lunes, 14 de mayo de 2012

San Salvador, 5 de mayo de 2012.

Los amores tardíos.

¡Quién pudiera evocar sólo las etapas hermosas de la existencia!, exclamó Manfredo, quisiera al menos, tener un acceso selectivo a la memoria de mi vida, recordar las viejas canciones que cantaba acompañado de mi guitarra sostenida por una banda de tela chapina, en las noches en que flotando sobre la arena de la playa del Obispo, cortejaba mis primeros amores, como Laura, que me encontré años más tarde, reflejada en aquel soneto que retrataba mi pasión juvenil, eterna como todas las de abajo de los veinte años, y de la que pensaba sería incapaz de vivir sin ella, sin embargo los años, las lunas e infinitos oleajes del mar que todo lo borran, que todo pulverizan, me demostraron que todo pasa, que todo se olvida. Al final la olvidé claro, y con facilidad, porque después vinieron, las Beatrice y las Isoldas, las Ginebras, amores puros y no tanto que se me confunden en los recuerdos, a esa edad en que uno puede casarse con quien quiera, es el momento propicio, pero no lo hice.

Sin embargo ahora amigos, en el otoño o invierno de mi vida, creo comprender que conforme los años pasan, en el amor, la ciencia más difícil es la de olvidar. Quizás por que visualizamos ya el final y siempre creemos que ese, precisamente ese, es el último puerto de amor. Por ello mis queridos contertulios, debo prevenirles que los de la edad madura, son, si no, los más apasionados, los que nos aprisionan de manera más doliente y por eso, hoy que leía el viejo poema de Petrarca a Laura, sentí que a pesar de mi larga experiencia, aunque creo que el amor no la promueve, sentí que el poeta había pasado ya por ese río oscuro y tumultuoso:


"Quien me tiene en prisión, ni abre ni cierra,
ni me retiene ni me suelta el lazo
y no me mata Amor ni me deshierra,
ni me quiere ni quita mi embarazo."


Manfredo levantó su vodka y como pensando en su pasado y su presente dijo: hay mujeres amigos que ni quieren entrar en nuestras vidas, ni quieren estar fuera de ella, y lo peor es que se instalan en las puertas de nuestro corazón y ni dejan entrar ni salir a nadie, se levantó súbitamente y ceremonioso brindó:


Brindo por las que amamos y nos dejan, por las que nos aman y dejamos, brindo por las que dejan nuestro corazón solitario pero listo de nuevo para el amor, para el amor definitivo.

Nos volvimos a ver en silencio y casi al unísono gritamos

¡Estás enamorado Manfredo!

El sonrió misteriosamente y levantando de nuevo su vodka, se quitó su sombrero negro y colocándolo sobre la mesa y señalándolo añadió, juro por ese sombrero que me ha acompañado toda la vida, que es la mujer de mi vida, sí amigos, la he encontrado.

¿Te casarás al fin? Preguntamos a una sola voz.

Dije que son los más apasionados, no dije que nos volvieran estúpidos…ni a nosotros, ni a ellas.

LSR


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