lunes, 4 de abril de 2011

El perdón

San Salvador, 27 de Marzo de 2011.

El Perdón.
The only way of finding
The limits of the possible
Is by going beyond them,
Into the impossible.
Arthur C. Clark

Aprendí a perdonar a través del amor. Ahora ese amor aleccionador es un amor a la mitad del camino entre la realidad y mis sueños, un amor de perdón quizás de pasión, pero no quiero hablar de ésta sino del acto de perdonar. Justicia poética de la vida en algunas ocasiones, que se nos perdone para hacernos sufrir más,  quizás no sea una justicia de ley o incluso lógica, sino más bien relacionada con la virtud, una virtud que surge de nuestro más profundo inconsciente, si es que tal cosa existe, y convertirla en realidad, virtud activa, funcional, una virtud que nos hace arrepentirnos concientemente de nuestros errores y nos permite perdonar amorosamente los errores de los demás y aceptar los nuestros con absoluta sinceridad, sólo entonces el sufrimiento cesa.

Porque después de muchos años descubrí, al momento de la muerte, de ese memento mori, tan temido, pero que no debía serlo en realidad, que hay algo más difícil que dejar de existir, la muerte no es ni el miedo ni el acto supremo, sino la decepción suprema, al menos para mi. El acto heroico, supremo y perturbador, es pedir perdón o perdonar y aceptar humildemente nuestra culpa, con todas sus consecuencias o las culpas de los demás, humanas, reales, lógicas deformadas y provocadas por la pasión, el orgullo, en fin, por tantas cosas derivadas de las infinitas y complejas circunstancias de la vida, quizás el más doloroso de todos los perdones sea perdonarse a sí mismo, aunque a veces parece imposible, tal es la desesperación y furia infinita en que caemos.

Porque para el perdón, dependiendo si perdonas o eres perdonado, tienes que sufrir hasta lo indecible para recibirlo o darlo, reconstruirte a ti mismo, diseñarte de nuevo y componer el infinito mosaico de tus virtudes y vicios a fin de darle cabida a esa dislocación de la vida que es el perdonar, recapacitar que ese sufrimiento, dolor, angustia, incomodidad -circunstancias que proceden de las infinitas aristas de la vida- que tú provocaste en alguna medida, que puede ser mucha o poca, no vale la pena seguirlo sufriendo y después consciente, amorosamente -si no, no hay perdón- tender la mano o recibir en nuestros brazos, ligados directamente a nuestro corazón, el perdón que ofrecemos o el que nos ofrecen, porque ser perdonados a veces nos hace sufrir en razón de que encontramos tal grandeza en quien nos perdona que quedamos anonadados, reducidos a la nada, microscópicos ante el perdonador;  pero  también saber perdonar es dolorosamente insufrible, se necesita una dosis casi infinita de misericordia y un amor que raya en la insania, sobre todo cuando la ofensa que sufrimos, desestructura nuestro Universo y vivimos al margen de la felicidad, sumergidos en la ansiedad, el dolor, el insufrible trastorno de nuestro orgullo arrastrado por los suelos, de nuestra dignidad pisoteada, o cuando tenemos que perdonar  a nuestros enemigos, porque comprendemos que lo hecho, hecho está y que nada podemos hacer por retroceder el tiempo, ni volver al tiempo de la ofensa, ni devolver la vida a quien se nos ha quitado.

Quizás existan actos imperdonables, es más, estoy casi seguro que existen, sobre todo cuando la irracionalidad se apodera del hombre, cuando la locura no deja margen a la razón, pero hablo de las relaciones humanas dentro la razonable convivencia, en donde lo humano no se ha perdido ni pervertido, pero aun en aquellas ocasiones la locura misma, la irracionalidad, que es efecto de la pérdida de las facultades humanas, es un factor que diminuye mínimamente, aunque no disculpa, los errores, las faltas, la violencia humana del hombre sobre el hombre. Pero quizás ahí en esas dolorosas y casi insuperables circunstancias, es cuando,  para encontrar nuestros límites, debemos ir mas allá de ellos, hasta lo imposible…quizás.

Perdonar es algo que a veces linda con la locura, pero perdonar es el acto heroico por excelencia, la liberación suprema, la admisión que todos podemos errar y violentar el universo y sin embargo nuestro humanismo, nuestra virtud, esa virtud efectiva y funcional que hablaba al principio, logra sobreponerse al instante o al largo sufrimiento de la ofensa y llevarnos a la senda del perdón, del perdón con amor, con plena conciencia de absolución.

