lunes, 9 de enero de 2012

Saltar de un lado a otro del abismo.

San Salvador, 8 de enero de 2012.


Saltar de un lado a otro del abismo.

La vida es así. No porque no la entendamos va a cambiar. Ha sido y seguirá siendo así. Si fuera una línea recta sería de lo más aburrida e ingrata que se pueda imaginar. Por ello mi compleja Odisea me ha herido, pero también ha sido un bálsamo que las ha curado todas, que fueron muchas y dolorosas. Ella soñaba ser mía. Pero yo, nunca soñé ser de ella. Esto era un dilema peligroso, pero sorteaba el enigma saltando de uno a otro abismo, sobre el profundo océano de la indecisión y a veces de la ignorancia.

Luego vino el intermedio no deseado, ¿has visto como cae el granizo?, cae y salta como si tuviera vida, luego se queda quieto, solitario y empieza a disolverse. Qué metáfora. Así caemos algunos del cielo en un instante, saltamos de aquí para allá y luego encontramos el sitio de nuestra disolución. Una disolución que llega lenta, pausadamente y que puede durar un instante o muchos años. Eso es la vida, un granizo frío que puede caer sobre una flor, eras una flor, y adornarla unos segundos de la Creación o destrozarse en mil pedazos al caer sobre una piedra dura, inerte, solitaria, eso eres tú, a veces una rosa otras una piedra fría donde se destrozaron mis más puros sentimientos, pero me rescataste, la vida es así.

Al fin comprendimos, ¿comprendí?, atemorizados, que ese saltar de un lado a otro de nuestros sentimientos, del abismo de la desesperación al de la esperanza, creo que fui el único que se dio cuenta, estaba acabando con nuestras vidas, yo casi pierdo la mía, y decidimos hacer un pacto, no sé si de amor. Sí querida, porque al final habíamos comprendido que nos amábamos. Aunque aún sigues sin aceptarlo totalmente.

Que compleja travesía cumplimos mi amor. Fui un Ulises que luchó una guerra, la perdí, pero a diferencia del héroe homérico no sabía que tendría que regresar a Ítaca, porque tu, Penélope mía,no tejías en el día ni deshacías nada en la noche, es más, no sabías que me esperarías. Mientras tanto, tu recalabas en el puerto del olvido, lejos de la angustia, del desconcierto, que te permitiría permanecer joven para siempre, en un futuro luminoso con tus ojos color de viento como estrellas, como estrellas que podrían, y de hecho pueden brillar más que el sol, y yo vagaba impreciso por los más absurdos caminos de la vida, hasta que, no sin doblegar mi orgullo y cerrando los ojos a la vida, regresé a tu lado.

No fue el mar Egeo, fueron abismos de ingratitud, de incomprensión los que saltaba, aún no sé por que me esperastes tantos años. Ya no salto más en el circo de la vida, tengo tu mano serena entre mis manos, contemplo el cielo, la montaña, contemplo el Universo entero. Dios te bendiga... ¿Nos bendiga? Sólo Él sabe.

LSR

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