lunes, 14 de mayo de 2012

San Salvador, 12 de mayo de 2012.

Los verdaderos códigos.

Ayer se cumplieron cincuenta años de la desaparición de Renato Stradivarius, hace ocho lo volví a encontrar en Sicilia, como les conté hace algún tiempo, y este 2012 debo verlo en Estanbul; debo decirles, como lo expresé con asombro, cuando sorpresivamente lo encontré en la puerta de una sastrería de lujo en Palermo, que cuando lo conocí hace cincuenta años en su casa de San Jacinto, el tenía unos treinta y yo dieciocho, ahora yo soy un viejo y él, tan joven y lozano, como en aquellos tiempos. Luego de las preguntas sobre cómo estaba sucediendo esa situación tan fuera de la normalidad y sus respuestas increíbles, le pregunté sobre mi futuro, me dijo que yo aún tenía cosas que hacer, "cumplir" fue su palabra exacta, le creí con toda la fe de un hombre de edad aferrado a la vida y, cuando me enfermé de cáncer hace un par de años, pensé que se había equivocado, pero a los pocos días recibí de él la siguiente frase, "sólo Dios sabe cuando hemos de morir", le creí firmemente, dejé de creerle a los médicos, me encomendé a Dios y aquí estoy.

Voy a verlo estoy seguro aunque no tengo su dirección; en Sicilia ni siquiera sabía que iba a encontrarlo, ni nada cómo ubicarlo en esa exótica y bella ciudad turca, pero estoy seguro que el me encontrará. Cómo hace esas cosas de saber qué sucede en cualquier parte y cómo comunicarse con quien quiere, es uno de sus múltiples misterios, pero lo hace, de un manera que parece natural aunque debo decirlo, de una forma que causa escalofríos.

Qué Código da Vinci ni que ocho cuartos, Renato sí conoce un código secreto, no sé si el de la eternidad o el de la eterna juventud, que es casi lo mismo, aunque hay diferencias y no sé si siempre está aquí o en el futuro o en el pasado, sabe tantas cosas...

El caso es que vive una vida muy discreta, bajo perfil, creo por ello que sí es alguien importante en la cofradía, -no me gusta el nombre pero no dispongo de otro mejor-, por las características de la misma, que controla este mundo induciendo mínimos desvíos de algún ciudadano cualquiera, o en alguna organización internacional, pero debo decir, que según las palabras de Stradivarius, todos formamos parte del engranaje universal que mueve la historia y sobre todo las civilizaciones, nadie es superfluo, nadie es insignificante.

En estos años de crisis he visto caer tantos líderes que no me cabe duda que “ellos” están muy activos y no dudo que otros caerán, porque trabajan para ordenar el Universo, y en estos momentos, al menos en este mundo, lo que menos existe es orden.

No se necesita guerrear Luis, me dijo en una ocasión, ni disparar cohetes con cabezas nucleares; una idea, Buda, Jesús, Gandhi son ejemplos, nos muestran como se puede cambiar, para bien, una buena parte de la humanidad, que sus mensajes han sido prostituidos, es otra cosa. Por ello personas, no sé si pueda aplicar ese nombre tan simple a caballeros como Renato Stradivarius, mueven sutiles piezas en el gran tablero del ajedrez universal, yo soy una pequeña pieza y no sé que juego juego en el oscuro universo de este desgarrado país.


LSR

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