jueves, 21 de marzo de 2013

San Salvador, 21 de marzo de 2013.

La fe en Dios.

Mi relación con Dios, ha sido perenne, indestructible, pero azarosa. A veces, lo he definido en términos científicos, fuerza infinita, creadora del Universo, abstracta, poderosa, pero desligada del amor, de la bondad que caracteriza al Dios benevolente que suelo implorar en mis rezos y agradecer en mis nocturnas plegarias. Ese, al final, no me satisface y vuelvo siempre a mis orígenes, sencillos, simples, pero llenos de amor, de ternura, de compasión, ese Dios compañero, padre, consejero, que me arropa en su seno y me hace, paradójicamente, plenamente humano. Dios misericordioso, amoroso, suave, consolador.

Siempre he pensado que los poetas, por algún misterio luminoso que encierra la poesía, definen en algunos versos infinitos, los grandes enigmas de nuestra existencia, los vuelven claros, musicales y ponen a nuestro alcance la luz de la divinidad.

Quizás ellos no piensen lo que yo pienso al leerles, pero eso no es motivo de discrepancia, lo importante es que la poesía sirve a mis propósitos. Dios, es poesía, expresa en su creación, en la que nos incluimos todos, un canto a la vida, esa vida que defendemos con empeño, que protegemos con leyes, que ensalzamos como el máximo bien, si no, sin nosotros, el Universo sería un desierto. La vida, como la nuestra, dicen los científicos, es un accidente, yo pienso que es un milagro, y los milagros tienen un sentido profundo que va más allá de la simple existencia.

No siempre se nos es dado comprender el sentido de nuestras vidas, eso es un regalo de Dios. Es un instante infinito, una Iluminación, que nos revela, no la verdad, ni la comprensión del Universo, sino la verdad, la comprensión de nuestra vida. Cuando eso sucede, una mezcla de placer y dolor invade nuestro espíritu. No es algo deseado, ni propiciado, no, es un simple regalo. ¿Por qué?, no tengo ninguna explicación para ello. Pero, vuelvo a la poesía. Percy Bysshe Shelley, ateo según sus palabras, satánico según sus contemporáneos, escribió un poema a la belleza intelectual, que traicionando su pensamiento, describió, al menos para mi, a Dios y por qué ilumina a unos y a otros no.

"La abrumadora sombra de algún Poder no visto
entre nosotros flota, aun sin verse: visita
este variado mundo con alas tan cambiantes
como vientos de estío que van de flor en flor..."

Pocas veces he oído una definición de Dios tan musical, tan inmensa, abrumadora es la palabra del poeta. Y allí está también, la Iluminación, Dios va de flor en flor, ilumina a quien quiere.

En el Corán, libro sagrado del Islam, existe un versículo llamado de la luz, que es aún más directo.

"Dios es la luz de los cielos y de la tierra.
Esta luz se parece a una hornacina en la que hay una lámpara dentro de una caja de cristal; el cristal es como una estrella reluciente.
Esta lámpara está encendida con el aceite de un árbol bendito, un olivo que no es ni de Oriente ni de Occidente y cuyo aceite casi puede dar luz sin que lo toque el fuego.
Es luz sobre luz.
Dios lleva a su luz a quien quiere."

Aquí no sólo estamos ante la luz de Dios y su embriagadora poesía, sino ante la extrema libertad de lo divino, da su luz a quien quiere. Hay algo terrible y ominoso en la frase, pero Dios es Dios, está más allá de nuestra comprensión.

He recibido esa bendición, soy un privilegiado, canto mi más sentida melodía aunque ignoro por qué he sido elegido, lo acepto con humildad y proclamo con este testimonio mi infinita gratitud. Dios es un misterio pero su presencia es clara, abrumadora, como dice Shelley. Doy fe de ello.

LSR

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