sábado, 19 de abril de 2014

San Salvador, 17 de abril de 2014.

El invierno de Matilda.

La lluvia es el símbolo de nuestro invierno, íntima a veces, sobrecogedora otras, pero siempre viste de sorpresa el día o la noche de sentimientos que van desde el regocijo hasta la melancolía. No sé porque extraña influencia y efluvios derivados de su luz, de su sonido pastoso, la lluvia suscita en mi encontrados sentimientos, me eleva a niveles de contemplación místicos de belleza inenarrables, pero también me sumerge en la vorágine infinita de los recuerdos más tristes y de mis horas oscuras. Pero debo admitir con sinceridad que la lluvia ha sido en vida, de forma amplia y general, dulce compañía. Escuchar como se acerca, como su rumorosa presencia nos envuelve y nos devuelve a la vida que surge de sus esencias vivificantes.

El año anterior, que es para mi el pasado, sin importar el tiempo que me separe de él, las lluvias fueron escasas y sentí su falta, externa e interiormente. Quizás mi estado de salud contribuyó a ello, pero parecía que los días no alcanzaban su desarrollo. Como que mis sentimientos no alcanzaban a florecer a veces, en otras ocasiones ni afloraban a la superficie de mi mente. La magia del jardín no brotó, y los pájaros no llegaron a la fuente que compré exclusivamente para ellos. Algo se quebró sin la lluvia constante y tenaz de nuestros inviernos, pareciera que la vida plena, vigorosa y vital no bajaba de las nubes, del cielo azul cubierto de brumas y silencios. Me faltó vida.

Pero este año ha sido diferente, la salud sigue igual, arrinconada en mis recuerdos. Pero la vida se renueva de alguna manera y la lluvia, ha llegado temprano y con visos de vida y salud muy certeros. El jardín se alegró desde marzo y las flores surgieron brillantes, sorpresivas en las plantas y arbustos. En abril llegó Matilda y se unió al concierto de luces y colores de mi existencia, no es todavía parte de nuestras vidas ni de la mía; está en su cuna durmiendo, comiendo y soñando con futuros cercanos y lejanos que ella ignora. Pero puedo imaginarla, después de un día de lluvia, o bajo una tenue llovizna, en el jardín recogiendo florecitas y piedras y quizás algún elfo descuidado, que por curioso no tuvo tiempo de esconderse.

Puedo verla crecer, medirse contra las paredes y dejar una raya en el marco de una puerta, que no sólo expresa su altura sino el cambio infinito de su vida, que discurrirá por caminos ignorados, espero que placenteros y seguros. Tendré que leerle Ítaca a la mayor brevedad posible, para que se asegure de que su viaje sea largo, productivo y lleno de alegrías. Bueno si no lo hago yo, lo hará Diego. Somos lo mismo, somos una continuación ininterrumpida de coincidencias y desencuentros, pero continuación al fin.

La lluvia ha persistido y eso es buena señal, la vida cae profusa sobre las plantas y mi conciencia; me renuevo en mis ideas y en mis descendientes, hasta ahora el apellido está perdido, sólo nietas, no sé si esto sea una señal, lo dije en broma hace algunos años, mi estirpe comienza y termina conmigo, quizás así deba de ser, aunque no sé por qué deba serlo. El hecho es que Matilda arribó, llegó bien, eso es un buen inicio. Música cristalina cubre sus sueños, que cae como brillante confeti sobre su cuna, que así llueva siempre sobre ella, que llueva agua del cielo para su mundo y sus jardines, ideas y buenos pensamientos para conformar su vida adecuadamente, eso basta para ser feliz. Lo demás se nos da por añadidura.

Es una buena paradoja que haya nacido en verano y haya llovido como en invierno, presagio de que aun en la sequía, sus ideas florecerán y su alma se vestirá de flores de colores, tal vez de pensamientos que tanto me gustan, tal vez de azucenas que tanto perfuman, tal vez de verbenas que tanto alegran. Bienvenida Matilda.






