San Salvador, 12 de enero de 2013.
¿Recuerdas nuestro sueño?
Ya hace de esto tanto tiempo, que ni siquiera sé si fue en esta vida; a veces, tengo la sensación de que estoy escribiendo sobre otros tiempos y circunstancias y aún de otros Universos; la memoria es así de perversa, nos juega malas y buenas pasadas, nos confunde hasta hacernos creer cosas que nunca sucedieron y, otras que creemos ciertas, que nunca existieron.
Y por eso, dentro de este sueño que hoy sueño, te pregunto, ¿recuerdas nuestro sueño?, muchas veces soñamos juntos lo mismo como si de otra vida se tratara. Pero ahí están sólidos, rotundos, indestructibles a pesar de los siglos, a pesar de las vidas. Ahí en ese jardín de mi memoria y creo que de la tuya. Ahí te busco de siglo en siglo y sé que tu haces lo mismo, pero las infinitas espirales de nuestros tiempos no se han vuelto a cruzar, aunque irremisiblemente un día será y volveremos a estar juntos, no importa dónde sea. El eterno retorno es ineludible.
Ese primer sueño juntos es sobre templos griegos que flotan en cristalinos mares de color de esmeralda, blancos como la nieve en los lugares donde la pintura no oculta el noble color del mármol; edificados sobre colinas para poder contemplar el límite por donde el mar se despeña hacia la nada o la oscuridad. Te lo recuerdo en presente porque el momento ese es eterno, en mi mente siempre está sucediendo y sé que en la tuya también.
Ese día de dioses precisamente, el mar subió hasta el borde del templo, que se reflejaba sinuoso sobre su dormida superficie, creando alucinantes y entrañables imágenes de mi Grecia añorada. Caminamos montaña arriba hasta aquel bosque oscuro de encinas, que se aferraban sobre las rocas marmóreas donde nos amamos por vez primera, donde cabalgamos en el carro de los dioses, hasta perdernos y desorientarnos en ese instante en donde tenemos un efímero vislumbre de la muerte, del ingreso a la eternidad.
El sol estaba a la mitad del viaje en su caída hacia la oscuridad y por el cansancio de nuestra lid amorosa, despertamos cuando la luna brillaba en el negro cielo, cerca de Sagitario; nuestro cuerpos desnudos brillaban en la oscuridad y de pronto, una manada de blancos caballos pasó estruendosa a nuestro lado hasta perderse en los oscuros bosques de la planicie que daba al mar negro como ónice.
Bajamos después nosotros hasta donde el Egeo besa amorosamente los bordes de la montaña; los corales brillaban en el fondo; con paso firme y seguro, nos sumergimos en sus profundidades, te heriste el pie con una caracola rosada,¿recuerdas?, luego despertamos en las gradas de nuestro templo,¿fue un sueño dentro de un sueño?, ¿o simplemente la continuación de otro sueño que ya olvidamos? No lo sé.
Simplemente te lo cuento para saber si todavía recuerdas nuestros sueños en la vida en que ahora vives, hoy ya no estás conmigo. Pero sueña un día profundo y oirás muy claramente que dijimos un día sobre el navío de blancas velas que nos condujo a Creta, que en algunas vidas, quizás amaríamos a otras almas, pero que al final o quizás cada cierto número de vidas, volveríamos a estar juntos. Nos encontramos de nuevo hace mil años, nuestro amor estaba intacto; luego te vi fugazmente en Constantinopla pero no me reconociste, no era esa ciudad punto de encuentro. Anoche volví a estar contigo bajo el negro bosque de encinas sobre el que cabalgamos por vez primera sobre el carro de los dioses. Estabas pálida y transparente, pero tus ojos de fuego brillaban con el brillo del amor, tengo más de mil años de no estar contigo, ¿cuándo volveremos a soñar juntos? Espero que sueñes este mensaje que te envío a través de los siglos, de nuestros sueños.
LSR
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