sábado, 20 de diciembre de 2014

San Salvador, 20 de diciembre de 2014.

Queridos amigos.

2014 no ha sido mi mejor año, tampoco el más malo, Dios ha estado conmigo. Diría que me he purificado, sin encontrar la pureza, definitivamente soy humano y por tanto imperfecto.

Pero he estado atento, en espíritu, en conocimiento de todo tipo, me he educado interiormente como ningún año en la vida. He descubierto grandes verdades y enormes mentiras. Esto ha producido en mi un hastío, un enojo, un enfado casi galáctico; el actual gran espectáculo que es este mundo lo veo como algo verdaderamente detestable, no sé que va a pasar, una ceguera irritante y voluntaria, criminalmente voluntaria, quiere dejar de ver la maldad que se esparce sobre la tierra como peste irrefrenable.

Todo es permitido, todo es válido, una vulgarización y banalización de las costumbres más absurdas y ofensivas, está convirtiendo la sociedad en un aquelarre de brujos que todo lo perturban, muestran el lado oscuro del alma, de la más descarnada y grosera manera. Es que ya no se respeta nada. Todo perece bajo el sucio martillo de la vulgaridad y del irrespeto.

El crimen no es más que una estadística, si ayer fueron veinte asesinatos y hoy diecinueve, todo está mejorando, y nadie se preocupa ya por ello !absurdo! Las guerras y la intolerancia, sobre todo intelectual y religiosa, campean en el mundo de forma aflictiva. La corrupción galopante en todos los ámbitos, pero especialmente en la política, parece sumergirnos en la barbarie del más fuerte, del más abusivo, del más cínico, del más sinvergüenza.

Se presentan las aberraciones más abyectas como normalidades que deben ser aceptadas, bajo la amenaza de ser descriminador, como si oponerse al mal ya no fuera válido. Se publica cualquier vulgaridad, cualquier insulto con disfraz de gracia, de algo desafiante y de mucho valor, cuando en realidad sólo son muestras de la más baja vulgaridad, falta de respeto y grosería ofensiva.

Realmente el mundo está desbocado y corre hacia un despeñadero de no sé que profundidad, que amenaza echar por la borda siglos de civilización para volver al caos, a las estepas africanas primigenias, cuando recién adquiríamos la consciencia de humanos, tiempos aún salvajes.

Queridos amigos, sería muy fácil desearles una Feliz Navidad. Pero no sería honesto conmigo mismo si no gritara estas verdades que me abaten y me preocupan seriamente. Creo que todos podemos hacer algo en contra de lo anterior. No sólo vivir, sino de ejemplificar con nuestras vidas lo que quisiéramos para nuestros hijos y descendencia. Si una gota de sensatez aportamos a nuestro mundo, produciremos una lluvia que puede vivificar nuestras esperanzas de un mundo mejor. Miles de gotas hacen una lluvia y millones un océano. Yo les invito a que llenemos ese océano. Lo llenemos de bondad y amor, honradez y responsabilidad. Las multitudes empiezan con una persona, seamos todos esa primera persona y creemos una infinita multitud para salvar este mundo del caos y la maldad. Y ahora sí...!Feliz Navidad! Bendiciones y un maravilloso 2015. Es mi deseo sincero profundo para aquellos de quienes disfruto el maravilloso regalo de su amistad.

sábado, 22 de noviembre de 2014

San Salvador, 21 de noviembre de 2014.

Canto a los héroes salvadoreños.

No sé si la palabra correcta sea añoranza, recordar con pena la ausencia, privación o pérdida de alguien o algo muy querido, según el Drae o nostalgia, pena de verse ausente de la patria o de los deudos o amigos o tristeza melancólica originada por el recuerdo de una dicha perdida. Aunque muy cercanas ambas palabras las definiciones tienen diferencias muy sutiles y la traducción directa del griego de la última nos da un detalle más preciso para lo que quiero expresar: nostos, regreso, algos, dolor; en alemán, el significado es mas directo Heimweh, dolor por el hogar.

Me decanto por ello por nostalgia, porque pienso y lo he vivido en carne propia, el dolor por el hogar, al que se añade la añoranza, la ausencia de los que amamos, la lejanía de aquellos que están cerca de nuestro corazón. He estado pensando en los hermanos lejanos. Héroes ignorados de nuestra sociedad, sobre todo en su papel de héroes. No sé, ni quiero pensarlo, qué sería de este país sin esos millones de emigrantes que con su trabajo, esfuerzo, nostalgias y añoranzas, envían esos miles de millones de dólares para que este país no perezca. Así de claro, así de sencillo. Héroes. Este país viviendo siempre de los pobres. Ya es hora que reconozcamos, agradecidamente, esa heroicidad. Que hay malos entre ellos, siempre hay malos en cualquier circunstancia, pero los números nos demuestran que en ellos, el bien triunfa, los éxitos de miles de nuestros conciudadanos demuestran que el que quiere puede y sin necesidad de robar, asesinar o extorsionar. Y son los más.

Pero todo este universo complejo y alucinante, lleno de luces y oscuridades encierra una tragedia. Conozco el interior de esa tragedia, porque como dice Pessoa en algún poema que ignoro cuándo ni dónde lo leí, "el lugar al que se vuelve no es el mismo, las personas a las encontramos no son las mismas". No sé si la cita es exacta, pero esa era la idea. Esa es la idea. La misma de Heráclito pero hecha poema. Las tragedias abundan, familias destrozadas, esa es la correcta expresión, amores que el tiempo y la distancia agotan y desaparecen, hijos que se descarrían, algunos en las oscuras corrientes del mal, otros mueren en el intento y entran a formar parte de los miles de desaparecidos, de abandonados en las selvas, en los desiertos, en las manos de la mafias de contrabandistas, de traficantes de personas. Para algunos el sueño americano ni siquiera empieza. Cortas esperanzas que mueren en el inicio.

Nos alejamos y el tiempo pasa, pasa aquí, pasa allá, donde quiera que ese allá quede. La vida fluye con y sin nosotros. Cambiamos y todo se transforma en nuestro interior, algunos son fuertes, auténticos conservan sus lazos nítidos, siempre en contacto con los que aman, hoy es tan fácil, los medios son tan variados y asequibles, esos son los héroes, los que ven el futuro con optimismo al lado de los suyos y se esfuerzan porque ese futuro sea real. Piensan en ellos, en cada esfuerzo que hacen, sueñan con ellos en cada descanso, ansían tenerlos a su lado, son los hombre de voz dura, de los que hablaba Lorca. Los que buscan su sueño con furia .

Estos días de fin de año, es la época de la nostalgia, de la añoranzas, cuando miles de estos héroes anónimos pero no desconocidos, son salvadoreños, hermanos, llegan en nubes, como los azacuanes, a buscar el olor, el sabor de la tierra, las tradiciones navideñas, los sabores añorados en compañías de viejas arrugadas, que concentran en sus arrugas todo el amor de madres; las posadas, los amores abandonados, los hijos con los que sueñan díá y noche, por quienes sufren privaciones, fríos extremos y por qué no decirlo, vejaciones, pero ese carácter de acero de nuestro pueblo, los hace insistir hasta el final, hasta el triunfo y en su triunfo ganamos todos. Benditos sean.





jueves, 20 de noviembre de 2014

San Salvador, 18 de noviembre de 2014

Días de paz, días de amor.

Hay días en que uno se siente bendecido por la sabiduría de las cortes celestiales, los cielos claros del verano, la proximidad de la Navidad; esa época que ha dejado de ser religiosa, convertida en un huracán comercial, pero que de alguna forma conserva, creo que especial y únicamente en los que fuimos niños cuando su carácter era aún religioso, gratos y suaves recuerdos de increíble intimidad y espiritualidad; es el tiempo que nos descubre la sabiduría infinita de los más puros espíritus, de los cielos poblados de deidades, ángeles, arcángeles y potestades, que en un coro infinito, sutil y de celestiales melodías cantan la gloria de Dios. Ni idea que tan cierto pueda ser esto, pero su representación, la que vive en las zonas reservadas de mi infancia, es de un colorido y fantasía tales que vuelvo a la inocencia y me consuelo en su pureza y alegrías sencillas pero profundamente sentidas. Su simple recuerdo es un oasis de paz en mi alma, un retorno al Paraíso perdido, al lugar de leche y miel.

