sábado, 23 de noviembre de 2013

San Salvador, 13 de octubre de 2013.


Del retroceso de la confianza y el florecimiento de la arrogancia.

La política es hoy un juego de personalidades que van y vienen.
Pierre Rosanvallon.

Debo en primer lugar confesar que el título de este escrito, proviene de un capítulo del libro de Zigmunt Bauman, "Esto no es un diario", libro que trataré de glosar y comentar adaptándolo a nuestras actuales circunstancias.

Los políticos nunca han sido en nuestro medio gente de confianza. Es más, siempre hemos desconfiado de ellos. Por diversas razones, las más de ellas ciertas. Pero en los últimos decenios y hasta el actual gobierno, la confianza ha venido cayendo hasta niveles absolutamente insoportables. La ineficacia y mínima eficiencia de sus gestiones, el fracaso de los sistemas, de izquierda y derecha para llevarnos por el buen camino de la justicia, la paz y la dignidad, que como seres humanos nos merecemos, han demolido la escasa confianza de los salvadoreños en los políticos y en el sistema de partidos políticos del país. Esto es producto de la irracionalidad con que se tratan los problemas nacionales y la poca preparación de nuestros gobernantes para resolverlos o de su poco interés por lograrlo. Estamos en un punto de nuestra economía y de nuestra estructura social que de no tomar medidas, urgentes y dolorosas muchas de ellas, sin el mínimo optimismo que muestran los candidatos presidenciales, desembocaremos en el caos y en el descontrol social, por decirlo con suavidad temerosa.

Como siempre, se ofrece más de lo que puede hacer y no orientado a las causas de los problemas sino a sus efectos. Es a todas luces imposible lo que ofrecen sin recursos, ya sometidos a un endeudamiento que compromete a varias generaciones.

Más escepticismo ciudadano y menos confianza si esto es posible. Loïc Blondeaux sugiere en su libro " El nuevo espíritu de la democracia", que lo que produce ese escepticismo es "el cada vez más ilusorio carácter de la participación de los ciudadanos en el proceso político". Se vota y luego los representantes elegidos hacen lo que quieren, una vez en el lugar de su preferencia, juntas directivas o comisiones, sus intereses particulares, preceden y son preferentes a los intereses de la ciudadanía. Cambios de partido, de ideología, renuncia de su militancia pero conservando sus prebendas con la más absoluta falta de dignidad e integridad, son comunes.

Bastien François, en Le Monde 22 de julio de 2011, escribió como si viviera en El Salvador. Transcribo " A todos los efectos prácticos, a menos que los titulares de cargos políticos, sean sorprendidos in fraganti en sobornos, trampas, escándalos sexuales...tienen total libertad para hacer trizas sus programas electorales con la más absoluta impunidad", pero es que aquí aunque los sorprendan in fraganti, no tienen castigo, borrachos, abusivos y siguen en sus puestos sin ninguna pizca de vergüenza traicionando sus deberes para con los ciudadanos honrados y trabajadores. No, sencillamente no puede ser. Una arrogancia ofensiva y sin límites, decepcionante.

Ya los partidos usan argumentos y firmas que respalden esas ideas, sino que usan dólares que compran, no lealtades, que no las poseen los comprados, sino testaferros traidores que van únicamente detrás de una solvencia económica personal, conducta que mal puede ayudar a resolver los acuciantes problemas de la nación. Todo esto impregnado de esa perversa arrogancia que concede el dinero y que demuestra a las claras, la poca educación y falta de principios de una buena parte de nuestra clase política.

Cómo podemos confiar entonces en sus eslóganes, una nueva era de prosperidad, un mejor El Salvador. Por su pasado y sus obras los conocemos y esto es algo nada edificante en las actuales circunstancias. "La mentira y el engaño, dice Bauman, no resultan ya escandalosos ni indignantes", esto parece ser muy cierto en mi país. Ya es hora que cambiemos esa debilidad extrema de nuestra sociedad. Ellos quizás no puedan, nosotros si podemos hacerlo ...con el voto.

LSR

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