martes, 21 de julio de 2015

San Salvador, 20 de julio de 2015.

Reflexiones sobre el dolor.

A veces reflexiono sobre el dolor, no como un ejercicio intelectual, sino como un ejercicio de humildad, como si rezara una oración. El dolor nos hace sentir frágiles, desvalidos, mortales, pero de alguna forma que aún no me explico con exactitud, me fortifica y hasta me hace sentirme superior, cuando venzo el temor y la fuerza pura de la voluntad lo anestesia de una forma que no lo hace desaparecer pero deja de mortificar, deja de asustar y se convierte en fuente de fortaleza y ánimo.

El dolor es complejo, lleno de matices e intensidades, sé que voy a morir con dolor, puede que no, porque en realidad no sé como voy a morir y esa es una de las bellezas tenebrosas, si es que es válida esa expresión, de nuestras vidas. No saber ni cuándo ni cómo, es un verdadero consuelo, porque elimina la fatalidad de la certeza y nos ofrece camino alternos que creamos a nuestro antojo. En esos caminos viajamos a tiempos en los que quizás ya no estaremos, pero los vivimos con antelación, es decir robamos tiempo al futuro, vivimos, no una vida sino varias, nos deslizamos por sus infinitas ramificaciones, de acuerdo a las decisiones que tomamos o de las rutas alternas que nos ofrece la vida o la enfermedad.

No estoy pensando en morirme, no, es más, a nivel de broma cuento que el doctor, mi oncólogo, me ha dado cita para septiembre, lo que significa de alguna manera, que hasta ese mes llego y tal como me siento, pienso que mucho más allá. Pero reflexionar sobre el dolor es una especie de entrenamiento sobre lo que puede ser el final, y lo digo con claridad, puede ser, nada es seguro en esta vida, sólo la muerte...y los malditos impuestos.

Por otro lado, ese reflexionar sobre el dolor transforma mi muerte en algo natural, lógico, inevitable, que me espera pacientemente en alguna esquina de las pocas que me quedan en la vida, no por mi enfermedad, sino porque ya tengo muchos años, 71. No me han parecido un exceso, más bien, poco, pero tampoco puedo decir cuánto sería suficiente. La espero con tranquilidad, con serenidad y el dolor, a veces nos hace presentir, que en algún momento, la veríamos hasta con afecto. Pero la existencia tiene sus trampas, se nos va, como agua entre las manos, construyendo nuestra vida, después las de nuestros hijos y luego cuando creemos que ya hicimos todo, tuvimos hijos, escribimos libros, matamos toros, al menos en la imaginación o en la vida, más fieros que los de cuernos, llegan los nietos, en mi caso sólo nietas, y parece que aún tenemos mucho por delante y de nuevo las alegrías, el deseo de vivir se agita en nuestro interior y vivimos, por la cercanía de la muerte y la presencia de la poderosa vida de nuestros descendientes, con más intensidad y más gozo. Hermoso como jamás pudiera imaginarse.

Siempre he dicho que todas las épocas de la vida tienen su encanto. Creo que no me he equivocado, con mi nieta a mi lado, desaparecen las oscuridades de mi mente, verla concentrada en sus juegos es un placer que va más allá de lo que hubiera imaginado, el dolor se convierte en dulce gozo y la vida vuelve a empezar poderosa y animada. Estar con mi esposa descansando, sintiéndola a mi lado, me reconforta; oír a mis hijos en plena fuerza de su joven vida, es un bálsamo que despierta todas les fuerzas del alma y un pentecostés de inusual fuerza sacude mi espíritu.

Benditos los densos afectos de los que nos aman y cuidan, de los que nos acompañan con amor en este breve camino que es la vida. El dolor hace que esos afectos sean más profundos, más reales porque actúan como perfumes y músicas que anidan en el centro de nuestro corazón donde la mora la perfecta felicidad. Que Dios los recompense.

No hay comentarios:

Publicar un comentario