En esta época hermosa, el Universo parece ser mås pequeño por causa de alguna magia oculta en los meses finales del año y en su principio. Época que trae con los fríos vientos del norte, canciones de susurros, que deben escucharse en los espacios infinitos de los Paraísos celestiales, y este mundo de prosaicas realidades, que parecen juntarse levemente, tangencialmente, en esos días suaves, esparciendo en el aire aromas de manzanas, uvas y de musgos de árboles añosos y poblados de luces multicolores que reproducen el arco iris en la íntima noche de la Natividad, llena de sutiles sentimientos y suaves recuerdos que conservamos durante toda la vida.

Esas fechas son días de ojos y oídos más abiertos, como personajes de mosaicos bizantinos, como si estuviéramos atentos no a las personas, sino a los latidos de su corazón, al brillo de sus ojos, al resplandor de sus sonrisas. Regalas y recibes alegrías, no necesitas regalar cosas materiales, no, regalas abrazos, besos en mejillas heladas, compartes tu alma y sientes entonces que la humanidad es una sola. Esto me causa perplejidad, me lleva a pensar que lo que nos diferencia de otras especies es esa sensibilidad especial que poseemos, para tomarle el pulso a la vida, para comprender que no sólo de pan vive el hombre, sino también del aire hermoso de los días de fin de año, del amor por y hacia los demás, de las alegrías compartidas, que vivimos y somos realmente humanos cuando destilamos las esencias más puras de nuestra parte espiritual, inasible, pero tan real que es la que nos proporciona las más inefables experiencias de nuestra existencia.

Por supuesto, nadie está exento de tristezas o preocupaciones, pero esa atmósfera leve, perfumada y multicolor, rebaja el nivel de las mismas y los dolores son mås soportables, porque el espíritu se renueva, rejuvenece y volvemos a repensar nuestros años dorados, no porque lo sean en realidad, nosotros estamos en nuestra edad dorada, como todos los que tienen la magnífica, luminosa, vibrante edad de quince años.

Este día, contemplando el árbol que Sonia adorna cada año y que Matilda observa con asombro y nerviosa alegría, recuerdo los que mamá decoraba, con sus bolas frágiles de finas láminas de vidrio, de velas que burbujeaban sin cesar y el nacimiento de viejas de cabeza de algodón y molenderas que en diminutas piedras de moler trabajaban para toda la eternidad, el maíz de nuestra alimentación ancestral. Y pienso lo rápido del paso del tiempo y recuerdo aquel extraño verso de Prudencio: “inrepsit subito canities seni.” con qué rapidez subieron las canas a mis sienes. Me parece que fue hace un parpadeo, cuando me tiraba sobre el brillante piso de la sala de mi casa, a observar desde la perspectiva correcta, a ras del suelo, el diminuto mundo de fantasía. Recuerdo, pienso y me abandono a la paz y la armonía.

miércoles, 5 de noviembre de 2014



Homenaje a John Keats.
A Sonia.

Hay cosas absurdas. Por ejemplo, a los veinticinco años era una ridícula idea, aquella de que no me iba a enamorar jamás de nuevo. Después con los años descubrí que amar es importante, pero más, estar enamorado. Descubrí también que era más difícil. Quizás eso es lo que Keats pensaba en ese maravilloso poema " ¡Brillante estrella!, si fuera tan constante". Pienso, y puede ser que esté equivocado, es lo más probable, que es un poema al enamoramiento, no al amor, hay una sutil diferencia, tan fina y transparente que confunde, pero los años nos ayudan a distinguir con mejor certeza las infinitesimales aristas de la existencia, la compleja geometría de las relaciones amorosas. El milagro es que un poeta como Keats lo sepa a los veintitantos años, murió a los veinticinco, eso es cosa de genios y no se puede explicar. Pero para los normales seres que poblamos este mundo, entender el profundo significado de estar enamorado es un complejo ejercicio intelectual.

Amar, es inercial, estar enamorado es absolutamente dinámico, creativo y perpetuo, lo inercial se agota, lo dinámico y creativo se reconstruye, se modifica, se airea continuamente y mantiene la suave levedad de una relación amorosa, crea nuevas estructuras de entendimiento, afianza la relación en sus más profundas raíces. Keats lo piensa así, "despierto por siempre en un dulce insosiego", despierto, atento, primera condición; insosiego, movimiento continuo, segunda condición. Esa es la clave, no podemos estacionarnos en ninguna época, ni vivir de recuerdos, hay que volver cada día de la vida irrepetible, inventarse cada día, estar en un insosiego que crea circunstancias nuevas, en donde como las flores, nuestro amor se expande, se enriquece y se adapta a los cambiantes ritmos de nuestra existencia.

De ahí proviene el equilibrio: la vida y la evolución del amor propiciada por el enamoramiento. Y allí está también la desorientación; como sucede en la vida, el amor es intangible, no se basa en lo que acumulamos materialmente, sino en lo que nos expandimos espiritualmente, hay que estar conscientes que cada época de la vida tiene su encanto, para descubrirlo por supuesto, hay que abrir los ojos del alma. Que estas cosas ya no funcionan, bueno, hay que ver lo que sucede en el mundo para darse fácilmente cuenta que lo actual funciona menos, mucho menos.

Una condición es indispensable para este equilibrio, sintonía. No es impulso masculino ni femenino, es una fuerza compartida, un destello que ilumina a dos personas, que ayuda a perpetuar la belleza del inicio, del primer encuentro. El mismo Keats lo expresa magistralmente en el primer verso de su Endimión, "Una cosa bella es un goce eterno" y no hablo de la belleza física de Endimión que fue incorruptible, pero perdida en un sueño, me refiero a la belleza invisible, pero sentida, viva y despierta, interna y profunda, de aquel universo gemelo del nuestro que viaja con nosotros, entre luces y oscuridades, hacia un mismo destino, un destino compartido, deseado, querido, que con los años se convierte en fortaleza y alivio mutuo y que en un proceso de alquimia singular se convierte en uno solo y somos entonces una sola alma, un solo corazón. Estoy seguro que ese es el reino prometido, el regreso al Paraíso perdido.

Ese es el lugar al que Keats cantó en esa maravillosa estrofa, "No muere la poesía de la tierra jamás". El lugar donde moran los enamorados, en donde ni los años cuentan, ni la muerte separa.

Estar enamorado es construir el amor cada día, y eso es encontrar el lado sublime de la vida. El verdadero sentido de la vida. Keats lo encontró en el principio y fin de su efímera existencia. Es nuestro perpetuo anhelo, mi anhelo constante.

LSR

San Salvador 2 de noviembre de 2014.

Oda al verano

Dos días después de la última lluvia, todo cambió por completo, el cielo se mostró azul, brillante, nubes largas como retazos de finas sedas viajaban alegres con el viento que tenaz, moviendo también las ramas de los árboles, creaba la danza eterna del movimiento perpetuo de la incansable naturaleza. Había llegado el verano. Un olor delicioso flotaba en el ambiente, no era algo conocido, era un aroma no identificable, algo sobrenatural, alegre, dulce, como mañana en el campo impregnada de aromas de flores silvestres, brisas perfumadas y humos de maderas desconocidas.

La división entre el invierno y el verano no sólo es climática sino espiritual. Nos traslada a tiempos idos, el cuerpo y el alma se vuelven más livianos, el aire es más tenue, los pensamientos más alegres y positivos, el viento fresco del norte acaricia el espíritu y se lleva los pesares y los desencantos. Pareciera que el aire del verano calma el dolor y pinta de colores más brillantes nuestra exuberante naturaleza, nuestra imaginación y fantasías.

Ayer en el mar, vi los primeros celajes del verano, hacia el oriente sobre el imponente volcán de San Miguel, fiera dormida, que hoy respira con furia contenida, rosadas nubes, como aquellas de las auroras homéricas, alegraban el cielo que se preparaba a dormir en el oscuro lecho alumbrado por miles de relucientes estrellas. Recordé emocionado los versos puros de la Oda al otoño, del exquisito poeta Keats:

«Cuando el día entre nubes desmaya floreciendo
y tiñe los rastrojos de un matiz rosado,»

Y reflexioné como el mundo repite su belleza en todo momento y en todo lugar, en la rubia Albión de Keats o en la furia tropical de Alfredo Espino, en las frías comarcas del norte o en esta cálida tierra de lagos y volcanes, de verdes, perfumados cafetales y plateados cañaverales. De gentes con corazón, que luchan día a día por su futuro. Hoy en la mañana vi la primera piscucha, blanca, casi transparente que «colazeaba» como caballo relinchón, mientras sus flecos vibraban como si estuvieran ateridos de frío, recordé las lunas que papá nos fabricaba de papel de China, con colas de trapos de camisas viejas y varitas de bambú que él mismo trabajaba.

