martes, 4 de agosto de 2015

San Salvador, 3 de agosto de 2015.

Lo profano y lo sagrado.
(Y sus perversiones)

La distancia o diferencia entre lo sagrado y lo profano es una zona, no una línea o frontera definida, confusa y oscura, en la que es difícil discernir dónde o qué es lo sagrado y dónde o qué, es lo profano. La sacralidad de las cosas depende, procede de la experiencia histórica o de la tradición religiosa de las personas o sociedades que lideran las ideas espirituales de los pueblos. Es decir es un invento humano, que se atribuye, sin pruebas, a la revelación, ya sea a través de escritos considerados sagrados, la Biblia, el Corán, los Vedas etc., o de la palabra de los profetas. Lo sagrado, por otro lado, no necesariamente debe poseer connotaciones religiosas, la patria y su honor, su soberanía, son supuestamente sagradas. Las banderas y los himnos nacionales que resguardan una experiencia, una parte de nuestra historia, poseen un valor sagrado, en razón de lo que representan para una sociedad determinada. Muchas veces orgullos desmedidos o glorias pasadas, ya ausentes en el espíritu de las gentes.

Lo profano en cambio es, según su etimología, lo que está frente, delante del templo, o sea no está en la zona sagrada, y esto puede variar de cultura en cultura, dependiendo de lo que cada uno tenga como sagrado y se encuentre en sus templos o en su historia. Lo profano por tanto, es lo que no es sagrado.

En los tiempos actuales, como siempre ha sido, pero hoy de manera más irracional ayudado por los medios de comunicación masivos, Internet y las redes sociales, lo profano y lo sagrado se mezclan en una inextricable urdimbre de ideas confusas e iletradas, procedentes de gentes sin ninguna educación o manipuladores profesionales sociales y políticos del tema pues como bien dice Umberto Eco, "Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino -un par cervezas diríamos nosotros- sin dañar a la comunidad. Ellos eran silenciados rápidamente y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los necios", terrible realmente. Y no solo terrible sino que pavorosamente cierto, sobre todo cuando se ve cómo se expresan, es que apenas saben escribir y con horrores de ortografía, que denotan una falta total de educación formal. Aunque se me incluya en el grupo de los necios, a estas alturas de la vida ya nada me importa, debo aclarar, no en defensa, sino como comentario, que a veces hablo no por sabio, sino por viejo, vamos, que algo nos enseña la vida.

La manipulación de lo sagrado es hoy en día un tema político, ¿por qué?, porque el populismo mezcla lo social, lo profano, con lo sagrado y vemos a los gobiernos de esa tendencia llenos de una vertiente sagrada que impacta por su cinismo, devoción a Dios o a Cristo inusitada, recordemos al finado Chávez besando crucifijos, no sé si por devoción o miedo a la muerte, o en nuestro país el beato Romero presidiendo el salón de actos de casa presidencial. Aún los mismos pandilleros en un vídeo hecho público hace unos días, hablaban del santísimo beato Romero y es que hoy en día los santos, sirven a Dios y al demonio, democracia celestial quizás.

Lo sagrado se vive especialmente en las sociedades pueblerinas. Dice Mircea Elíade, en su genial libro Lo sagrado y lo profano, que nada tiene que ver con este artículo, “El hombre de las sociedades arcaicas tiene tendencia a vivir lo más posible en lo sagrado o en la intimidad de los objetos consagrados”. Lo vemos con claridad en nuestros pueblos. En su devoción, casi fanática, de sus fiestas a los santos patrones y vírgenes protectoras, devociones en que la política ha cosechado seguidores, manipulando a su antojo en esa religiosidad inocente de la manera más perversa. Dios proteja a mi pueblo de esos depredadores políticos.




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jueves, 30 de julio de 2015

San Salvador, 28 de julio de 2015.

Reflexiones sobre la felicidad.

Escribir sobre la felicidad es como escribir sobre el lado luminoso del alma. La felicidad tiene dos características singulares, puede que existan más. Primero, sólo dura breves instantes, su duración imprecisa y escurridiza nos deja sin aliento y nos hace añorarla con más fuerza. Segundo, creo que nunca la buscamos a ella directamente, sino a través de medios que pensamos pueden llevarnos a su encuentro. El amor, la amistad, el dinero, el poder, la música, el arte. Alguna de estas opciones puede ser válida, pero otras, definitivamente, nos conducen a callejones sin salida, a laberintos oscuros que nos confunden y nos pierden en la desesperación y el dolor. La felicidad es como un Pentecostés precioso, divino que procede de zonas desconocidas del pensamiento, en ocasiones incluso, llegamos a ignorar que somos felices, hasta que todo ha pasado y variado. Con mi madre, que este 29 de julio cumple años de fallecida, me pasó en muchas ocasiones; yo era feliz a su lado cuando le compraba sus caprichos, galletas, vinos, chocolates; cuando sentado a su lado escuchaba la viejas historias oídas mil veces, sus poemas que recordaban su juventud, era inmensamente feliz y no lo sabía.