lunes, 14 de abril de 2014

Versión final del 14 de abril de 2014.
El presente irreal imaginado
Es difícil imaginar qué hubiera sucedido. Quizás una de las facetas más interesantes de nuestra imaginación es soñar con mundos posibles o más bien imposibles, es como vivir diferentes vidas en una sola...La magia de lo desconocido es poderosa, despierta mi intelecto y curiosidad, aviva mi imaginación o la desestructura...no sé. Bien se dice que las más hermosas historias de amor son aquellas que no pudieron ser vividas hasta el final, pero que pudieron ser posibles. Esta es nuestra historia que no fue, una de las que no pudieron ser. Te contaré lo que pudo haber sido y no es, pero aún así, debo confesarte que es hermoso lo que pudo haber sucedido y es, en otro Universo o quizás en otra vida. Lo no vivido no se destruye, mientras que a veces, el áspero desgaste del día a día acaba con las mejores historias de amor sobre este escenario abrupto y desolado que es el mundo actual y quizás el que siempre ha sido. Quizás el amor, esta pasión indescifrable del alma, sólo puede existir sin el lastre de la carne...quizás. Por eso Romeo y Julieta, Abelardo y Eloísa, Paolo y Francesca tuvieron que vivir sus trágicas historias de amor y terminarlas a saber en que cielo o Universo desconocido o paralelo.
Dejo constancia de todo esto porque debo explicaciones a mi íntimo universo, es parte de mi compromiso con la vida, con tu vida imaginada o no, aunque ahora la tengas ya resuelta, la tengamos resuelta, a veces me sonrío cuando digo eso, porque… sin amor en la vida, no hay vida resuelta, la vida sin amor es como una compleja y elegante ecuación que no tiene solución o que aún no se la encuentra, realmente es una vida incompleta, vacía. Forma parte de mis deudas informales contigo, pero debo dejar claro que no pudo ser por que no quisimos que fuera y así debía ser o porque no debió ser; puede sonar paradójico, pero la vida es así, paradójica, contradictoria, a veces injusta pero así es. Como dicen los japoneses, si entiendes la vida: la vida es lo que es, si no la entiendes: la vida es lo que es. Pero para que yo un día pudiera escribirla debió haber sucedido todo lo que sucedió, quizás…pero si no, no hubiera existido y una hermosa historia se hubiera perdido en el olvido, aunque esos nuestros “no”, hayan arrinconado nuestro destino contra el o los destinos posibles. Hay historias que deben quedar suspendidas en el tiempo y el espacio, ese limbo existencial que guarda todas las historias no cumplidas del Universo, de otra manera no podrían existir ni en nuestra imaginación y esta terminará cuando uno de los dos muera o no podamos más imaginarla o yo no llegara escribirla, pero está ya escrita, no ha alcanzado la eternidad sino la concreción de las cosas reales o de los sueños, que son pero sólo en nuestras mentes en ese onírico universo que vive en no sé que lugar de mi espíritu, pero que en ocasiones, su realidad supera mi realidad diaria. Quizás como dice Lope, la vida es sueño.
No sé exactamente que puedo contarte de esa otra vida que pudo haber sido y no fue, pero que es con absoluta seguridad en otro Universo u otros universos. Puedo asegurarte, que esa situación imposible me causa dolor y frustración, pero también alegría, una inmensa alegría, idealizada quizás, pero cierta, a veces hasta demasiado real y como te dije en una ocasión, qué bueno que en algún lugar ignorado, somos, tú y yo, aunque no lo veamos, ni obtengamos nada de ello, vivimos en una de las ramificaciones de nuestros destinos, en esa en que tú y yo nos dijimos “sí” y posibilitamos el milagro, parece fácil decirlo ¿no?, pero no es así. Siempre me ha intrigado esa forma fractal que se forma según nuestras negativas o asentimientos, dependiendo de ello, las ramificaciones van hacia un lado u otro, a veces, completamente opuesto y los árboles que se forman, la estructura fractal, es absolutamente diferente de cualquier otra y los resultados imprevisibles o al menos no controlables, pero no por ello menos ciertos, porque en las múltiples existencias que podemos llegar a crear con esa fractalidades, todo...todo querida es posible, aunque jamás sepamos que pudo ser de nosotros en cada una de ellas. Pero de alguna manera incomprensibles es consolador que podemos ser una posibilidad en otras líneas de tiempo, en otros espacios.
Ahí hicimos todos los viajes que soñamos juntos, viajamos a otros universos, descubrimos sensaciones que no son posibles en este y encontramos lugares de infinita calma y paz, aunque algunos hemos realizado de este lado oscuro del Paraíso, pero en aquel sí que vivimos en la minimalista casa de nuestros anhelos, creo que a la orilla del mar en algún lugar del esmeraldino Mediterráneo o al borde de un enorme precipicio en alguna montaña tropical, creo que esta última ubicación es más propicia a lo imaginado, pintada toda de blanco, el piso y cielo blancos, de forma que sólo los muebles rojos o algún objeto colgado de las paredes nos dan información del espacio y en ella tú también de blanco, tu cabello rojo o dorado; yo, como siempre, de negro y Sebastian, así, sin acento, el niño que nunca fue, nuestro hipotético hijo, nacido del más puro amor, vive en una dimensión que jamás podremos procrear, especulo querida, especulo, que juega con extraños juguetes sobre la alfombra verde la terraza que da hacia cielos de inenarrable belleza y complejidad. Te veo con tu mano blanca, de dedos largos perfectos, ¡ay tus bellas manos querida!, acariciando sus rizos largos, suaves, él contra tu pierna, abrazado, protegido, amado, vestido de azul profundo, como el de Gainsborough, mientras tú me recibes con tus besos que, quizás por no dados, sólo presentidos o soñados, son los más hermosos besos que mi boca ha recibido.
Sí, debo decirte que en esa espiral del tiempo, en ese específico segmento de la espiral, no sé en que extremo de ella o voluta temporal que se extiende hasta infinito hacia atrás y delante, somos felices, algo que ni con grandes esfuerzos y sacrificios conseguimos en esta existencia que tampoco sé si sea la real o la otra, en donde nos amamos hasta la eternidad, o sea hasta el día de nuestra muerte, que termina así, de un tajo, ese ridículo concepto de eternidad humana, que he llegado a detestar por ser una de las falacias más inmoralmente explotadas en este mundo. En ambas y en todas las que existimos, te amé, te amo y te seguiré amando, eso es lo importante; sea cual sea el real Universo de nuestras vidas, en todos y en más que fuesen, te amaría; en eso Dios ha sido justo, te amo en sueños, en otros Universos, o quizás en ninguno, pero aún así, te amo en el vacío oscuro de la nada y el océano oscuro, profundo de tus ojos, en el rojo carmesí de tu corazón y en el reflejo de la imagen azul de aquel niño que soñaste y que al menos de este lado del Edén, tristemente, no pudo ser.
LSR.