El principio del verano es la puerta de ingreso a una época maravillosa, un tiempo preñado de entrañables recuerdos y de íntima paz espiritual, producto de acontecimientos tan dispares como el día de los difuntos, de todos los santos, de la Navidad y Año Nuevo. Tiempo de recuerdos de infancia, seres queridos que nos dejaron y otros que llegan. Este verano es especial para nuestra familia por la llegada de Matilda, que une sus gritos y sonrisas a nuestra alegria familiar. Cada miembro que se agrega, mis hijos, mis nietas Andrea, Adriana, Matilda, es agregarle años a nuestra eternidad que empieza con ellas y que espero no termine jamás.

En fin, el verano nos anuncia el nuevo año, un ciclo que se cierra y otro que se abre al futuro suavemente, cargado de sorpresas y alegrías, quizás de tristezas, pero siempre lleno de esperanzas, siempre pleno de buenas intenciones de proyectos y anhelos que reflejan el alma indomable de los que amamos este país y deseamos lo mejor para él. La Navidad que se aferra amorosamente en nuestros recuerdos infantiles y su carga de símbolos religiosos y profanos, los nacimientos y árboles, que alumbran las noches frías y suaves de una época que nos envuelve en nubes de algodón de azúcar.

Quizás esos buenos sentimientos de fin de año provengan de los recuerdos de nuestra infancia que llaman insistentemente desde el pasado y volvemos a ser niños transfigurados por la vida pero niños al fin; los que somos padres lo sabemos, nuestros hijos nunca crecen, siempre son los niños que vimos crecer, los que caminaban inseguros por el jardín de la casa, los que curábamos de sus heridas y raspones. Los que amamos incondicionalmente, porque son sangre de nuestra sangre.

jueves, 30 de octubre de 2014

Sueño de la primera noche de verano.

San Salvador, 26 de octubre de 2014.

Sueño de la primera noche de verano.

Me gustaría un país que fuera de nosotros los salvadoreños, no propiedad de los partidos políticos, menos del gobierno. Un El Salvador, que fuera de todos, no de una clase, ya sea esta económica o política. Un El Salvador en donde todos pudiéramos contribuir a su gobierno y no depender de lo que unos pocos mal piensan, sino de lo que todos pensamos. Un país en el cual todos participemos reflexivamente del gobierno y seamos creativos y responsables de lo que sucede dentro de sus fronteras. Un país libre de corrupción, violencia, impunidad e injusticias. Un país en el cual impere la ley. No que ésta se adapte a los intereses partidarios. Un país de gente honrada. De gente trabajadora. De gente responsable que luche por crear un gran país con esfuerzos continuos y sin desmayo. Crear un gran país significa hacer un gran esfuerzo, honrado y responsable. No existen alternativas fáciles, ni indoloras.

Es que esta primera noche de verano la he querido vivir con plenitud, me he quedado despierto hasta altas horas de la noche, no sólo por el estruendo de las ráfagas de viento, sino también y principalmente por las ráfagas de patriotismo que azotan mis pensamientos. Reflexionar sobre El Salvador se ha vuelto un acto de dolorosas resonancias. Ver el presente, imaginar el futuro es un ejercicio intelectual de dolidas sensaciones y sobresaltos. Y las conclusiones, como mencioné en el primer párrafo, hacen arribar a la mente soluciones irritantes, complejas, de difícil ejecución y de largo aliento, capaces de desanimar férreas voluntades y esforzados corazones. Pero hemos tenido fama de luchadores, muchos jóvenes, menores de treinta y cinco años, ignoran por completo que fuimos un país famoso por lo esforzados en el trabajo, luchador, que con esfuerzo y orgullo nacionales, genuinos y auténticos, convertimos este minúsculo espacio geográfico, en ejemplo de Centroamérica y de muchos países de América Latina.

Escribo esto no como reclamo ni queja, sino como una llamada de alerta, de aliento para ver si nuestra juventud actual, trabajadores, comerciantes, empresarios, funcionarios gubernamentales, políticos y la ciudadanía en general, recuperamos ese orgullo perdido, esa valentía de sobreponerse a las dificultades y alcanzamos de nuevo al cima de nuestro potencial humanos que, con justa razón y conocimiento de causa, certifico que es enorme y de calidad, no sólo intelectual, sino humana, que es desde mi punto de vista todavía más importante.

¿Cuál es realmente nuestro problema? Esta pregunta tiene infinidad de componentes, económicos, culturales, políticos, religiosos, sociales. Pero sobre todos ellos destaca uno: la perversión y deterioro de las condiciones humana de la sociedad. Humanas en el más alto sentido del término, somos seres humanos porque pertenecemos a un conglomerado social que debería ser unido, justo, solidario, cooperativo, responsable y sobre todo de amor al prójimo, para Freud, uno de los fundamentos de la vida civilizada. De lo contrario seríamos nada más que otros animales poco evolucionados, carentes de lenguaje y sobre todo, de dominio sobre el pensamiento abstracto que es lo que ha elevado al hombre sobre todas las especies.

Hoy se habla mucho de ciencia y tecnología, para nosotros países pobres es un problema y un reto, las necesitamos a ambas, es poco menos que imposible subsistir sin ellas, pero centramos tantos esfuerzos en las mismas, que olvidamos la parte humana, la parte que estamos obligados a resolver en primera instancia y que menospreciamos creyendo que aquellas son el centro de la vida, el centro del progreso y nos olvidamos que es el ser humano y sus circunstancias el que está en el centro de todas las cosas, que es él el que tenemos que alimentar con valores, virtudes, para que aquellas funcionen a cabalidad y en beneficio de la sociedad en general y no de ciertas clases, económicas la mayor parte de las veces, o políticas que, al menos al día de hoy, han relegado a la población a niveles de apéndice de sus intereses.





miércoles, 1 de octubre de 2014

San Salvador, 14 de septiembre de 2014.

La ternura

Hay sentimientos que parecieran haberse apagado en el universo. Como si la civilización materialista de hoy día se hubiese ahogado en la violencia, las guerras incesantes, la banalización del mal, tan de moda hoy en día, hubiesen convertido el alma humano en zona de desiertos y espinas, de sequías inmensas, de yermos carentes de virtud y de los más nobles sentimientos. Yo he resentido, por sobre otras dolorosas pérdidas, la casi desaparición de la ternura. Ese sentimiento sutil, casi etéreo que se presenta sublime en todos los tipos de amor verdadero, esposa, hijos, hermanos, nietos, es como una suave aura que nos envuelve en el dulce encanto de la práctica del más puro humanismo.

Ternura, viene de tierno, suave, recién surgido, la etapa primera dócil y delicada, de sentimientos sutiles, sentimientos cuyo grado, cuya intensidad se mide en corazones.

Una de las causas de su desaparición, es como expuse anteriormente, la banalización del mal que lo normaliza falazmente, que insensibiliza a las personas y las hace renunciar a la expresión de sus más refinados y sutiles sentimientos, como si ello fuera síntoma de debilidad, cuando en realidad es todo lo contrario. Solo las personas seguras de sí mismos expresan con libertad sus sentimientos. La expresión del amor, no sólo de palabra sino de acción, es hoy paradójicamente, más tabú que el sexo. Se muestran las desnudeces y relaciones sexuales con más frecuencia y más explícitamente, que la ternura, sobre todo en los hombres. Y eso creo, ha restado a las relaciones esa finura, ese respeto que antaño rodeaba el noviazgo y que en alguna medida hacía que las relaciones matrimoniales fueran más duraderas, más acertadas y es que la ternura provoca respeto, admiración, sentimientos de unión y agradecimiento. Nada hay más dulce que la suavidad de una caricia tierna.

La ternura aunque se pierda en la juventud, siempre retorna en el otoño de la vida, como que perdemos miedo a expresar nuestros sentimientos y los mostramos abiertamente, porque en la sabiduría que confieren los años, encontramos lo absurdo que es ocultarlos, pues con ellos proporcionamos y nos proporcionamos alegrías infinitas y momentos de dulzura inefables.

