viernes, 23 de diciembre de 2011

¿Qué hay dentro del silencio?

San Salvador, 23 de diciembre de 2011.

¿Qué hay dentro del silencio?

Silencio es hablar calladamente con su propio dolor, y sujetarlo hasta que se convierta en vuelo, en plegaria o en canto.
Alberto Masferrer.( Salvadoreño)

Las palabras son el gran asesino del silencio, pero sin ellas, aquel no podría existir, al menos no lo podríamos percibir. Hay cosas que entran, penetran diría más exactamente, a través de nuestras murallas mentales con una suavidad que aunque nos sorprenden, las aceptamos, las adoptamos con pasión algunas veces, otras con cierta resignación. Son cosas que provienen del silencio. Las penas, los remordimientos, las ansiedades, las íntimas alegrías llegan poderosas con el silencio y en él, las gozamos, las sufrimos y las convertimos en el espacio profundo de nuestras almas, en altares en donde oficiamos el sacrificio de nuestra vida a la felicidad o al desconcierto o la desesperación.

Soy obsesivo con el silencio, mi silencio. Puedo hablar por horas apresado en mi mutismo interno. Puedo escuchar indefinidamente sumergido en mi estricto silencio. Quizás por ello, las canciones sin palabras de Mendelssohn han ejercido sobre mi una fascinación que no cesa jamás, también músicas que con sus melodías son odas al silencio de nuestro espíritu. En este instante escucho embelesado el Gospodi Pomilui ese milagro de los ortodoxos que encierra en su celestial melodía, el sublime silencio de las catedrales rusas y griegas llenas de iconos y mosaicos que acentúan el universo oscuro y humeante, aromático y placentero, en donde, realmente, se logra vislumbrar el desconocido rostro de Dios, mi Dios, suave y clemente, misericordioso y amante infinito de sus creaciones.

Me encanta escuchar, observar, percibir en el silencio absoluto, con mi percepción amplificada, las voces de los que amo, discernir los ocultos matices de su conversación, los singulares y leves gestos de sus ojos, sus cejas, la enorme variabilidad de sus labios que expresan poemas, rabias apocalípticas o calmas oceánicas, los aromas que hablan de su piel, su cabello, de su cuerpo entero. Analizar las sonrisas para descubrir en ellas mi alegría contenida en sus alegrías, y saber qué parte de su mundo pertenece a mi mundo. En los rostros amados percibo la luz de mi vida, el sentido de mi existencia y en ellos se refleja como en un espejo, los anhelos, los éxitos y fracasos, la felicidad que comparto con ellos y entonces, en un instante de gloria, me disuelvo en ellos.

Creo que sólo a través del silencio podemos acceder a los más íntimos misterios de nuestra propia identidad y de aquellos que, a nuestro lado, viajan en esta aventura llamada vida y cuyo término, el más grande de los regalos divinos, desconocemos en absoluto. Descubrimos entonces que basta la compañía, la presencia silente, el gesto amable, el roce de una mano sobre nuestro brazo, un suave apretón de manos, un beso robado sorpresivamente, para comprender la maravilla del amor, el milagro de la vida y saber que el Paraíso, el Nirvana, la Iluminación y todos los Pentecostés de todas las religiones, se encuentran en el centro mismo de nuestros corazones, en el vértice del amor y en el infinito mar de la Bondad, sin ella… no hay Paraíso, ni silencio.

LSR

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