La disfrutaba aun en el silencio cuando perdida en sus recuerdos soñaba con su infancia y juventud situadas en algún lugar de su vasto Universo, mientras yo la observaba, también en silencio, y recorría las arrugas de su rostro, que describían los sueños y temores de su existencia. Qué feliz era al contemplarla...y no lo sabía.

Aunque la felicidad es de instantes, estos son más frecuentes de lo que se piensa. Despertar una mañana con alegría en el corazón, oír las risas y gritos de mi nieta Matilda cuando llega a casa en las mañanas, saber que mi esposa, prepara el desayuno, un desayuno muy particular, que sólo ella puede preparar y que estará listo al bajar, son pequeñas felicidades instantáneas que hacen la vida más llevadera, más apetecible. Ver a mis hijos y nietas enfrentarse a la vida con tesón y tener la certeza de que están preparados para vencerla, es una íntima felicidad que supera las aprehensiones y temores de su vida futura.

Encontramos la felicidad escondida en los viejos, íntimos recuerdos de esa edad feliz por naturaleza que es la infancia, la edad por excelencia, para mi por lo menos, otros dicen que es la juventud, pero no lo creo, la juventud es fuerza, pasión, superpoderes, despreocupación, pero no es muy feliz, por el contrario, es en ella en donde perdemos el Paraíso Terrenal de la infancia y con él, la pérdida de la inocencia, el contacto primero con los placeres prohibidos disipa la felicidad. Hasta que volvemos a ser niños, pero eso sucede muy raramente, mientras llegan los hijos y nietos, y con ellos una nueva especie de felicidad inunda nuestras vidas.

El tiempo que no ceja en su empeño de llevarnos al final, avanza imparable, y ya en el otoño de la vida, el conocimiento acumulado, la experiencia, nos acerca a la sabiduría y con ella una nueva variedad de felicidad asoma en nuestro espíritu, la iluminación, la comprensión de nuestro Universo en su amplitud o poquedad, nos depara la felicidad de encontrar el verdadero sentido, no de la vida, sino del camino recorrido, una felicidad que nos dice que nuestros esfuerzos no han sido vanos y si además la hemos conseguido siendo honestos, honrados, probos, espirituales, entonces atisbamos la gloria eterna que no tiene por que ser de otro mundo.

Porque la felicidad es un estado de ánimo, no es una aptitud ni actitud, que pudieran potenciarla o forzarla a mostrarse, en esencia es, un estado del espíritu, una beatitud que nos ilumina por dentro, suave, silenciosa y discreta, por ello a veces ignoramos los momentos en que se produce, porque no es deseada, surge ante el cruce de infinitas variables que sacuden nuestro espíritu y lo dulcifican con la paz de Dios. Amén.

martes, 21 de julio de 2015

San Salvador, 20 de julio de 2015.

Reflexiones sobre el dolor.

A veces reflexiono sobre el dolor, no como un ejercicio intelectual, sino como un ejercicio de humildad, como si rezara una oración. El dolor nos hace sentir frágiles, desvalidos, mortales, pero de alguna forma que aún no me explico con exactitud, me fortifica y hasta me hace sentirme superior, cuando venzo el temor y la fuerza pura de la voluntad lo anestesia de una forma que no lo hace desaparecer pero deja de mortificar, deja de asustar y se convierte en fuente de fortaleza y ánimo.

El dolor es complejo, lleno de matices e intensidades, sé que voy a morir con dolor, puede que no, porque en realidad no sé como voy a morir y esa es una de las bellezas tenebrosas, si es que es válida esa expresión, de nuestras vidas. No saber ni cuándo ni cómo, es un verdadero consuelo, porque elimina la fatalidad de la certeza y nos ofrece camino alternos que creamos a nuestro antojo. En esos caminos viajamos a tiempos en los que quizás ya no estaremos, pero los vivimos con antelación, es decir robamos tiempo al futuro, vivimos, no una vida sino varias, nos deslizamos por sus infinitas ramificaciones, de acuerdo a las decisiones que tomamos o de las rutas alternas que nos ofrece la vida o la enfermedad.

No estoy pensando en morirme, no, es más, a nivel de broma cuento que el doctor, mi oncólogo, me ha dado cita para septiembre, lo que significa de alguna manera, que hasta ese mes llego y tal como me siento, pienso que mucho más allá. Pero reflexionar sobre el dolor es una especie de entrenamiento sobre lo que puede ser el final, y lo digo con claridad, puede ser, nada es seguro en esta vida, sólo la muerte...y los malditos impuestos.

Por otro lado, ese reflexionar sobre el dolor transforma mi muerte en algo natural, lógico, inevitable, que me espera pacientemente en alguna esquina de las pocas que me quedan en la vida, no por mi enfermedad, sino porque ya tengo muchos años, 71. No me han parecido un exceso, más bien, poco, pero tampoco puedo decir cuánto sería suficiente. La espero con tranquilidad, con serenidad y el dolor, a veces nos hace presentir, que en algún momento, la veríamos hasta con afecto. Pero la existencia tiene sus trampas, se nos va, como agua entre las manos, construyendo nuestra vida, después las de nuestros hijos y luego cuando creemos que ya hicimos todo, tuvimos hijos, escribimos libros, matamos toros, al menos en la imaginación o en la vida, más fieros que los de cuernos, llegan los nietos, en mi caso sólo nietas, y parece que aún tenemos mucho por delante y de nuevo las alegrías, el deseo de vivir se agita en nuestro interior y vivimos, por la cercanía de la muerte y la presencia de la poderosa vida de nuestros descendientes, con más intensidad y más gozo. Hermoso como jamás pudiera imaginarse.

Siempre he dicho que todas las épocas de la vida tienen su encanto. Creo que no me he equivocado, con mi nieta a mi lado, desaparecen las oscuridades de mi mente, verla concentrada en sus juegos es un placer que va más allá de lo que hubiera imaginado, el dolor se convierte en dulce gozo y la vida vuelve a empezar poderosa y animada. Estar con mi esposa descansando, sintiéndola a mi lado, me reconforta; oír a mis hijos en plena fuerza de su joven vida, es un bálsamo que despierta todas les fuerzas del alma y un pentecostés de inusual fuerza sacude mi espíritu.

Benditos los densos afectos de los que nos aman y cuidan, de los que nos acompañan con amor en este breve camino que es la vida. El dolor hace que esos afectos sean más profundos, más reales porque actúan como perfumes y músicas que anidan en el centro de nuestro corazón donde la mora la perfecta felicidad. Que Dios los recompense.

jueves, 16 de julio de 2015


El camino hacia Dios.
Hace unos días una persona muy allegada me preguntó si era ateo, me sorprendió y perturbó la pregunta. Esta fue mi respuesta a una pregunta similar hace un par de años.
He llegado al otoño de mi vida buscando El Camino por espacios que ignoraba, a veces lo he atisbado desde rutas que evitaba, tampoco sabía por dónde, pero siempre presentí que era importante hacerlo, porque sabía, tenía la absoluta certeza, como así he comprobado con gran decepción de mi parte, que los caminos tradicionales y trillados de las religiones y pregonados por sus líderes no me llevarían a Él. Los caminos oscuros de los sueños, como los de la vida, son irreconocibles hasta que algo nos sitúa en el tiempo y el espacio, a mi situó el amor y la presencia cercana de la muerte. El silencio que rodea mis paisajes oníricos y mi realidad, es abrumador, realmente no platico con los personajes de mis sueños ni con las personas de mi vida, sino que me entiendo con ellos de una forma que no es audible, simplemente me entiendo. Ese Camino, esa forma de entender el mundo y sus circunstancias, me llevó a Dios. Ahora sé que no me he equivocado. Sé que escogí la ruta adecuada, quizás no aceptada oficialmente, pero es que lo oficial cada vez es menos aceptado en este mundo desestructurado y falaz.
En mi juventud buscaba siempre algo, quimeras, amores y hasta peligros, buscaba razones y explicaciones para cada circunstancia de la vida, aunque mi búsqueda favorita siempre ha sido Dios, deseaba además otras cosas: la concordia, la comprensión imposible del Universo, el entendimiento con los demás, buscaba un país justo, libre, pacífico y ciertamente un país vigoroso, pujante y enfocado al futuro. Esto último no pudo ser, no ha podido ser, hasta el día de hoy, es una de las tragedias de mi vida y nada pude hacer porque soy un hombre de paz y de ideas. Cuando he podido he depositado mi grano de arena sobre algunas mentes que, en alguna medida, tienen en sus manos el poder de cambiar las cosas, pero ha sido una acción indirecta cuyos resultados ignoro. Mea culpa.
Quizás la obstinada unidireccionalidad de mis caminos sea la culpable, no he visto hacia los lados, quizás he sido poco solidario, un pecado muy común en los salvadoreños y en los místicos. Mis pensamientos, se han orientado únicamente hacia la luz del amor y hacia el destello deslumbrador de Dios y su espíritu indefinible e incomprensible, con el cual, como un insecto, voy y vuelvo a chocar en esa fuente no fungible de luz y de sabiduría. ¿Será que la paz y verdad, la justicia y el amor por los demás, no son de este mundo?, pero entonces, ¿qué hacemos en él?, las religiones son un fracaso, casi siempre una estafa intelectual y muchas veces una estafa económica, una fuente, hoy más que nunca, interminable de violencia, fanatismo y engaño; la historia antigua y presente lo confirman con brutal realidad. ¿Será que por pensar en otras vidas, que son especulación químicamente pura, Cielos, Edenes o como se llamen, nos hemos descuidado de crear paz, justicia, en el único concreto lugar que deberíamos convertir en Paraíso, y que debería quedar en este mundo que es lo único certero, que poseemos?
Son mis ideas sobre el estrepitoso fracaso de la humanidad en crear un lugar armonioso para vivir. Pero además no contentos con destruirnos a nosotros mismos, estamos destruyendo nuestra Tierra con una furia insana, con una locura devastadora que me hace dudar del “cogito” de Descartes. Me parece que debemos orientar nuestros más humanos esfuerzos, en el mejor sentido del término, hacia la mejora de este mundo lleno de dolor, de pobreza, de injusticias, de abusos; de orientar nuestras filosofías y tecnologías a la consecución de una Tierra de paz, justicia y prosperidad de recursos inviolados y segura para preservar la vida y el concepto de Dios, por los siglos de los siglos. Que así sea.

sábado, 20 de diciembre de 2014

San Salvador, 20 de diciembre de 2014.

Queridos amigos.

2014 no ha sido mi mejor año, tampoco el más malo, Dios ha estado conmigo. Diría que me he purificado, sin encontrar la pureza, definitivamente soy humano y por tanto imperfecto.

Pero he estado atento, en espíritu, en conocimiento de todo tipo, me he educado interiormente como ningún año en la vida. He descubierto grandes verdades y enormes mentiras. Esto ha producido en mi un hastío, un enojo, un enfado casi galáctico; el actual gran espectáculo que es este mundo lo veo como algo verdaderamente detestable, no sé que va a pasar, una ceguera irritante y voluntaria, criminalmente voluntaria, quiere dejar de ver la maldad que se esparce sobre la tierra como peste irrefrenable.

Todo es permitido, todo es válido, una vulgarización y banalización de las costumbres más absurdas y ofensivas, está convirtiendo la sociedad en un aquelarre de brujos que todo lo perturban, muestran el lado oscuro del alma, de la más descarnada y grosera manera. Es que ya no se respeta nada. Todo perece bajo el sucio martillo de la vulgaridad y del irrespeto.

El crimen no es más que una estadística, si ayer fueron veinte asesinatos y hoy diecinueve, todo está mejorando, y nadie se preocupa ya por ello !absurdo! Las guerras y la intolerancia, sobre todo intelectual y religiosa, campean en el mundo de forma aflictiva. La corrupción galopante en todos los ámbitos, pero especialmente en la política, parece sumergirnos en la barbarie del más fuerte, del más abusivo, del más cínico, del más sinvergüenza.

Se presentan las aberraciones más abyectas como normalidades que deben ser aceptadas, bajo la amenaza de ser descriminador, como si oponerse al mal ya no fuera válido. Se publica cualquier vulgaridad, cualquier insulto con disfraz de gracia, de algo desafiante y de mucho valor, cuando en realidad sólo son muestras de la más baja vulgaridad, falta de respeto y grosería ofensiva.

Realmente el mundo está desbocado y corre hacia un despeñadero de no sé que profundidad, que amenaza echar por la borda siglos de civilización para volver al caos, a las estepas africanas primigenias, cuando recién adquiríamos la consciencia de humanos, tiempos aún salvajes.

Queridos amigos, sería muy fácil desearles una Feliz Navidad. Pero no sería honesto conmigo mismo si no gritara estas verdades que me abaten y me preocupan seriamente. Creo que todos podemos hacer algo en contra de lo anterior. No sólo vivir, sino de ejemplificar con nuestras vidas lo que quisiéramos para nuestros hijos y descendencia. Si una gota de sensatez aportamos a nuestro mundo, produciremos una lluvia que puede vivificar nuestras esperanzas de un mundo mejor. Miles de gotas hacen una lluvia y millones un océano. Yo les invito a que llenemos ese océano. Lo llenemos de bondad y amor, honradez y responsabilidad. Las multitudes empiezan con una persona, seamos todos esa primera persona y creemos una infinita multitud para salvar este mundo del caos y la maldad. Y ahora sí...!Feliz Navidad! Bendiciones y un maravilloso 2015. Es mi deseo sincero profundo para aquellos de quienes disfruto el maravilloso regalo de su amistad.

sábado, 22 de noviembre de 2014

San Salvador, 21 de noviembre de 2014.

Canto a los héroes salvadoreños.

No sé si la palabra correcta sea añoranza, recordar con pena la ausencia, privación o pérdida de alguien o algo muy querido, según el Drae o nostalgia, pena de verse ausente de la patria o de los deudos o amigos o tristeza melancólica originada por el recuerdo de una dicha perdida. Aunque muy cercanas ambas palabras las definiciones tienen diferencias muy sutiles y la traducción directa del griego de la última nos da un detalle más preciso para lo que quiero expresar: nostos, regreso, algos, dolor; en alemán, el significado es mas directo Heimweh, dolor por el hogar.

Me decanto por ello por nostalgia, porque pienso y lo he vivido en carne propia, el dolor por el hogar, al que se añade la añoranza, la ausencia de los que amamos, la lejanía de aquellos que están cerca de nuestro corazón. He estado pensando en los hermanos lejanos. Héroes ignorados de nuestra sociedad, sobre todo en su papel de héroes. No sé, ni quiero pensarlo, qué sería de este país sin esos millones de emigrantes que con su trabajo, esfuerzo, nostalgias y añoranzas, envían esos miles de millones de dólares para que este país no perezca. Así de claro, así de sencillo. Héroes. Este país viviendo siempre de los pobres. Ya es hora que reconozcamos, agradecidamente, esa heroicidad. Que hay malos entre ellos, siempre hay malos en cualquier circunstancia, pero los números nos demuestran que en ellos, el bien triunfa, los éxitos de miles de nuestros conciudadanos demuestran que el que quiere puede y sin necesidad de robar, asesinar o extorsionar. Y son los más.

Pero todo este universo complejo y alucinante, lleno de luces y oscuridades encierra una tragedia. Conozco el interior de esa tragedia, porque como dice Pessoa en algún poema que ignoro cuándo ni dónde lo leí, "el lugar al que se vuelve no es el mismo, las personas a las encontramos no son las mismas". No sé si la cita es exacta, pero esa era la idea. Esa es la idea. La misma de Heráclito pero hecha poema. Las tragedias abundan, familias destrozadas, esa es la correcta expresión, amores que el tiempo y la distancia agotan y desaparecen, hijos que se descarrían, algunos en las oscuras corrientes del mal, otros mueren en el intento y entran a formar parte de los miles de desaparecidos, de abandonados en las selvas, en los desiertos, en las manos de la mafias de contrabandistas, de traficantes de personas. Para algunos el sueño americano ni siquiera empieza. Cortas esperanzas que mueren en el inicio.

Nos alejamos y el tiempo pasa, pasa aquí, pasa allá, donde quiera que ese allá quede. La vida fluye con y sin nosotros. Cambiamos y todo se transforma en nuestro interior, algunos son fuertes, auténticos conservan sus lazos nítidos, siempre en contacto con los que aman, hoy es tan fácil, los medios son tan variados y asequibles, esos son los héroes, los que ven el futuro con optimismo al lado de los suyos y se esfuerzan porque ese futuro sea real. Piensan en ellos, en cada esfuerzo que hacen, sueñan con ellos en cada descanso, ansían tenerlos a su lado, son los hombre de voz dura, de los que hablaba Lorca. Los que buscan su sueño con furia .