La ternura es un sentimiento entrañable que da valor a nuestro espíritu y calor amable al alma de quien lo recibe. Es una forma simple, pero poderosa de armonizar con los demás, de integrarnos al espíritu amoroso del Universo, donde alcanzamos la plenitud y somos felices. Sólo los espíritus plenos, delicados son tiernos, los que no sólo viven de pan, sino de las maravillas del espíritu y sus emanaciones suaves y placenteras que constituyen uno de los grandes disfrutes de nuestra existencia. Porque la ternura es íntima expresión del ser no del tener, que todo lo embota y deforma. Es expresión de nuestra sensibilidad y sobre todo de la sinceridad y exquisitez de nuestros sentimientos.

Las madres son la máxima expresión de la ternura, su amor absoluto incondicional por los hijos es sorprendente y digno de los mejores elogios, pero...¿por qué no es así en los hombres?, ¿qué nos impide ser tan amorosos como las madres?, creo que no es normal. Hay algo en la educación humana que nos hace fallar en ese sentido; miles o quizás millones de años de prepotencia y dominio masculino, han adormecido, suprimido, reprimido ese sentimiento tan puro y tan suave. No creo que tenga que ver o interferir con el valor, hombría o autoestima masculinas. Es sencillamente otro sentimiento excelso, que deberíamos de hacer aflorar y mostrar cuando es necesario, porque lo es. Dice Fernando Sabater “El amor sin ternura es puro afán de dominio y de auto afirmación hasta lo destructivo". Completamente de acuerdo.

En fin, la recuperación de la ternura como sentimiento de armonía y humanidad, es una necesidad para contrarrestar la violencia, el desamor y la falta de solidaridad en este mundo materialista y consumista que nos abate y nos hace esconder nuestras más puras esencias. La sabiduría nos devuelve esa capacidad.

sábado, 14 de junio de 2014

San Salvador, 8 de junio de 2014.
La espiritualidad.

Toda versión de Dios es autobiográfica
Emil Cioran

Cuando te libras de la creencia en otras vidas, encuentras la paz. Descubres que la vida es disfrutable, que eres libre, sientes que vives sin cortapisas, ni temores absurdos de infiernos o cielos inventados por las religiones, el premio o el castigo deja de ser tu norma de conducta y entonces te vuelves completamente humano en el más excelso sentido del término. Vives para ser humano, amando a los demás porque son como tú, seres de una misma especie que viven en un mundo que debería ser disfrutado por todos y deberíamos de luchar por ello; cuando los demás son felices también nosotros compartimos su felicidad, pero no podemos serlo con tanta pobreza a nuestro alrededor, que en buena medida es productora, potenciadora de la violencia que abate a nuestra sociedad y tantas otras pobres sociedades del mundo.

La vida real, a pesar de lo que se diga y escriba, es esta que tenemos entre manos, y además es única, no hay otra, todas las demás después de la muerte o en otros absurdos universos, derivadas de mitologías modernas o antiguas, son pura especulación, sin ninguna base ni demostración; se puede pensar lo que quiera, pero pensando racionalmente, no hay argumentos para demostrar cualquier otra vida, cualquier Paraíso o Infierno. Espejismos, manipulaciones religiosas, tendientes al dominio y estafa de las personas, buscan el poder espiritual que luego los lleva al poder económico y como hemos visto a través de la historia y últimamente en los países subdesarrollados y sin cultura, al poder político, el peor y más corrupto de todos los poderes. Conoce, bucea, investiga racional y diligentemente en la historia de las religiones para saber el verdadero sentido y propósito de ellas, el inmenso dolor que causan y han causado, el poder terrenal,- ¿para qué?- que han acumulado. Si no, mira a tu alrededor, no es difícil darse cuenta lo que persiguen los líderes espirituales de nuestros días y de todas las épocas. Se debaten entre lujos y fastos mientras los fieles viven en las penurias más crueles y todavía tienen que dar diezmos y primicias a la iglesia de Dios; ¿crees que Dios, infinitamente justo, amoroso, desea eso que se llama explotación? Todo ello basado en el indemostrable mito que ellos son sus representantes. ¡Patrañas!

La espiritualidad no es exclusividad de las religiones ni de creer en Dios. Se puede ser muy espiritual, satisfactoriamente espiritual, sin religión. Dios puede existir o no, para mi, existe; no el Dios convencional, plagado de imperfecciones, no; uno que puede, si Él lo desea, prolongarme o acortarme la vida, ayudarme o no en este mundo, pero no tiene ninguna obligación de hacerlo y ninguna necesidad de darme otra vida y menos para ese concepto absurdo que se llama eternidad o el de la reencarnación, que aunque la veo más justa, no se sostiene por ningún lado, sobre todo si no te das cuenta que has reencarnado, si no te das cuenta que has existido antes, qué caso tiene entonces. Sólo los tibetanos y algunos occidentales que no entienden a cabalidad el mito y que además lo han mezclado falsamente con la física moderna, especialmente la cuántica, creen en esa lucubración exótica, absurda, imposible. Premios y castigos son debilidades humanas, difícilmente compatibles con un Dios infinitamente amoroso. Haz el bien enfocado a quienes te rodean, tu familia, tu pueblo, por este mundo, hazlo por que deseas hacerlo, porque te sale del corazón ayudar a los demás, no porque quieres un premio o evitar un castigo u otra vida maravillosa después de tu muerte. Eso es egoísmo puro, negocio divino, más bien engaño divino, pero no sinceridad espiritual.

Esta especial, genuina espiritualidad es una decisión libre y estrictamente personal, como deberían ser todas las decisiones de la vida en el plano espiritual, sin amenazas de infiernos o castigos eternos, sino por convicción de que haces, en libertad, lo mejor para ti, para todos.

sábado, 24 de mayo de 2014

San Salvador, 24 de mayo de 2014.

Los días y las noches.

El día luminoso, aun con la mortecina luz de los días nublados, es un portal a las cosas que alumbran nuestro espíritu, es un remanso de descanso de las oscuridades de la noche, de las reflexiones profundas, de los pensamientos divinos que nos envuelven en el sueño reparador del oscuro silencio. El día es el universo de las verdades materiales, de las preocupaciones cotidianas, el campo de batalla en donde se sobrevive o se muere en el intento de ser feliz. Porque la felicidad es producto de un esfuerzo, no es gracia de Dios, sino de nosotros que vivimos en este mundo; la vida sí que es regalo de Él para nuestro disfrute o perdición, pero la felicidad efímera es nuestra personal creación. Y es una creación tan personal, que es intransmisible, sí puede ser compartida pero pienso que no enseñada. Y nosotros decidimos con quien hacerlo, me parece que lo refleja muy bien, aquel poema del Conde Arnaldos que oyendo a un marinero cantar una canción maravillosa se la solicita y aquel le responde de esta intrigante, aleccionadora manera,

«Por tu vida, marinero,
dígasme ora ese cantar.»
Respondióle el marinero,
tal respuesta le fue a dar:
«Yo no digo esa canción,
sino a quien conmigo va.»

Por allí va la felicidad, uno la comparte con quien camina a su lado, quien lo sigue en el camino a Ítaca, ese camino de luces y sombras que es el real corazón de la vida, porque la meta es el final. Por alguna extraña razón, para mi la felicidad ha sido una emoción casi siempre diurna, las noches oscurecen mi vida, avivan mis sentimientos místicos, mi unión con Dios, que no puede llamarla felicidad, pues para mí su presencia abstracta, divina, incomprensible, no deja de crear en mi espíritu un temor reverencial que no puede ser feliz, sublime sí.

Por eso los días de lluvia, con su íntima atmósfera, me concentran en mis más puras esencias, me sumerjo en la lectura de mis favoritos, que son legión; platico serenamente con los que amo y entonces, la felicidad florece entre el murmullo de la lluvia y los resplandores de los relámpagos y escucho cierto tipo de música que deja algo en la mente. Hoy ha llovido todo el día, una lluvia imprecisa, suave, discreta, acariciadora, como las lluvias que he amado, escuché en su siseo mi nombre y luego oí a Bob Dylan y Leonard Cohen, esos hombres raros que con sus poemas renovaron la música; algo de Bach y de Arvo Pärt ese místico músico que en pleno siglo XXI sigue alabando a Dios, como hizo Bach, con su música maravillosa. Lo mismo me sucede en la contemplación de nuestro paisaje exuberante, nuestro maravilloso volcán que no me canso de elogiar su cambiante colorido, sus formas tranquilas, sus verdes infinitos. Las plantas brillan y un aura de vida cubre sus follajes. Oigo el canto de los pájaros.

