lunes, 14 de mayo de 2012

San Salvador, 3 de mayo de 2012.

Siempre a la misma hora.

Las horas contigo son extrañas, a veces largas como las sombras del atardecer, a veces cortas como el brillo de un relámpago. A veces como suaves nubes que se disuelven lentamente en el cielo azul de mi conciencia, como la lluvia de esta noche se diluye en el verde césped de mi jardín querido. No sé sin son largas o cortas: es simplemente tu hora, que conforma un ritual que mantiene un ritmo en mi corazón y en mi vida la sensación ondulante de la felicidad, porque ésta no es un estado, es una iluminación pasajera que hace la vida digna de vivirse, para disfrutar de vez en cuando, esa sensación de atisbar el paraíso, en donde todo se resuelve, en donde todo se explica. Sí, esa eres tú.

Así es nuestra hora, siempre puntual como la salida del sol, siempre luminosa como las mañanas de verano. Hablamos de cosas quizás intrascendentes, no importa, nos escuchamos, eso es lo importante. El placer está en saber que disfrutamos nuestro mundo de aristas únicas, un mundo cuyas avenidas y plazas, callejuelas y pasadizos conocemos a la perfección. Un mundo que se expande desde los días de nuestra infancia situada a kilómetros y años de distancia, hasta el día en que las espirales del tiempo nos pusieron frente a frente y forjamos un mundo de fantasías y realidades que un día, en la encrucijada fatal de nuestras vidas, superó nuestra propia realidad. El imprevisible viaje de nuestras vidas, de matices y circunstancias sorprendentes.

Sobrevivió sólo esta hora, tensa en sus inicios, nerviosa, de escrutinios discretos y de suaves y acariciadores descubrimientos. Fueron al principio, horas de ansiedad y de prudencia, tratando de averiguar en los mínimos gestos, qué tanto de aquellas fantasías y realidades destrozadas habían sobrevivido; aún no sé que cosas olvidaste y que guardaste en el fondo de tu corazón, quizás esa es la magia de nuestra hora, algo sobrevivió en los dos, pero mantenemos en secreto los más íntimos sentimientos y seguimos mostrando hasta donde tus circunstancias y las mías nos permiten, el paisaje externo de nuestra extraña relación.

Debo confesarte que ahora entiendo a cabalidad lo de los ciclos de la vida; siempre me has escuchado decir que todas las épocas de la vida tienen su encanto, tú eres el encanto de esta época, en ti descansa el fulcro de mi interna armonía, eres el eje de mi extraño mundo en el que al lado de tormentas y borrascas, encuentro remansos de paz y serenidad. Eres el episodio interminable de la gran aventura de mi vida.

Todo eso parece suceder en una hora todos los días, a la misma hora, digo parece porque no sé si es una hora o es un tiempo inacabable, que dura ya años, pero para que me entiendas le llamo hora, debe ser de esas de la Creación, al menos de la Creación de la paz en mi espíritu, en donde somos dueños de nuestros destinos que viajan separados por una línea que tiene el espesor de un cabello. De uno de los tuyos, por supuesto.

LSR.

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