miércoles, 14 de agosto de 2013

San Salvador, 14 de agosto de 2013.

La estructura de la realidad.

La realidad, nuestra percepción de la realidad la construimos a partir de ciertos de factores. Nuestra capacidad sensorial, nuestra inteligencia, tan difícil de definir y medir, nuestros conocimientos, nuestra experiencia, nuestras circunstancias actuales. Por supuesto que la física tiene otros elementos de apreciación más científicos y menos subjetivos.

¿Cuál es la estructura de la realidad de El Salvador que yo percibo? Lo planteo así porque es mi percepción, mi verdad probablemente, pero no necesariamente La verdad.

Percibo una realidad empapada en el mal. El crimen y sus ramificaciones, la extorsión, las drogas, la prostitución, el engaño, la corrupción, el desprecio a la vida y al honor de las personas. En lo referente a lo económico un endeudamiento asfixiante, que nos conduce irremediablemente a la quiebra y a la insolvencia, que arrastrará al país a la pérdida del bienestar social, ya precario, y a una debacle de la economía y las pensiones que nos sumergirá en la pobreza y la desesperación.

Dos aspectos nada más, quiero centrarme en ellos. ¿Qué se puede hacer?, en primer lugar, ante el estrepitoso fracaso de la izquierda y la derecha ante esta ignominiosa realidad, ante la debacle de los partidos políticos que han demostrado su ineficacia e incapacidad de detener la ola de deterioro social y económico, es necesario buscar alternativas de gobierno, nuevos medios de participación de la sociedad en el mismo, hoy en día las redes sociales pueden contribuir a la creación de una democracia directa, no se trata de inventar la pólvora, sino de convertir en realidad la democracia, el gobierno del pueblo, además de la democracia deliberativa y participativa el acercamiento del pueblo a través de las redes puede ser definitivo para alcanzar un mayor involucramiento ciudadano.

Los aspectos cruciales de la gobernabilidad deben, como dice el sociólogo alemán Jürgens Habermas, pasar por procesos de debate ante la opinión pública, así los gobiernos permanecen sensibles a la sociedad. Puede ser una alternativa, no lo garantizo, pero lo planteo, como posible solución. Reflexión ciudadana sin ideologías, sobre las capacidades de los candidatos, qué tan bien preparados están para cambiar este país, socialmente, académicamente, formalmente. Exigir y exigir, indignarnos antes los atropellos, el despilfarro, la dolce vita, de los padres de la patria, contra el lujo desmedido y las prebendas absurdas que sólo empobrecen a este país sin ningún resultado positivo. Vidas de gran nivel, que les hace percibir una realidad dislocada de la real miseria de nuestro pueblo.

La violencia, entre otras cosas, es producto de una injusta, asimétrica distribución de la riqueza y el consiguiente empobrecimiento de la población, así de sencillo, así de tremendo. Esto causa oscuros y violentos desajustes sociales, promiscuidad, necesidades que son casi irresolubles para los pobres y que terminan en la explosión social y la violencia endémica, que es lo que nos sucede. Soluciones hay muchas, Europa, muchas naciones asiáticas y en el norte de América lo han logrado, no es la perfección, pero hay diferencias con lo nuestro. Vamos hacia esos países porque se vive mejor, a pesar de que los criticamos, nadie va a Cuba o Venezuela o Corea del Norte. Entonces la solución va tras una mejor distribución de la riqueza, transparencia, creación de fuentes de trabajo, seguridad social asequible, posible si dejamos proyectos demagógicos, populistas, seudo sociales y nos concentramos en lo esencial para transformar el país en lo que queremos ser, que aún no se ha definido. Otra economía es posible, más justa, más humana.

Esto implica sacrificios, en todos los niveles. Enfrentarnos a nuestra aflictiva realidad, poner los pies sobre la tierra. El que quiera vivir bien, que lo haga con sus propios medios, no los del pueblo. El que quiera gobernar que esté dispuesto a sacrificar su vida por los demás, no a vivir de los demás. La política debería ser un noble oficio, la hemos prostituido.

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