Las noches con su oscuridad, atávicamente nos regresan a los tiempos de los temores existenciales, vinculados a la muerte, al acecho del enemigo, los ataques traidores, las peligrosas fieras salvajes y ciertamente siguen existiendo pero ahora las preocupaciones nocturnas son de índole económica, sentimental, laboral, sociales, derivadas de la violencia y la odiosa inseguridad que acechan constantemente nuestras vidas, el miedo existencial siempre nos acompaña, se potencia y exacerba en la nocturnidad.

Las cosas ocupan su lugar en el momento preciso, si no la vida sería un caos. La felicidad debe coincidir con las cosas que amamos en libertad y con pasión, a la luz de los rostros que veneramos, los que nos acompañan amorosamente por nuestra vida y que van desde nuestros abuelos hasta nuestros nietos, felices quienes hemos tenido la dicha de poseer esas cuatro generaciones que incluye a los padres y hermanos, sangre de nuestra sangre, mosaico de generaciones que crea el ADN formal de nuestra existencia. Realmente soy feliz, he sido feliz, cuando debo serlo.

viernes, 2 de mayo de 2014

San Salvador, 17 de febrero de 1995.
Lucrecia.
Hay amistades y amores, empezó Manfredo con aplomo, que carecen de simetría; por los gustos, por la edad, por lo aleatorio de las circunstancias que las engendran, pero su influencia se percibe toda la vida, la vida de uno de los dos, no importa que la de uno de ellos sea corta. Empiezan de formas casi accidentales, se accidentan más en algún momento, pero luego permanecen suaves, perfumadas, llenas de nítidos recuerdos, como violetas secas en viejos libros de poemas
¡Por Lucrecia!, diosa de la juventud, musa de mis días imprecisos de preadolescente. Levantó el vaso de Vodka y todos, casi sin pensarlo, levantamos los nuestros.
Lucrecia Blanche, continuó como sumido en un lejano recuerdo, era lo que se llama una mujer-niña extraña, pero extraordinaria. No se si se enteró de los motivos de la vida, de las penas y sufrimientos, pero lo más probable es que no, simplemente la vivió con esa pasión que sólo cierta juventud elegida posee. Así fue de increíble su vida. Su corta vida.
Vivía en una vieja pero hermosa casa, heredada de su abuela, que quedaba detrás de la de una tía materna mía. Solamente la separaba un “recibidero” de café de Borgonovo, administrado o cuidado - no estoy seguro - por un señor, todo el mundo lo conocía en Santa Tecla, que iba siempre muy pulcramente vestido, sombrero de fieltro y hasta de saco, pero descalzo. No sé si había oído hablar de don Justo Armas o viceversa, pero era, respetando las debidas diferencias, su doble imperfecto.
Lucrecia debe haber tenido cuando la conocí, unos veinte años, yo doce o trece y a mi me parecía salida de algún cuento, que no sabía si era de hadas o de brujas, pero aún en este último caso, era ella siempre Blanca Nieves.
Sus largos cabellos dorados, casi rojos en algunos lugares y vestida siempre de terciopelo hasta los tobillos, negro o morado suave, violeta diría hoy, la convertían en la exacta imagen de las princesas que yo veía en las ilustraciones del Tesoro de la Juventud, que mi padre me regaló cuando tenía como nueve o diez años. Lucrecia, con sus exóticas vestimentas parecía flotar sobre las baldosas blanco y negro como ajedrez, del pulido corredor de la casa. Siempre llevaba una copa de algo, no necesariamente de bebida alcohólica, en la mano y tenía una especial forma de quitarse el cabello de cara, una tranquila forma de moverse como si se dispusiese a volar casi sin que nadie se percibiese de ello, dejando tras de sí un viento divino, Kamikaze, dicen los japoneses, que obligaba a los mortales a lanzarse tras ella. Jamás había pisado un teatro pero era la imagen perfecta de la actriz genial, más tarde, mucho más tarde en mi vida, la asocié, por su forma de desplazarse, indisolublemente, a Isidora Duncan y, por su rostro, a otra mujer más extraordinaria aún, que luego les diré quien es. Tenía sus manos largas, suaves y tan blancas que las venas azules se percibían con facilidad, era realmente blanca como la leche con ligeros tonos dorados, de estar casi siempre encerrada en su cuarto en donde, en una oscuridad casi total, bebía, moderadamente, y fumaba casi siempre, acompañada de amigas y amigos de su juventud aunque quizás debería decir de su infancia. Algunos días la vi con ellos ya casi al oscurecer, pasear en el parque, cuando la niebla bajaba de La Gloria y enfriaba el ambiente volviéndolo delicioso y misterioso; yo, en esas ocasiones, me quedaba congelado contemplándola y absorbiendo extático, hasta el último aliento de su desbordante alegría. Nadie dejaba de admirarla, era imposible que en algún lugar, su risa de pájaros y su vibrante figura, pasaran desapercibidas. Muchos la deseaban, no sé cuántos habrán obtenido de ella alguna limosna.
Había enviudado joven, de diecinueve años, en el mismo que se casó y había sabido disponer de su viudez con gran conveniencia y alegría. En una esquina de la habitación donde dormía y recibía a sus amigos, en su santuario, como ella decía, había un pequeño altar, en donde siempre permanecía encendida una veladora y siempre, no sé de dónde ni cómo los obtenía, “cartuchos”, que perfumaban el ambiente con ese espectral y triste aroma que parece acompañar a los muertos y las iglesias, pero que no afectaba el alegre carácter de Lucrecia.
Semejante decoración le daba al cuarto una aspecto un poco fantasmal, yo, en mis pocos años, imaginaba cosas prohibidas para mi edad y tejía mis primeras fantasías eróticas, y por ello me causaba, en algunas ocasiones, un cierto miedo, rayano en el terror algunas veces, pasar frente a su cuarto, pues deseaba y temía simultáneamente, que un día me llamara y me llevase a esa cama inmensa sobe la cual pendía un rosario enorme con cuentas como del tamaño de nances, enmarcando un santo cuyo nombre ni figura he podido jamás identificar, parecía un San Jorge pero no había dragón, quizás era Ignacio regalando su capa y éste si creo, soportaba tranquilamente la vida alegre de Lucrecia. A ambos lados de la magnífica cama estaban dos mesas de noche y sobre cada una de ellas un candelabro de bronce pulidísimo. Blancas cortinas y una lámpara de mil gotas de cristal completaban la escena salida del siglo XIX y que a mi me transportaba a tiempos ignorados.
En el corredor, lleno de macetas de las más variadas flores, se paseaba casi bailando y, a veces, se tendía en la hamaca con una pierna colgando y casi descubierta que me atraía como un poderoso imán, contemplando pensativamente la hermosa fuente, adornada de azulejos que con su música acuática, confería a la escena un ambiente de descanso y quietud casi mitológico. El jardín, sembrado de claveles, pensamientos, perfumadas violetas, bajo la sombra de un añoso y aromático mirto, me persigue aún con sus formas, esencias y la hermosa Lucrecia, bella como salida de un cuadro del Renacimiento, quizás del jardín de los Medici.
Casi siempre, llegaba a jugar con Ramiro, un sobrino de ella, con quien habíamos construido una casa o algo parecido, sobre un guayabo que estaba en el traspatio de mi la casa de mi tía. Siempre, al entrar, desde que Ramiro, me iba a buscar a la casa siempre, tocaba la puerta del zaguán con una mano de hierro, antigua como la casa, una inquietante sensación de ahogo se apoderaba de mi.
¡Ay, mis amigos!, el día del encuentro, deseado y temido, llegó, exclamó Manfredo con aire de angustia. Tomó su vaso y le contempló con tal ternura en los ojos que los cubos de hielo recuperaron sus formas. Lo recuerdo como uno de los momentos supremos de mi vida.
Me imagino, exclamó Paco, eufórico por lo que seguía.
No te imaginas nada, exclamó un poco hosco Manfredo y prosiguió, sin mayores comentarios.
Al vernos entrar, llamó a Ramiro y con toda naturalidad le encomendó un mandado que, según decía, le urgía. Yo, como si supiese la continuación, empecé a sudar de las manos, casi me era imposible respirar, pero ella sin decir palabra, fue a dejar a la puerta a Ramiro y luego con una sonrisa que barría cualquier duda que hubiera podido yo tener, se acercó a mi y me tomó de la mano.
El cuarto se me hizo inmenso y oscuro, veía la veladora alumbrar y reflejarse en cada unas de las lágrimas de cristal de la lámpara, mientras ella me desnudaba y un pánico y una sensación de vacío me dejó sin habla. Ella se desnudó luego y en las ondulantes formas de su cuerpo de diosa, la veladora dibujó las más hermosas dunas del más impresionante desierto vivo, dotándola de una textura celestial, se acostó a mi lado y al sentir yo sus formas voluptuosas, el placer fue tan profundo que empecé a llorar. Ella me consolaba y como siempre me sucedía, en casos de profundas sensaciones, me quedé dormido.
Me desperté no sé cuanto después. Ella estaba mi lado, sentada en una mecedora, vestida con un traje negro, contemplándome y fumando con tranquilidad. Se sonrió, me pasó la ropa y yo, más ausente que al principio, me la puse. Salí del cuarto, casi sin verla, sentimientos indefinibles atenazaban mi corazón, ella quedó allá en su negro y oscuro mundo, abrí el zaguán, lo cerré con fuerza, corrí desesperadamente hasta la casa de mi tía y me encerré en el baño llorar. Jamás la volví a ver. No volví a aceptar ninguna invitación de Ramiro y la amistad con él naufragó.
Manfredo se calló un minuto largo, nadie dijo nada. Él tomó su trago bebió con calma y continuó:
Murió dos años después, en forma harto misteriosa. La pasearon en su ataúd por todas las iglesias cuando en realidad deberían de haberla llevado a los parques. Ahí le hubiera gustado realizar su último paseo. Su imagen, a partir de aquel día, quedó más firmemente grabada en mi memoria, aún la puedo ver en todo su esplendor; si tuviera dotes artísticas hubiera ya pintado miles de rostros como el suyo. Su rostro se convirtió para mi en el paradigma de la belleza. Más tarde supe que otro también la había encontrado hace muchos siglos en un rostro igual: Sandro Botticelli. Lucrecia y Simonetta son, tienen que haber sido la misma persona. ¿Qué más puede esperar y desear un amante de la belleza? La poseyó mi espíritu, aspiré, si eso es posible, sus íntimas esencias, me deslumbró su desnudez y ahí quedó sellado un pacto de amor eterno, al menos para mi, esa no consumación, volvió eterno mi puro sentimiento infantil. Así tenía que ser, ahora lo sé. Para volver a tenerla a mi lado no tengo más que cerrar mis ojos. ¡Por la bella Lucrecia!, mi musa lejana, guardiana de mis sentimientos infantiles. Todos levantamos nuestras copas y brindamos por la belleza, los hermosos sentimientos y acciones que nos inspira.