Estos días de fin de año, es la época de la nostalgia, de la añoranzas, cuando miles de estos héroes anónimos pero no desconocidos, son salvadoreños, hermanos, llegan en nubes, como los azacuanes, a buscar el olor, el sabor de la tierra, las tradiciones navideñas, los sabores añorados en compañías de viejas arrugadas, que concentran en sus arrugas todo el amor de madres; las posadas, los amores abandonados, los hijos con los que sueñan díá y noche, por quienes sufren privaciones, fríos extremos y por qué no decirlo, vejaciones, pero ese carácter de acero de nuestro pueblo, los hace insistir hasta el final, hasta el triunfo y en su triunfo ganamos todos. Benditos sean.





jueves, 20 de noviembre de 2014

San Salvador, 18 de noviembre de 2014

Días de paz, días de amor.

Hay días en que uno se siente bendecido por la sabiduría de las cortes celestiales, los cielos claros del verano, la proximidad de la Navidad; esa época que ha dejado de ser religiosa, convertida en un huracán comercial, pero que de alguna forma conserva, creo que especial y únicamente en los que fuimos niños cuando su carácter era aún religioso, gratos y suaves recuerdos de increíble intimidad y espiritualidad; es el tiempo que nos descubre la sabiduría infinita de los más puros espíritus, de los cielos poblados de deidades, ángeles, arcángeles y potestades, que en un coro infinito, sutil y de celestiales melodías cantan la gloria de Dios. Ni idea que tan cierto pueda ser esto, pero su representación, la que vive en las zonas reservadas de mi infancia, es de un colorido y fantasía tales que vuelvo a la inocencia y me consuelo en su pureza y alegrías sencillas pero profundamente sentidas. Su simple recuerdo es un oasis de paz en mi alma, un retorno al Paraíso perdido, al lugar de leche y miel.

En esta época hermosa, el Universo parece ser mås pequeño por causa de alguna magia oculta en los meses finales del año y en su principio. Época que trae con los fríos vientos del norte, canciones de susurros, que deben escucharse en los espacios infinitos de los Paraísos celestiales, y este mundo de prosaicas realidades, que parecen juntarse levemente, tangencialmente, en esos días suaves, esparciendo en el aire aromas de manzanas, uvas y de musgos de árboles añosos y poblados de luces multicolores que reproducen el arco iris en la íntima noche de la Natividad, llena de sutiles sentimientos y suaves recuerdos que conservamos durante toda la vida.

Esas fechas son días de ojos y oídos más abiertos, como personajes de mosaicos bizantinos, como si estuviéramos atentos no a las personas, sino a los latidos de su corazón, al brillo de sus ojos, al resplandor de sus sonrisas. Regalas y recibes alegrías, no necesitas regalar cosas materiales, no, regalas abrazos, besos en mejillas heladas, compartes tu alma y sientes entonces que la humanidad es una sola. Esto me causa perplejidad, me lleva a pensar que lo que nos diferencia de otras especies es esa sensibilidad especial que poseemos, para tomarle el pulso a la vida, para comprender que no sólo de pan vive el hombre, sino también del aire hermoso de los días de fin de año, del amor por y hacia los demás, de las alegrías compartidas, que vivimos y somos realmente humanos cuando destilamos las esencias más puras de nuestra parte espiritual, inasible, pero tan real que es la que nos proporciona las más inefables experiencias de nuestra existencia.

Por supuesto, nadie está exento de tristezas o preocupaciones, pero esa atmósfera leve, perfumada y multicolor, rebaja el nivel de las mismas y los dolores son mås soportables, porque el espíritu se renueva, rejuvenece y volvemos a repensar nuestros años dorados, no porque lo sean en realidad, nosotros estamos en nuestra edad dorada, como todos los que tienen la magnífica, luminosa, vibrante edad de quince años.

Este día, contemplando el árbol que Sonia adorna cada año y que Matilda observa con asombro y nerviosa alegría, recuerdo los que mamá decoraba, con sus bolas frágiles de finas láminas de vidrio, de velas que burbujeaban sin cesar y el nacimiento de viejas de cabeza de algodón y molenderas que en diminutas piedras de moler trabajaban para toda la eternidad, el maíz de nuestra alimentación ancestral. Y pienso lo rápido del paso del tiempo y recuerdo aquel extraño verso de Prudencio: “inrepsit subito canities seni.” con qué rapidez subieron las canas a mis sienes. Me parece que fue hace un parpadeo, cuando me tiraba sobre el brillante piso de la sala de mi casa, a observar desde la perspectiva correcta, a ras del suelo, el diminuto mundo de fantasía. Recuerdo, pienso y me abandono a la paz y la armonía.