nuevos medios de participación de la sociedad en el mismo, hoy en día las redes sociales pueden contribuir a la creación de una democracia directa, no se trata de inventar la pólvora, sino de convertir en realidad la democracia, el gobierno del pueblo, además de la democracia deliberativa y participativa el acercamiento del pueblo a través de las redes puede ser definitivo para alcanzar un mayor involucramiento ciudadano.

Los aspectos cruciales de la gobernabilidad deben, como dice el sociólogo alemán Jürgens Habermas, pasar por procesos de debate ante la opinión pública, así los gobiernos permanecen sensibles a la sociedad. Puede ser una alternativa, no lo garantizo, pero lo planteo, como posible solución. Reflexión ciudadana sin ideologías, sobre las capacidades de los candidatos, qué tan bien preparados están para cambiar este país, socialmente, académicamente, formalmente. Exigir y exigir, indignarnos antes los atropellos, el despilfarro, la dolce vita, de los padres de la patria, contra el lujo desmedido y las prebendas absurdas que sólo empobrecen a este país sin ningún resultado positivo. Vidas de gran nivel, que les hace percibir una realidad dislocada de la real miseria de nuestro pueblo.

La violencia, entre otras cosas, es producto de una injusta, asimétrica distribución de la riqueza y el consiguiente empobrecimiento de la población, así de sencillo, así de tremendo. Esto causa oscuros y violentos desajustes sociales, promiscuidad, necesidades que son casi irresolubles para los pobres y que terminan en la explosión social y la violencia endémica, que es lo que nos sucede. Soluciones hay muchas, Europa, muchas naciones asiáticas y en el norte de América lo han logrado, no es la perfección, pero hay diferencias con lo nuestro. Vamos hacia esos países porque se vive mejor, a pesar de que los criticamos, nadie va a Cuba o Venezuela o Corea del Norte. Entonces la solución va tras una mejor distribución de la riqueza, transparencia, creación de fuentes de trabajo, seguridad social asequible, posible si dejamos proyectos demagógicos, populistas, seudo sociales y nos concentramos en lo esencial para transformar el país en lo que queremos ser, que aún no se ha definido. Otra economía es posible, más justa, más humana.

Esto implica sacrificios, en todos los niveles. Enfrentarnos a nuestra aflictiva realidad, poner los pies sobre la tierra. El que quiera vivir bien, que lo haga con sus propios medios, no los del pueblo. El que quiera gobernar que esté dispuesto a sacrificar su vida por los demás, no a vivir de los demás. La política debería ser un noble oficio, la hemos prostituido.

lunes, 5 de agosto de 2013

San Salvador, 3 de Agosto de 2013.

El país que nadie quiere ver.

Dicen algunos historiadores que mientras los bolcheviques caminaban por las calles de San Petersburgo y Moscú, soñando con eliminar a los zares y toda la nobleza rusa, ellos seguían en sus Palacios de verano, tomando Champagne, ostras de Francia y caviar iraní, ignorando la realidad, en tanto lentamente, la espada de Damocles caía sobre sus cabezas.

Nadie quiso ver lo que sucedía. Una ceguera que nos está afectando a los salvadoreños.
No tomamos Champagne francés, ni ostras, porque el dinero es cada vez más escaso, y el trabajo cada vez más difícil, pero ignoramos el real estado de descomposición de nuestro país y las apocalípticas consecuencias de ello. No queremos ver el caos anárquico en que vive este vapuleado país y si lo vemos, volvemos a ver hacia otros lados, pero de seguir así, el destino nos alcanzará y será muy doloroso y muy trágico.

La deuda del país crece a pasos de pánico, comprometiendo no sé cuántas generaciones, no hay inversión extranjera, no hay creación de fuentes de trabajo, al contrario. Cada vez a los mayores, de cuarenta o más años, se les dificulta hasta lo imposible conseguir trabajo. Se invierte en proyectos populistas absurdos o en elefantes blancos improductivos que en lugar de incluir, excluyen a miles de salvadoreños, mientras los hospitales se debaten en una miseria de medicamentos y servicios que afectan a los más pobres de este país.

Las pensiones están amenazadas por absurdas medidas gubernamentales, mala administración, imprevisión, despilfarro burocrático, en fin, que el futuro de este país no existe, no hay futuro seguro ni garantizado, apagaron la luz al final del túnel de negra pobreza y violencia. Qué injusticia trabajar treinta o cuarenta años para que al final de nuestras vidas no tengamos como llevar una vida digna. Sin embargo los "servidores" del estado no dejan de gastar a manos llenas y discutir sobre asuntos intrascendentes.

El crimen se ceba sobre los olvidados de este país, seis asesinatos diarios, uno cada cuatro horas; además de dantesco, es absurdo en un país que cuenta con miles de policías y un ejército, cuyo único fin debería ser defender al pueblo, porque nadie nos amenaza con declararnos la guerra, o con una invasión. Los robos, extorsiones, asesinatos, violaciones, amenazas, el abuso de los "buseros", raterías, son fenómenos que han alcanzado la categoría de normales y son la amenaza diaria de los transeúntes, de los que viajan en buses, de los que caminan de noche para llegar sus ranchos, a su "fuerteza", de los olvidados, ciudadanos de segunda y tercera categoría, los que no tienen voz.

Todos prometen, nadie cumple. La violencia en este país, tiene ya muchos años, no se la ha inventado ni creado ningún partido político, pero ninguno ha ofrecido todavía alguna solución. Esto no es problema de El Salvador, es un problema regional, tampoco total, Nicaragua y Costa Rica, parecen estar mucho mejor en este sentido. Pero Honduras, Guatemala y El Salvador, están hasta las narices de "maras". Por lo tanto una acción para que sea efectiva, tiene que incluirlos, atacar el problema regionalmente, si no, estamos arando en el mar.

Rescatar este país implica grandes sacrificios, eficiencia y eficacia administrativas, estricta honradez de parte de los funcionarios; saber que para reconstruir tendremos que pasar un mal rato, quizás años, mientras limpiamos la cara sucia del estado. Debemos ordenarnos, cumplir las leyes a cabalidad, invertir donde se necesita, no donde se logran votos, castigar el enriquecimiento ilícito, reducir drásticamente el aparato y lujo estatal, ahorrar, ahorrar y sacrificarnos por el bien de El Salvador.

Los partidos políticos, ofrecen sólo cosas maravillosas: bienestar, dinero y trabajo para todos, inversiones que no se sabe cómo van a financiar, en fin, ilusiones. Nadie quiere ver el real país en el que sobrevivimos. Ni los votantes.