FIN
Luis Salazar Retana .

sábado, 19 de abril de 2014

San Salvador, 17 de abril de 2014.

El invierno de Matilda.

La lluvia es el símbolo de nuestro invierno, íntima a veces, sobrecogedora otras, pero siempre viste de sorpresa el día o la noche de sentimientos que van desde el regocijo hasta la melancolía. No sé porque extraña influencia y efluvios derivados de su luz, de su sonido pastoso, la lluvia suscita en mi encontrados sentimientos, me eleva a niveles de contemplación místicos de belleza inenarrables, pero también me sumerge en la vorágine infinita de los recuerdos más tristes y de mis horas oscuras. Pero debo admitir con sinceridad que la lluvia ha sido en vida, de forma amplia y general, dulce compañía. Escuchar como se acerca, como su rumorosa presencia nos envuelve y nos devuelve a la vida que surge de sus esencias vivificantes.

El año anterior, que es para mi el pasado, sin importar el tiempo que me separe de él, las lluvias fueron escasas y sentí su falta, externa e interiormente. Quizás mi estado de salud contribuyó a ello, pero parecía que los días no alcanzaban su desarrollo. Como que mis sentimientos no alcanzaban a florecer a veces, en otras ocasiones ni afloraban a la superficie de mi mente. La magia del jardín no brotó, y los pájaros no llegaron a la fuente que compré exclusivamente para ellos. Algo se quebró sin la lluvia constante y tenaz de nuestros inviernos, pareciera que la vida plena, vigorosa y vital no bajaba de las nubes, del cielo azul cubierto de brumas y silencios. Me faltó vida.

Pero este año ha sido diferente, la salud sigue igual, arrinconada en mis recuerdos. Pero la vida se renueva de alguna manera y la lluvia, ha llegado temprano y con visos de vida y salud muy certeros. El jardín se alegró desde marzo y las flores surgieron brillantes, sorpresivas en las plantas y arbustos. En abril llegó Matilda y se unió al concierto de luces y colores de mi existencia, no es todavía parte de nuestras vidas ni de la mía; está en su cuna durmiendo, comiendo y soñando con futuros cercanos y lejanos que ella ignora. Pero puedo imaginarla, después de un día de lluvia, o bajo una tenue llovizna, en el jardín recogiendo florecitas y piedras y quizás algún elfo descuidado, que por curioso no tuvo tiempo de esconderse.

Puedo verla crecer, medirse contra las paredes y dejar una raya en el marco de una puerta, que no sólo expresa su altura sino el cambio infinito de su vida, que discurrirá por caminos ignorados, espero que placenteros y seguros. Tendré que leerle Ítaca a la mayor brevedad posible, para que se asegure de que su viaje sea largo, productivo y lleno de alegrías. Bueno si no lo hago yo, lo hará Diego. Somos lo mismo, somos una continuación ininterrumpida de coincidencias y desencuentros, pero continuación al fin.

La lluvia ha persistido y eso es buena señal, la vida cae profusa sobre las plantas y mi conciencia; me renuevo en mis ideas y en mis descendientes, hasta ahora el apellido está perdido, sólo nietas, no sé si esto sea una señal, lo dije en broma hace algunos años, mi estirpe comienza y termina conmigo, quizás así deba de ser, aunque no sé por qué deba serlo. El hecho es que Matilda arribó, llegó bien, eso es un buen inicio. Música cristalina cubre sus sueños, que cae como brillante confeti sobre su cuna, que así llueva siempre sobre ella, que llueva agua del cielo para su mundo y sus jardines, ideas y buenos pensamientos para conformar su vida adecuadamente, eso basta para ser feliz. Lo demás se nos da por añadidura.

Es una buena paradoja que haya nacido en verano y haya llovido como en invierno, presagio de que aun en la sequía, sus ideas florecerán y su alma se vestirá de flores de colores, tal vez de pensamientos que tanto me gustan, tal vez de azucenas que tanto perfuman, tal vez de verbenas que tanto alegran. Bienvenida Matilda.






