lunes, 5 de agosto de 2013

San Salvador, 3 de Agosto de 2013.

El país que nadie quiere ver.

Dicen algunos historiadores que mientras los bolcheviques caminaban por las calles de San Petersburgo y Moscú, soñando con eliminar a los zares y toda la nobleza rusa, ellos seguían en sus Palacios de verano, tomando Champagne, ostras de Francia y caviar iraní, ignorando la realidad, en tanto lentamente, la espada de Damocles caía sobre sus cabezas.

Nadie quiso ver lo que sucedía. Una ceguera que nos está afectando a los salvadoreños.
No tomamos Champagne francés, ni ostras, porque el dinero es cada vez más escaso, y el trabajo cada vez más difícil, pero ignoramos el real estado de descomposición de nuestro país y las apocalípticas consecuencias de ello. No queremos ver el caos anárquico en que vive este vapuleado país y si lo vemos, volvemos a ver hacia otros lados, pero de seguir así, el destino nos alcanzará y será muy doloroso y muy trágico.

La deuda del país crece a pasos de pánico, comprometiendo no sé cuántas generaciones, no hay inversión extranjera, no hay creación de fuentes de trabajo, al contrario. Cada vez a los mayores, de cuarenta o más años, se les dificulta hasta lo imposible conseguir trabajo. Se invierte en proyectos populistas absurdos o en elefantes blancos improductivos que en lugar de incluir, excluyen a miles de salvadoreños, mientras los hospitales se debaten en una miseria de medicamentos y servicios que afectan a los más pobres de este país.

Las pensiones están amenazadas por absurdas medidas gubernamentales, mala administración, imprevisión, despilfarro burocrático, en fin, que el futuro de este país no existe, no hay futuro seguro ni garantizado, apagaron la luz al final del túnel de negra pobreza y violencia. Qué injusticia trabajar treinta o cuarenta años para que al final de nuestras vidas no tengamos como llevar una vida digna. Sin embargo los "servidores" del estado no dejan de gastar a manos llenas y discutir sobre asuntos intrascendentes.

El crimen se ceba sobre los olvidados de este país, seis asesinatos diarios, uno cada cuatro horas; además de dantesco, es absurdo en un país que cuenta con miles de policías y un ejército, cuyo único fin debería ser defender al pueblo, porque nadie nos amenaza con declararnos la guerra, o con una invasión. Los robos, extorsiones, asesinatos, violaciones, amenazas, el abuso de los "buseros", raterías, son fenómenos que han alcanzado la categoría de normales y son la amenaza diaria de los transeúntes, de los que viajan en buses, de los que caminan de noche para llegar sus ranchos, a su "fuerteza", de los olvidados, ciudadanos de segunda y tercera categoría, los que no tienen voz.

Todos prometen, nadie cumple. La violencia en este país, tiene ya muchos años, no se la ha inventado ni creado ningún partido político, pero ninguno ha ofrecido todavía alguna solución. Esto no es problema de El Salvador, es un problema regional, tampoco total, Nicaragua y Costa Rica, parecen estar mucho mejor en este sentido. Pero Honduras, Guatemala y El Salvador, están hasta las narices de "maras". Por lo tanto una acción para que sea efectiva, tiene que incluirlos, atacar el problema regionalmente, si no, estamos arando en el mar.

Rescatar este país implica grandes sacrificios, eficiencia y eficacia administrativas, estricta honradez de parte de los funcionarios; saber que para reconstruir tendremos que pasar un mal rato, quizás años, mientras limpiamos la cara sucia del estado. Debemos ordenarnos, cumplir las leyes a cabalidad, invertir donde se necesita, no donde se logran votos, castigar el enriquecimiento ilícito, reducir drásticamente el aparato y lujo estatal, ahorrar, ahorrar y sacrificarnos por el bien de El Salvador.

Los partidos políticos, ofrecen sólo cosas maravillosas: bienestar, dinero y trabajo para todos, inversiones que no se sabe cómo van a financiar, en fin, ilusiones. Nadie quiere ver el real país en el que sobrevivimos. Ni los votantes.



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