domingo, 20 de noviembre de 2011

Viajaremos hasta el final.

San Salvador, 20 de noviembre de 2011.

Viajaremos hasta el final.

Siempre buscamos en la vida. A Dios, que ha sido mi búsqueda perpetua, la felicidad, el amor, este último, a veces lo encontramos, a veces nos encuentra, otras es una iluminación que como un Pentecostés particular desciende en nuestras vidas y aniquila nuestra voluntad, nuestra razón, teje sobre nosotros una red densa y ajustada de la que es casi imposible escapar. Y es imposible porque las más de las veces, no deseamos hacerlo. La perfección que buscamos en las relaciones afectivas jamás se produce y paradójicamente, los grandes amores no surgen de la armonía con nuestros deseos y anhelos, sino todo lo contrario, de ciertos contrastes que ejercen una atracción a la que es imposible renunciar.

¿Recuerdas?...no te encontré un día como cuentan las viejas historias de amor, sino que me encontraste, yo estaba al inicio de mi viaje al centro de mi alma, a Ítaca, el poema que nunca leímos juntos y que ha guiado mi vida, pero en él estabas ya escrita y presentida con frases, sí querida tú eres el puerto que antes ignoraba y al que un día arribé gozoso, descendías por un río, que aunque distinto, discurría paralelo al mío, tú venías de océanos de plata, rodeados por un dragón de agua, venías de campos de azúcar y mieles de panela. Yo bajaba inconsciente de tu llegada, del Universo de verdes montañas en donde el café sangraba y enriquecía esta tierra que tanto he amado y que tanto me ha dado.

Quizás algún día, en un meandro en donde nuestros ríos discurrían cercanos y alegres, te vi sentada en la borda de tu barco, pero eras una niña endeble, delgada como flor de caña, vestida de blanco con una cinta ancha de seda azul alrededor de tu fino talle, eras una niña y no te di importancia. La vida es así.

No podía imaginar, era imposible que lo hiciera, que años más tarde en la confluencia de los ríos de nuestra vida nos encontráramos, tú esbelta siempre, tu talle firme, tus senos pequeños, tu cabello rojo, ¿o así te he imaginado siempre?, en un momento en que, buscando la perfección, al verte, no pude imaginarte coincidiendo con mi idea de ella, sorprendido tuve que admitir que las imperfecciones que vi en ti, me bastaban para ser feliz y me acompañaras en el viaje que ignoraba que sería tan largo. Tú, en un alucine que te cegó la mente, creo que divisaste que todos mis defectos no eran suficientes para dejarme de amar. Cómo te agradezco por ello.

Quizás la distancia de la espiral del tiempo en que viajamos, las circunstancias de la vida, nuestra falta de valor, me obligaron a dejarte, porque el perfecto amor de nuestra imperfecta relación, no era suficiente para ti y quizás para mi. No quisiste que viviera para ti, no quisiste vivir para mi. Ahora estoy de nuevo viajando a tu lado, viajamos de nuevo hacia Ítaca, pero debo decirte que ahora eres como un sueño que amo muchísimo, pero del que he olvidado muchos detalles.

Pero sé que sin ti, jamás hubiera emprendido mi viaje, me has concedido una amorosa compañía, una hermosa vida. Gracias. Ahora sé que significa Ítaca. No me he engañado y creo que tu tampoco. Viajaremos juntos hasta el final.

LSR.

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