lunes, 14 de abril de 2014

Versión final del 14 de abril de 2014.
El presente irreal imaginado
Es difícil imaginar qué hubiera sucedido. Quizás una de las facetas más interesantes de nuestra imaginación es soñar con mundos posibles o más bien imposibles, es como vivir diferentes vidas en una sola...La magia de lo desconocido es poderosa, despierta mi intelecto y curiosidad, aviva mi imaginación o la desestructura...no sé. Bien se dice que las más hermosas historias de amor son aquellas que no pudieron ser vividas hasta el final, pero que pudieron ser posibles. Esta es nuestra historia que no fue, una de las que no pudieron ser. Te contaré lo que pudo haber sido y no es, pero aún así, debo confesarte que es hermoso lo que pudo haber sucedido y es, en otro Universo o quizás en otra vida. Lo no vivido no se destruye, mientras que a veces, el áspero desgaste del día a día acaba con las mejores historias de amor sobre este escenario abrupto y desolado que es el mundo actual y quizás el que siempre ha sido. Quizás el amor, esta pasión indescifrable del alma, sólo puede existir sin el lastre de la carne...quizás. Por eso Romeo y Julieta, Abelardo y Eloísa, Paolo y Francesca tuvieron que vivir sus trágicas historias de amor y terminarlas a saber en que cielo o Universo desconocido o paralelo.
Dejo constancia de todo esto porque debo explicaciones a mi íntimo universo, es parte de mi compromiso con la vida, con tu vida imaginada o no, aunque ahora la tengas ya resuelta, la tengamos resuelta, a veces me sonrío cuando digo eso, porque… sin amor en la vida, no hay vida resuelta, la vida sin amor es como una compleja y elegante ecuación que no tiene solución o que aún no se la encuentra, realmente es una vida incompleta, vacía. Forma parte de mis deudas informales contigo, pero debo dejar claro que no pudo ser por que no quisimos que fuera y así debía ser o porque no debió ser; puede sonar paradójico, pero la vida es así, paradójica, contradictoria, a veces injusta pero así es. Como dicen los japoneses, si entiendes la vida: la vida es lo que es, si no la entiendes: la vida es lo que es. Pero para que yo un día pudiera escribirla debió haber sucedido todo lo que sucedió, quizás…pero si no, no hubiera existido y una hermosa historia se hubiera perdido en el olvido, aunque esos nuestros “no”, hayan arrinconado nuestro destino contra el o los destinos posibles. Hay historias que deben quedar suspendidas en el tiempo y el espacio, ese limbo existencial que guarda todas las historias no cumplidas del Universo, de otra manera no podrían existir ni en nuestra imaginación y esta terminará cuando uno de los dos muera o no podamos más imaginarla o yo no llegara escribirla, pero está ya escrita, no ha alcanzado la eternidad sino la concreción de las cosas reales o de los sueños, que son pero sólo en nuestras mentes en ese onírico universo que vive en no sé que lugar de mi espíritu, pero que en ocasiones, su realidad supera mi realidad diaria. Quizás como dice Lope, la vida es sueño.
No sé exactamente que puedo contarte de esa otra vida que pudo haber sido y no fue, pero que es con absoluta seguridad en otro Universo u otros universos. Puedo asegurarte, que esa situación imposible me causa dolor y frustración, pero también alegría, una inmensa alegría, idealizada quizás, pero cierta, a veces hasta demasiado real y como te dije en una ocasión, qué bueno que en algún lugar ignorado, somos, tú y yo, aunque no lo veamos, ni obtengamos nada de ello, vivimos en una de las ramificaciones de nuestros destinos, en esa en que tú y yo nos dijimos “sí” y posibilitamos el milagro, parece fácil decirlo ¿no?, pero no es así. Siempre me ha intrigado esa forma fractal que se forma según nuestras negativas o asentimientos, dependiendo de ello, las ramificaciones van hacia un lado u otro, a veces, completamente opuesto y los árboles que se forman, la estructura fractal, es absolutamente diferente de cualquier otra y los resultados imprevisibles o al menos no controlables, pero no por ello menos ciertos, porque en las múltiples existencias que podemos llegar a crear con esa fractalidades, todo...todo querida es posible, aunque jamás sepamos que pudo ser de nosotros en cada una de ellas. Pero de alguna manera incomprensibles es consolador que podemos ser una posibilidad en otras líneas de tiempo, en otros espacios.
Ahí hicimos todos los viajes que soñamos juntos, viajamos a otros universos, descubrimos sensaciones que no son posibles en este y encontramos lugares de infinita calma y paz, aunque algunos hemos realizado de este lado oscuro del Paraíso, pero en aquel sí que vivimos en la minimalista casa de nuestros anhelos, creo que a la orilla del mar en algún lugar del esmeraldino Mediterráneo o al borde de un enorme precipicio en alguna montaña tropical, creo que esta última ubicación es más propicia a lo imaginado, pintada toda de blanco, el piso y cielo blancos, de forma que sólo los muebles rojos o algún objeto colgado de las paredes nos dan información del espacio y en ella tú también de blanco, tu cabello rojo o dorado; yo, como siempre, de negro y Sebastian, así, sin acento, el niño que nunca fue, nuestro hipotético hijo, nacido del más puro amor, vive en una dimensión que jamás podremos procrear, especulo querida, especulo, que juega con extraños juguetes sobre la alfombra verde la terraza que da hacia cielos de inenarrable belleza y complejidad. Te veo con tu mano blanca, de dedos largos perfectos, ¡ay tus bellas manos querida!, acariciando sus rizos largos, suaves, él contra tu pierna, abrazado, protegido, amado, vestido de azul profundo, como el de Gainsborough, mientras tú me recibes con tus besos que, quizás por no dados, sólo presentidos o soñados, son los más hermosos besos que mi boca ha recibido.
Sí, debo decirte que en esa espiral del tiempo, en ese específico segmento de la espiral, no sé en que extremo de ella o voluta temporal que se extiende hasta infinito hacia atrás y delante, somos felices, algo que ni con grandes esfuerzos y sacrificios conseguimos en esta existencia que tampoco sé si sea la real o la otra, en donde nos amamos hasta la eternidad, o sea hasta el día de nuestra muerte, que termina así, de un tajo, ese ridículo concepto de eternidad humana, que he llegado a detestar por ser una de las falacias más inmoralmente explotadas en este mundo. En ambas y en todas las que existimos, te amé, te amo y te seguiré amando, eso es lo importante; sea cual sea el real Universo de nuestras vidas, en todos y en más que fuesen, te amaría; en eso Dios ha sido justo, te amo en sueños, en otros Universos, o quizás en ninguno, pero aún así, te amo en el vacío oscuro de la nada y el océano oscuro, profundo de tus ojos, en el rojo carmesí de tu corazón y en el reflejo de la imagen azul de aquel niño que soñaste y que al menos de este lado del Edén, tristemente, no pudo ser.
LSR.




martes, 18 de febrero de 2014

San Salvador, 16 de febrero de 2014.


Mi grano de arena.

Muchas, muchísimas personas creen que hablando mal del pasado reciente, atribuyéndole toda la responsabilidad a Arena, de ese pasado oscuro, lleno de tragedias y pobreza, que con eso se justifica y se convalidan las miserias de este gobierno, su prepotencia, sus contradicciones, su falta de transparencia, su mala administración y corrupción. Nada puede justificar una administración demagógica, ofensiva, que ha hipotecado el futuro de nuestra nación por quien sabe cuántas generaciones. Sobre todo cuando se desconoce que todo ello, fundamentalmente, es consecuencia de la guerra fratricida de doce años, pues los jóvenes entre 25 y 35 años ignoran que el frente destruyó la economía de este país.

La manipulación cambia con los tiempos, pero sigue siendo manipulación, de los más pobres, de los más necesitados, porque a pesar de lo que se diga, éste sigue siendo un país de pobres, de desposeídos que sobreviven el día a día. Antes se regalaba tamales, café, hoy se les da zapatos y camisas, cosas miserables si se piensa en como viven los líderes políticos de la izquierda, los otros también, pero lo de la izquierda es más vergonzoso, porque ellos son el pueblo, según su decir: lujosas mansiones en lugares exclusivos, autos de gran lujo, guardaespaldas, trajes de marca y se enorgullecen de los zapatos y las camisas que regalan, por favor, insultan la inteligencia de los niños; la leche es invento viejo, más viejo que los diputados. Los jóvenes no saben lo que es un país sin crímenes a diario y en cantidades que espantan, no conocen lo que es viajar en paz por todo el país, caminar por las calles de su propia ciudad sin temor, ¡eso hay que darles! A eso queremos volver, allá queremos regresar los que peinamos canas. No a estos treinta años cuyo desorden es producto de una guerra fratricida, realizada, según la izquierda para traer justicia, paz y prosperidad a El Salvador. Los cinco años del señor Saca y los cinco del señor Funes, que ahora sabemos claramente son la misma cosa, no han contribuido a que aquel sueño, ahora convertido en pesadilla, se realice. Hoy este día aparece en uno de los periódicos matutinos, que en la noche del sábado al domingo se cometieron al menos, veinticuatro asesinatos. Esto es monstruoso, yo me pregunto, ¿es este El Salvador que nos merecemos después de esa guerra impuesta por la izquierda? De esa guerra que acabó con la paz, con la familia salvadoreña, que provocó la diáspora, que fracturó económica y socialmente nuestra patria.

Este desgraciado pasado de treinta y cinco años, producto de una guerra inhumana e hipócrita, porque la izquierda sencillamente lo quería era tener dinero, bastante dinero y vaya que lo ha conseguido, traicionando a los que murieron, los que dejaron su juventud, esperanzas y fuerzas en el conflicto y que viven de angustias, completamente en el olvido de sus líderes. No, no es ese período de nuestra historia lo que queremos recuperar, lo que todos ansiamos recuperar es aquella patria pacífica que los jóvenes actuales nunca han conocido, aquella que sólo los viejos recordamos con cariño, pero la queremos más justa y más digna, porque hemos avanzado en la democracia, somos más conscientes de nuestras debilidades y de las pocas fortalezas con las que contamos hoy en día, eso me lleva a pensar con optimismo que podemos llegar ser un gran pequeño país. Pero se necesita volver a la honradez de antaño; la corrupción actual es cien, mil veces mayor que la de aquellos tiempos, injusticias siempre ha habido, pero hemos madurado y estamos listos para elegir a gobernantes a quienes les vamos a exigir, a manifestarnos si es necesario, para que sean justos y probos, pero eso no lo podremos hacer con un gobierno totalitario, la muestra la tenemos en el sur, en Venezuela, el faro de nuestros políticos de izquierda, en donde el manifestarse, se criminaliza, se castiga con la represión, la cárcel y la muerte.

miércoles, 15 de enero de 2014

San Salvador, 14 de enero de 2014.

