jueves, 16 de agosto de 2012

San Salvador, 16 de agosto de 2012.

Los pecados capitales.
La lujuria.
(Fornicatio).
Parte final.

¿Don divino?, pues creo que es lo único que nos lleva al cielo absoluto, inefable, ese que los místicos decían que ni el ojo vio ni el oído oyó, porque en ese instante supremo, lo único que nos interesa es viajar en esa trayectoria alucinante en donde todas nuestros sentidos se vuelven uno solo, concentrados en el acto de desprendernos de este mundo en un gemido infinito, que es sólo eso un gemido que encierra placer, dolor, angustia – es casi insoportable-, en donde alcanzamos el zenit de los humanos placeres, la felicidad y alegría en un cóctel que debió ser la ambrosía de los dioses, si esto no es divino, no sé que otra cosa podrá serlo.

Las religiones al contrario, después ese divino e indescriptible goce, nos envían al infierno, habráse visto mayor majadería. Claro, eso sucede, si no lo bendicen los curas, que supuestamente no saben de eso, nada de nada ¡qué ironía!. En la Divina Comedia Dante a los lujuriosos, que somos toda la humanidad, los envía a un lugar en donde arden en sed y fuego, en el Infierno cristiano son otra serie de fantasías terribles que castigan el don divino del sexo. Les cuento lo que decía el monje Odón I de Cluny de las mujeres, es para encerrarlo de por vida. “La belleza del cuerpo está sólo en la piel. Pues si los hombres viesen lo que hay debajo de la piel, así como se dice que el lince de Beocia puede ver el interior, sentirían asco a la vista de las mujeres. Su lindeza consiste en mucosidad y sangre, en humedad y bilis”. ¡Pobre loco, jamás vio a una bella mujer desnuda.

¡¿Qué sería el amor sin sexo, sin un toque de lujuria?!, digámoslo claro, una unión desinfectada, anémica, absolutamente martirizante, en donde todo sería hipócritas palabras, movimientos discretos, caricias superficiales, pasiones controladas, es decir, una cárcel para el más profundo, delicioso sentimiento que podemos experimentar en nuestras vidas.

Ese viaje misterioso al cielo, que empieza con suaves caricias y continúa en un “crescendo”, en donde desaparece la realidad y nos adentramos en la esencia misma del disfrute de la vida, en esa luz que deslumbra nuestra mente, que pertenece a esa parte íntima de nuestra naturaleza que nos lanza a la búsqueda del placer. ¿Quién busca el sufrimiento? ¡Nadie!, solo los enfermos mentales, masoquistas, los reprimidos.

Es más, pienso que aquellos que se privan del sexo, de esa dosis de lujuria tan necesaria en la vida de todos, van en contra de un mandato divino, que puso esta tierra y sus criaturas para nuestro disfrute, el hombre para la mujer y la mujer para el hombre, yo, así lo entiendo, aunque ahora es más complicado y no me importa.

Algunos pasan toda su vida temiendo el placer sexual y la lujuria, que es uno de los máximos disfrutes de la vida, los tímidos lo admitirán en su corazón pero no en público, pero todos saben que digo y escribo la verdad, a pesar de la gazmoñería religiosa, de las morales antediluvianas, si algunos creen que esto es el mal en su más pura expresión, ¡Que lástima!, no saben lo que se pierden.

LSR

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