sábado, 3 de diciembre de 2011

Confidencias.

San Salvador, 3 de diciembre de 2011.

Confidencias.

Esto es una confidencia. No sé que soy de ti, no sé que eres para mi, no sé que soy en tu mente. Quizás soy como un sueño que vive en esta vida absurda que no se encuentra en ningún lugar, ni sucede en algún tiempo. Pero quizás sea esta ambigüedad de no saber quienes somos lo que más amo de ti. Quizás porque así simplemente vivo contigo y no tengo necesidad de definir que clase de relación o de ilusión me une a ti. Quizás sea una especie de cobardía a enfrentar la realidad, no sé.

¿Qué amo de ti, de nosotros?, soñar contigo, volar contigo, simplemente estar a tu lado, contemplando el enigma de tu vida dibujado en tu rostro; yo con mi máscara, protectora, calmante que oscurece los puntos brillantes de mi vida y oculta los sonrojos y las decepciones que me causa tu perfecta impiedad hacia mis sentimientos.

Sin embargo, debo decirlo con sinceridad, eres mejor que la mujer de mis sueños. Porque yo soñaba con una mujer ideal, imposible, que se fue desdibujando en la vida real. No la encontré jamás, tuve atisbos de ella en algunos ojos que me recordaban el verde y oscuro mar de mi infancia, otras veces en alguna boca que me recordaba el rostro melancólico de la Venus de Botticelli, quizás ese fue el problema.

Mi rostro ideal -el cuerpo no lo pensé jamás- era un mosaico que provenía no sólo de los días de mi vida, sino de los largos siglos de la historia. Quizás empecé a leer muy joven y cuando me encontré con la belleza de los lugares que había leído, descubrí que no se parecían a los imaginados en mis invenciones. Algunos eran supremamente hermosos, más de lo que podía imaginar, otros en cambio, me decepcionaron hasta las lágrimas, tal fue la tristeza del encuentro. Encontré en cambio mi rostro presentido en la belleza mediterránea, no en los hermosos rostros germanos o escandinavos, mujeres bellas de cuerpos perfectos, pero sin alma, aunque inteligentes muy inteligentes, lo que las salvó de mi Juicio Final.

Pero los ojos sicilianos de un azul tan diluido que parecen blancos, me impactaron con el brillo de historia que te contempla desde cada uno los siglos de su complicada tradición; quizás eso es más idea que verdad, pero me impactaron; el velado rostro de la belleza veneciana o florentina, la descuidada elegancia de los rostros romanos. Sé que soy amante de lo clásico, ahí está quizás la esencia misma de mi ser. Sí, amo el barroco, el perfecto lenguaje de las pasiones humanas, que se percibe nítido en la pintura, literatura y música.

La pregunta es entonces ¿de dónde surgió mi amor por ti?. Creo que mi rostro ideal, se percibe escondido en cada una de las colinas y valles de tu rostro, no en la belleza que decae inexorablemente con el paso de los años, sino en la perfecta proporción de las partes y que se afina con el tiempo y como los buenos vinos, se disfruta no sólo con los sentidos, sino con las ideas e historia contenidas en ese divino brebaje. Así eres tú, en ti se funde el tiempo, nuestros temores, errores, el amor infinito que crece día a día. ¿Cómo te llamas en realidad querida? ¿Destino?

Siento que no sabemos quienes somos, sólo el amor nos salva del anonimato infinito. Y como el poeta lusitano Pessoa dijo una vez con una frase que es el más corto poema de misterio que he leído, “ Siento que no soy nadie sólo una sombra”.

LSR

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