El debate que no fue.

Verdaderamente lastimoso. La organización, la estructura del programa, era incompatible con el formato de un debate, todo parecía prefabricado, preguntas y respuestas planteadas y resueltas de antemano, ninguna improvisación, cero creatividad, el tiempo limitado, el presentador, absolutamente impresentable. En fin, todas las condiciones para fabricar a la perfección un rotundo fracaso, el resultado: un decepcionante monólogo de cinco personas, sin sustancia, superficial, en ocasiones infantil.

Exposiciones repetitivas de lo que se ha venido diciendo durante casi un año o más. Nada en concreto, nada nuevo, fantasías, sueños, alguna que otra pesadilla, como las que se refieren al combate contra las maras. Falta de enjundia en el lenguaje, pobreza de ideas, de propuestas y sobre todo una sordera absoluta en todos los candidatos. Nadie respondía lo que se le preguntaba, con ligeras, muy ligeras excepciones. Pero en general, una despreocupación por responder, analizar y tratar de ofrecer propuestas reales, soluciones, a los grandes temas y problemas de nuestra nación, porque daba la impresión que llevaban sus diálogos, sus guiones escritos y no se podían salir de ellos, yo creo que so pena de confundirse y no saber que decir, porque déjenme decir que en cuanto a oratoria y expresión corporal, los cinco están en fase de aprendizaje, pueda que no sea algo absolutamente importante, pero algo nos comunica, algo nos dice sobre ellos. No se vio inteligencia en acción, ni ráfagas de ingenio, ni exactitud, ni brillantez en los argumentos, ningún peso en las ideas, en fin, una reunión light, de ideas vagas, insustanciales y algunas descabelladas.

Si el pueblo salvadoreño, esperaba sacar algo en claro de lo que bulle en la mente de sus candidatos a dirigirlos durante los próximos cinco años, pues se quedaron igual que antes, inclusive un poco más confusos, pues frente a las cámaras, se mostraron en su verdadera magnitud: escasos, poco preparados, inseguros y volátiles. Ninguna imagen de estadista, de líder, de fuerza revolucionaria, ni hacia la izquierda o derecha.

El señor Saca se promovió continuamente con auto elogios, queriendo dejarnos la impresión que, al terminar su período, nos entregó un país fabuloso, lleno de oportunidades y de bienestar, lo dijo reiteradamente, mientras los televidentes volvíamos a ver hacia todos lados buscando esos milagros políticos. Los dos candidatos minoritarios, el señor Rodríguez y Lemus, al menos se mostraron más vivos, más despiertos, señalando algunos puntos concretos de nuestra postración social y del abuso de poder que se estila hoy en la política nacional. Aunque sin señalamientos inteligentes de cómo debe de manejarse las soluciones. Todos señalaron los problemas, pera nadie dijo cómo o de dónde saldrán los fondos para esos planes espectaculares de creación de trabajo, empresas, de los enormes gastos en educación o para encontrar la paz. A la hora de la concreción, todos esquivaron el bulto y los salvadoreños seguimos sin saber de dónde saldrán los dineros para enrumbar el país por el camino del desarrollo. Al final llegamos a la conclusión que será un acto de magia insuperable.

El candidato del Fmln, mostró su rostro inseguro, de lagunas, daba la impresión por momentos que no sabía que continuaba en su guión y consultaba sus notas. A mi en lo personal, me pareció temeroso, sin iniciativa, cansino en sus expresiones y un poco desestructurado en su discurso. No parece un hombre de acción, aunque dicen que fue buen soldado, pero la edad nos transforma, nos adormece, nos quita impulso, puede ser eso. El señor Quijano, evadió igualmente los puntos centrales del monólogo, no hubo mayor demostración de fuerza intelectual y lo noté un poco aburrido en sus planteamientos, aunque creo que algunas cosas fueron dichas con claridad.

En conclusión, el espectáculo fue pobre, pudo haber sido una ventana para que viéramos pasión, amor por el pueblo, amor por la justicia y la libertad, pero fue un acto de pusilanimidad, envuelto en vanas palabras carentes de fuerza y de objetivos concretos. Pero hay que votar. Por la Libertad.

jueves, 2 de enero de 2014

San Salvador, 1 de enero de 2014.

Posibilidades de cambio.

Viendo lo que sucede a mi alrededor, es fácil constatar la crisis social derivada de la crisis de la familia: los matrimonios sumamente frágiles, el amor es un mariposeo continuo, azuzado por masivas campañas cinematográficas y de series televisivas que promueven, promocionan lo insustancial de la unión matrimonial y la naturalidad del sexo libre. La promiscuidad muy arraigada, el alcohol y la violencia intrafamiliar crece, según las estadísticas; la inestabilidad en el seno de la familia hace que los jóvenes busquen el núcleo pandillero en donde, al menos, hay cohesión, sentido de pertenencia, malignos ellos, pero reales, algo que no se encuentra en el hogar disgregado y violento, pero las pandillas, con su base de maldad producen seres hostiles y agresivos con la sociedad. Se pierde ahí el sentido de solidaridad social, de respeto mutuo, los valores se diluyen en el libertinaje violento, la irresponsabilidad crece, el caos se impone y así, hemos llegado a esta real distopía en que vivimos .

¿Qué hacer?, la religión definitivamente no es la solución. Está visto, en este país donde en cada cuadra hay una iglesia. Lo que falta es educación formal, educación seria, con rigor, desde los primeros años. Esto parece ser la solución probada en países como Japón, Suecia, Noruega y otros muchos en donde la sociedad marcha por otros cauces, la laicidad es parte de ese buen vivir, del camino correcto.

Ya es tiempo que aquí también empecemos a pensar racionalmente. Nada viene del cielo, ni de los mercaderes de Dios, es trabajo continuo del ser humano sobre y para el ser humano. Educar con valores es el objetivo, enseñar que los derechos humanos en su magnífica extensión, son patrimonio de la humanidad y deben ser respetados para vivir en sociedades pacíficas, armoniosas y justas. Hay que reformar la educación, enseñando a vivir, como decía Russeau. Enseñar filosofía, para aprender racionalmente a interpretar el mundo, el sentido de la vida y la organización del pensamiento, fundamental para crear un Universo lógico, es el triunfo de Europa. Reformar la escuela primaria, la secundaria, la Universidad. Crear profesionales, pero también buenos ciudadanos. Reformar la política y los políticos, reformar la economía, vital consolidar el estado de derecho. Es un proceso integral, de lo contrario, no funciona.

La sociedad es un todo integrado, holístico, ya que el tejido social resultante, es diferente de cada individuo que lo conforma y la suma de todas las voluntades, de todas, enfatizo, es mucho más poderosa que la simple suma de las mismas. Es necesario entender esto para comprender la enorme fuerza que la sociedad puede ejercer sobre el cambio y de lo poderosa que se vuelve cuando trabaja al unísono.

Para todo esto, lo primero que tiene que cambiarse es la política y los políticos, al menos en El Salvador, no veo otra salida. El pensamiento político de la nación, está agotado, hay un divorcio absoluto entre las aspiraciones del pueblo y las políticas del gobierno, en muchas áreas, otras, ignoradas como la Educación. Los políticos carecen de cultura, por sus obras los juzgo, porque debo admitir que jamás he platicado con un diputado, o sea, ignoro su grado cultural, juzgo por lo hechos, lo que veo y leo. Viven de los informes de asesores, que a juzgar por lo que se dice, parientes y familiares, mal pueden asesorar en cuestiones científico-culturales, necesarias para una reforma educativa en profundidad que pueda redimir este país. Ellos en general, no tienen pensamiento político, conocimientos, dicho en pocas palabras, carecen de cultura, que según nuestra constitución es un requisito fundamental para muchos funcionarios públicos.

Una tarea titánica, que sólo puede emprenderse por la sociedad salvadoreña en general y en su totalidad. Primero exigir, luego actuar. Llegó la hora de indignarse, de reclamar nuestros derechos, los nuestros y los de nuestros hijos, las grandes víctimas del caos actual. Nosotros decidimos. No es quién ofrece más, sino quien ofrece Libertad, esa debería ser nuestra elección.