miércoles, 25 de septiembre de 2013

San Salvador, 25 de septiembre de 2013.

Entonces no existirá más tiempo.

Es confuso, muchos habrán tenido esta experiencia, quizás no todos puedan direccionar en este sentido los efectos psicológicos de la quimioterapia, creo que puede depender de las apetencias espirituales e intelectuales, de lo que son las búsquedas personales y aún de nuestra propia dosis de locura, pero no creo que sea nada único. A veces, por instantes una nebulosa cubre los sentidos y flotamos en mundo de ignorados bordes, de informes volúmenes y sueños extraños e inverosímiles, pero de pronto, una luz cegadora inunda nuestro espíritu y comprendemos. No puedo explicarlo a cabalidad, ni siquiera aproximadamente, pero la comprensión del Universo es total, al menos ese universo particular de mis circunstancias que incide sobre mi vida y entonces, el tiempo se detiene, no existe más y tengo todo el tiempo y el espacio del infinito para reflexionar sobre mi vida y su compleja brevedad, como si en un instante supremo de iluminación tuviera acceso a todas las verdades y a toda la ciencia, a todos los misterios. Luego viene la aniquilación, el momento en que no existe más tiempo, así de simple, ese es el término de mis pensamientos, elucubraciones, de mi vida finita, una especie de muerte porque el instante precioso cesa y regreso a este mundo de oscuridades y contradicciones.

Pero mientras dura la vida, esta pequeñez, este volátil, efímero instante, tenemos todo el tiempo del mundo, para que otro infinitesimal momento como ese se repita y encontrar poco a poco la respuesta final que siempre buscamos, sin encontrarla jamás. No sé en que pensaba Ives, cuando escribió su obra, pero la música me parece muy adecuada para una pregunta sin respuesta. Hay en ella algo ominoso, lleno de misterio, como la vida misma, que por momentos se rasga con esa estridencia sonora de la trompeta que habla de iluminaciones o Nirvanas o simplemente de rupturas, pero que no da respuestas. En ocasiones he llegado a pensar que podemos alcanzar la vida sin tiempo, pero parece imposible, al menos desde el punto de la ciencia, del lado de Dios, todo es posible.

Ahí es donde entran las circunstancias anómalas, heterodoxas de la vida. ¿Será que necesitamos agentes externos, drogas alucinógenas, hongos, hierbas, químicos medicinales, o quizás simplemente misticismo para acercarnos a esos puntos tangentes con otros universos? Esos puntos que nos permiten atisbar esa síntesis de la vida en una mirada única o en un dilatado paisaje que abarca todo el universo. Por ese camino transitaron San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús o el mismo Pablo que ni oyó ni vió, no supo, al menos eso pienso, qué había visto u oído. Creo que no tuvo idea de lo que le sucedió, como hombre religioso pensó en Dios, pero no necesariamente tuvo que haber sido así. Para mi la enfermedad y los químicos resolvieron parte del misterio, pero encontrar respuestas o medio respuestas en medio del dolor o de la desorientación, no me parece convincente, ni demostrativo. Esos factores pueden despistarme, engañarme, hacerme creer en espejismos falaces, aunque he disfrutado de momentos de una éxtasis, o algo parecido, indescriptibles y reconfortantes. Aun así, pienso que todo eso es posible, con lo paradójico que pueda resultar, sólo en vida. Después es imposible, al menos, no hay manera de saberlo y menos de convertirlo en teoría, porque entonces ya no somos.

De cualquier forma que sea, ese Universo está del otro lado. Dónde queda ese otro lado no lo sé, no es posible saberlo. Sería sencillo atribuirlo a otro mundo que está en el lado de la más pura espiritualidad, en el lado de la religión, del teísmo, pero igual puede ser que sea sólo una química alucinación, espejismo, autoengaño. Quien sabe, quizás al final descubra la verdad, será también un infinitesimal instante, pero entonces no podré saberlo y menos contarlo, porque no existirá más tiempo.

LSR




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