Sigo creyendo, siempre lo he creído, que la falta de perdón causa en nuestras vidas más tragedias que todas nuestras demás debilidades, Por no poder perdonar, no ser capaces de perdonar, perdemos Paraísos inalcanzables, el perdón es fuerza sobrenatural, es humanismo puro, aceptación de que somos falibles ergo, humanos, que erramos a cada instante y a veces fuertemente, hirientemente, pero no debería de existir nada que no pueda perdonarse o que debiéramos poner obstáculos para no perdonar.

He aquí, la esencia del perdón. Perdonar sin exigir compensación, ese es el verdadero perdonar, lo demás es chantaje y se aparta por completo de la justicia en su más pura expresión. ¿Qué hubiera pasado, si Dios Padre, hubiese exigido justicia humana?, bueno, creo que habría aniquilado esta especie desequilibrada y perversa. Estaba en nuestra justicia - no en la de Él, quedemos claro en esto- hacerlo, si no, ¿dónde queda la pena de muerte?, todavía falazmente defendida, debería habernos aniquilado,  la ofensa era infinita, sus creaciones le habían escarnecido primero y luego a pesar, de su bondad, de su amor por la humanidad, asesinado a su amadísimo Hijo.

Quizá sea una extrema consideración y comparación, pero es muy aclaratoria e ilustradora cuando hablo del perdón sin exigencias, del perdón con amor, que creo es el único válido. Amar a nuestros enemigos, lo han expresado todos los profetas, casi todos, porque amar al amigo es fácil, pero es que sólo amando podemos perdonar, lo demás, creo, al menos desde mi perspectiva personal, exigir compensaciones no es amar ni perdonar, es simplemente ocultar nuestras ansias de venganza - ¿habrá venganza justa?- tras el velo legal o hipócrita de la justicia humana que es tan imperfecta, tan injusta veces y hasta vergonzosa, una justicia que se apega a leyes no siempre basadas en la defensa de la virtud, del bien, sino del cumplimiento excesivo de los deseos ocultos, y a veces perversos, del alma humana.

Perdonar es un acto de puro valor. Los cobardes no perdonan jamás, son incapaces de afrontar la vida de frente, y el perdón exige como primera instancia afrontar la vida y sus circunstancias, sean estas adversas o favorables, con valor y definición. Perdonar, he encontrado sorprendido, es una relación humana olvidada, poco estudiada, es muy  difícil leer sobre el perdón, raro encontrar elogios del perdón, ¿por qué?, porque el perdón es difícil, el verdadero perdón, ese que existe sin alterar la paz y la bondad de la existencia.

El perdón sin exigencias no es cobardía, ni es olvido, ni es debilidad, al contrario, es fuerza espiritual pura, limpia, resplandeciente, porque orna al que perdona y ennoblece al perdonado, porque restituye la dignidad, siempre que el ofensor se arrepienta sinceramente de sus acciones y encamine su vida a reparar sus errores.

Por eso la ley del Talión fracasó, y no se maneja como opción viable en nuestra posmodernidad, el mundo no puede permitirse castigar con la misma ofensa porque entonces bajo pretextos falaces se inserta en los ámbitos de la venganza, terminaríamos con la humanidad, nadie quedaría a salvo de la venganza sangrienta expresada en esa infame ley.

El perdón es liberador, es muestra que en el fondo de nuestras almas confiamos aún en la salvación del hombre, no la eterna, que puede y  no existir, sino de que algún día alcanzaremos en este mundo, la paz y la dignidad para todos, la justicia en todos los ámbitos del accionar humano, y llegaremos a crear ese mundo que todos hemos soñado desde nuestra infancia, ese mundo transparente, feliz, armonioso, justo, solidario, ese mundo realmente humano, en el más excelso sentido de este desacreditado término.

Creo que entonces reconquistaremos el Paraíso Perdido, aquel de donde salimos avergonzados y a donde creo, debemos regresar, porque Dios es clemente y misericordioso y algún día, en una época que ciertamente vislumbro lejana, Él nos perdonará, recibiremos su perdón infinito y definitivo. Perdonar es nuestra más alta cualidad junto al Amor, es la más divina de nuestras actitudes, quizás por eso, a nosotros los humanos nos es tan difícil perdonar.

Luis Salazar Retana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario