miércoles, 2 de noviembre de 2011

Las fintas de la vida.

San Salvador, 30 de octubre de 2011.

Las fintas de la vida.

Pasé años pensando que no la amaba, mientras ella se desvivía por capturar mi atención, por mostrarme los suaves campos de su alma enamorada, mientras yo, indiferente, tomaba su dedicación, su entrega inocente, como un homenaje absolutamente natural hacia mi persona con el espíritu cegado por la vanidad.

Fue tanto el daño que mi desamor le causó, que por esas leyes no escritas de la vida, después de muchos años, no le quedó más remedio que seguirme amando o quizás más bien, volverme a amar. Y yo, ante su gesto magnífico, retorné a ella apresurado, sabiendo que el amor que le negué, era una oscura muralla de inseguridad, pero sobretodo de orgullo magnificado.

Es otro tipo de amor el que surgió, después cuando asombrado, supe que siempre la había amado, pero no me había dado cuenta, prendido de mi egoísmo y de mi vanidad sin límites. Ahora, de nuevo a su lado, he comprendido que fue tanto el daño que yo también me hice, que en alguna medida he perdido la capacidad de volver a enamorarme y no me queda más remedio, emocionado y agradecido de la vida, que retribuirle aquel amor que con los años he sabido entender, rescatar, alimentar amorosamente retribuyendo justamente aquel inmenso cariño que ella me dispensó durante tanto años.

Debo admitir que este amor otoñal, es como una nueva vida que me impulsa a existir intensamente, para tratar de resarcir los años perdidos que ahora reverdecen el ocaso luminoso de mi vida. Ella era tan joven que ahora sin serlo más, aún sigue para mí siendo una niña. Han pasado los años y es claro que mi vida sin ella hubiera sido un frío invierno. Hoy enfrentado a los restos de mi existencia, intento salvar los viejos recuerdos, creando nuevos universos en los que somos en el pasado y el presente, presintiendo que el genio que controla el futuro podrá ceder a mis tardíos lamentos, y quizás así, se atreva a regalarnos un espacio dilatado, en donde podamos recuperar los días de amor perdidos y así tener la súbita y sentida certeza de amarnos mañana como ahora, en el tiempo repetido, expandido de su singular regalo.

Hemos hecho un pacto de amor. Que es, creo, el pacto de todos los enamorados. Un pacto que conjura los eternos desengaños, sobre todo de los amores otoñales, cuya vida está marcada por la brevedad ignorada del tiempo concedido. Nos hemos prometido amor hasta la muerte, el más fácil pacto que jamás haya pactado. Es tan corto o tan dilatado que puede ser como se dice eterno, si como he dicho siempre que la eternidad empieza y termina conmigo.

Es un pacto que inspira nuestras vidas y nos hace sonreír, sabiendo que ambos cumpliremos con el reto de amarnos hasta el final, que puede ser en cualquier instante, pero que por lo mismo ilumina todos los instantes. Y entonces sí será cierto aquella frase luminosa del poeta: “no puedo amar después de haberte amado”. Porque en la muerte se terminan todos los amores y perduran todos los recuerdos.

LSR

No hay comentarios:

Publicar un comentario