lunes, 25 de junio de 2012

San Salvador, 23 de junio de 2012.

Los pecados capitales.
La tristeza.(Tristia)

Debo inicialmente aclarar que nada tengo que ver con la religión y me refiero a ellos, no porque crea que sean pecados, sino porque se refieren, en alguna medida, a las grandes debilidades humanas que son las mismas desde el principio del tiempo, que tampoco sé cuando ocurrió. Existe un orden establecido por Gregorio Magno, pero no pienso seguirlo, quizás siga el de Tomás de Aquino o quizás ninguno.

No siempre fueron siete, por ello ese extraño subtítulo del inicio, hubo uno que, aunque no encaja en la categoría de abuso de los demás, puede, si se crece, llegar a convertirse en uno por lo que genera, ese antiguo pecado capital era la tristeza. Pero si analizamos con calma, ahora y en los tiempos en que lo fue, sin sicólogos y antidepresivos, podía llegar a evolucionar en algo verdaderamente peligroso, la depresión y luego en desesperación, que finalmente pudiera conducir al suicidio, que los hay variadas formas, acción que en épocas pretéritas gozaba de pésima fama en la cristiandad, mientras que en otras culturas como la oriental, era y es cuestión de honor y dignidad. Aún los romanos y otros pueblos europeos lo practicaban en este sentido.

La tristeza fue dejada de lado, y de acuerdo a mi saber, de forma irresponsable, porque la tristeza es un mal de este siglo, un gran mal, poco entendido y peor estudiado, sí, por supuesto, están los sicólogos y siquiatras, las drogas antidepresivas y las doctrinas orientales. Pero a pesar de todo ello, para la máxima expresión de la tristeza, la desesperación, la depresión profunda que inmoviliza y hace sufrir en extremo, poco existe que pueda aliviarla y la tristeza, dígase lo que se diga, por las más variadas razones, va en ascenso en este mundo.

La tristeza es un detonante, pues nos vuelve infelices, nos hace ver el mundo de forma pesimista, y sufrimos por lo que no tenemos, por lo que perdemos, por lo que nos abandona, dinero, amores, sueños; entramos en desarmonía con los demás, los envidiamos, los odiamos porque son felices, tratamos de robarles su felicidad para que estén igual que nosotros, mal de muchos consuelo de tontos, dice acertadamente el viejo proverbio español y caemos en los otros, deseamos el mal ajeno, insultamos a causa de nuestra tristeza y nos volvemos extremadamente sensibles por causa de la misma, llegamos incluso a matarnos ante la impotencia de poder superarla. En fin, genera otras debilidades que es la exacta definición de pecado capital: cabeza de otros males.

El suicidio, producido por una extrema tristeza, hacía que no se pudiera enterrar los restos de una persona en tierra bendita, es decir en los cementerios o camposantos, que generalmente estaba adjuntos a las iglesias, mientras brutales hombres de la iglesia, los inquisidores, que literalmente asesinaron a miles de inocentes, dormían en compañía de los " justos", en el interior de las iglesias y catedrales, qué vergüenza.

Desde las anteriores perspectivas, la tristeza es un pecado capital, una debilidad humana mortal, porque mata no sólo nuestra apetencia por la vida, sino que destruye también la de los que nos rodean, nos envuelve en el manto gris de la desesperación, y potencia el deseo de acabar con nuestra existencia, yo, la hubiera mantenido como tal, es una de las más peligrosas e insufribles debilidades humanas.

LSR.





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