miércoles, 1 de octubre de 2014

San Salvador, 14 de septiembre de 2014.

La ternura

Hay sentimientos que parecieran haberse apagado en el universo. Como si la civilización materialista de hoy día se hubiese ahogado en la violencia, las guerras incesantes, la banalización del mal, tan de moda hoy en día, hubiesen convertido el alma humano en zona de desiertos y espinas, de sequías inmensas, de yermos carentes de virtud y de los más nobles sentimientos. Yo he resentido, por sobre otras dolorosas pérdidas, la casi desaparición de la ternura. Ese sentimiento sutil, casi etéreo que se presenta sublime en todos los tipos de amor verdadero, esposa, hijos, hermanos, nietos, es como una suave aura que nos envuelve en el dulce encanto de la práctica del más puro humanismo.

Ternura, viene de tierno, suave, recién surgido, la etapa primera dócil y delicada, de sentimientos sutiles, sentimientos cuyo grado, cuya intensidad se mide en corazones.

Una de las causas de su desaparición, es como expuse anteriormente, la banalización del mal que lo normaliza falazmente, que insensibiliza a las personas y las hace renunciar a la expresión de sus más refinados y sutiles sentimientos, como si ello fuera síntoma de debilidad, cuando en realidad es todo lo contrario. Solo las personas seguras de sí mismos expresan con libertad sus sentimientos. La expresión del amor, no sólo de palabra sino de acción, es hoy paradójicamente, más tabú que el sexo. Se muestran las desnudeces y relaciones sexuales con más frecuencia y más explícitamente, que la ternura, sobre todo en los hombres. Y eso creo, ha restado a las relaciones esa finura, ese respeto que antaño rodeaba el noviazgo y que en alguna medida hacía que las relaciones matrimoniales fueran más duraderas, más acertadas y es que la ternura provoca respeto, admiración, sentimientos de unión y agradecimiento. Nada hay más dulce que la suavidad de una caricia tierna.

La ternura aunque se pierda en la juventud, siempre retorna en el otoño de la vida, como que perdemos miedo a expresar nuestros sentimientos y los mostramos abiertamente, porque en la sabiduría que confieren los años, encontramos lo absurdo que es ocultarlos, pues con ellos proporcionamos y nos proporcionamos alegrías infinitas y momentos de dulzura inefables.

La ternura es un sentimiento entrañable que da valor a nuestro espíritu y calor amable al alma de quien lo recibe. Es una forma simple, pero poderosa de armonizar con los demás, de integrarnos al espíritu amoroso del Universo, donde alcanzamos la plenitud y somos felices. Sólo los espíritus plenos, delicados son tiernos, los que no sólo viven de pan, sino de las maravillas del espíritu y sus emanaciones suaves y placenteras que constituyen uno de los grandes disfrutes de nuestra existencia. Porque la ternura es íntima expresión del ser no del tener, que todo lo embota y deforma. Es expresión de nuestra sensibilidad y sobre todo de la sinceridad y exquisitez de nuestros sentimientos.

Las madres son la máxima expresión de la ternura, su amor absoluto incondicional por los hijos es sorprendente y digno de los mejores elogios, pero...¿por qué no es así en los hombres?, ¿qué nos impide ser tan amorosos como las madres?, creo que no es normal. Hay algo en la educación humana que nos hace fallar en ese sentido; miles o quizás millones de años de prepotencia y dominio masculino, han adormecido, suprimido, reprimido ese sentimiento tan puro y tan suave. No creo que tenga que ver o interferir con el valor, hombría o autoestima masculinas. Es sencillamente otro sentimiento excelso, que deberíamos de hacer aflorar y mostrar cuando es necesario, porque lo es. Dice Fernando Sabater “El amor sin ternura es puro afán de dominio y de auto afirmación hasta lo destructivo". Completamente de acuerdo.

En fin, la recuperación de la ternura como sentimiento de armonía y humanidad, es una necesidad para contrarrestar la violencia, el desamor y la falta de solidaridad en este mundo materialista y consumista que nos abate y nos hace esconder nuestras más puras esencias. La sabiduría nos devuelve esa capacidad.

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